Se acerca Sant Jordi, fiesta grande en Catalunya, día de los enamorados en esta comunidad. Aquí todo el mundo se regala libros y rosas, y especialmente las parejas. Y aunque también es el Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor, lo mejor que podemos hacer es leer cada día. Hoy me apetece hablaros de Rosa Ribas, a quien sigo puntualmente y a quien entrevisté en 2019.
Aquella vez lo hice para el Catalunya Plural pero podéis recuperar el encuentro y la conversación íntegra aquí mismo, en este blog. Nacida en El Prat de Llobregat en 1963, la escritora estuvo viviendo en Alemania durante casi 30 años, hasta su regreso a Barcelona el pasado mes de julio. Y es en Frankfurt donde se desarrollan las cuatro novelas policiacas de uno de sus personajes más conocidos, la comisaria Cornelia Weber-Tejedor. Pero lo suyo son las periodistas y las detectives, mujeres interesantes con potentes historias familiares detrás. Os lo cuento ahora.
Desde que estuvimos charlando, Ribas ha publicado tres novelas más de las que hablamos en su día, publicadas en Tusquets, su nueva editorial: ‘Un asunto demasiado familiar‘ (2020) y ‘Los buenos hijos‘ (2021), sobre la peculiar agencia de detectives de Mateo Hernández y familia (¡qué gran y terrible personaje el de Lola, la matriarca!) y su obra más reciente, ‘Lejos‘ (2022).
Os he de decir que hay muchas cosas que me apasionan de esta autora: los trasfondos de dramas familiares, sus retratos de personajes, las sencillas (en apariencia) tramas policiacas con las que teje sus narraciones. A diferencia de otros autores de género, llamémosle negro, en que a veces tienes la tentación de ir al final para ver cómo acaba la trama, con Ribas disfruto del camino.
Encontrar frases como esta, en ‘Un asunto demasiado familiar’, me hacen salivar: «De una pedrada se dejó matar Garcilaso. Por querer ser el más valiente, se lanzó al asalto de una fortaleza y subió el primero por la escalera, el muy zote (…) Una pedrada en la cabeza. ¡Cloc! Y adiós sonetos».
O esta otra: «Lola estaba en el jardín. Sentada en una silla de enea debajo del emparrado que daba sombra a la fachada posterior de la casa, contemplaba a Claudia, quien trenzaba cañas para entutorar el jazmín». Y zas, me acaba de descubrir una palabra que desconocía: entutorar. O sea, ‘poner tutor’, en este caso en la última acepción de ‘tutor’: la caña para mantener derecha una planta.
Hay otros motivos por los que Rosa Ribas me encanta. Especialmente una de sus obras menos comprendidas, pero que a mí me pillaron desde el primer momento. En concreto, ‘La detective miope‘ (2010), que podría haber sido una estupenda película o una miniserie si hubiera existido dinero para producirla. De hecho, hubo un proyecto en 2019, que no pudo llevarse a cabo.
«En realidad, yo sería más ‘La detective miope’ que cualquiera de mis otros personaje», me confesaba entonces su autora.
— ¿Lo dice por su miopía?
— Y por muchas cosas más. A veces me dicen que tengo cosas de Cornelia, de Ana, de Beatriz… En realidad, todos los personajes tienen algo de ti. Pero, si me preguntan al que más quiero, es a esa loca, a Irene Ricart, la protagonista de ‘La detective miope’: es la que más se parece a mí. Tengo 25 dioptrías en cada ojo. Me operaron y llevo unas lentes intraoculares. Pero esa miopía no deja de crecer, aunque sea despacito.
— Hábleme pues de esa novela
— Es una novela que escribí con una alegría como nunca he escrito nada antes. Salió de mis cuadernos, de cosas que siempre apunto: un reportaje sobre una granja de arañas en Arizona; otro sobre el origen del vals vienés como música nacional hawaiana… Quedé fascinada, sobre todo por unas viejas fotos de príncipes y princesas maorís, con sus ropas maravillosas, sus trajes tipo Sissi, sus bandas, sus tirantes, sus faldas. Todo ello estaba en mi libreta. Y no recuerdo el momento exacto, quizá el día en que fui al oculista y me dijo que tenía otra dioptría más, cuando se me ocurrió la historia de una detective privada cuyo marido, mosso d’esquadra, e hija de 10 años han sido asesinados.
–Una historia de venganza, pues…
–Me gustan mucho las historias de venganza. Encontré, además, una voz en primera persona, que no había utilizado otras veces, y la trama salió sola. Tenía mi planificación, claro, pero todo fue saliendo de forma muy fluida. Tenía los casos y cómo los resuelve. Y había leído algo sobre la hipótesis de los seis grados de separación…
— ¿Alguna anécdota en especial?
— Una muy divertida. En la historia, puse un caso que se desarrolla en El Prat y en el que sale mi hermana como una mujer que pasea a su perro. Pues cuando se publicó el libro, mi hermana me dijo que no sabía la que había liado. Hay un personaje que piensa que es el fruto de un supuesto lío entre su madre y un hombre negro, y los vecinos estaban dándole vueltas y buscando si me refería a un empleado del Banco de Sabadell o al de La Caixa, cuando era todo inventado.
— En todo caso, parece una obra policiaca atípica.
— Tienes todos los elementos de una novela negra, pero lo importante es ella, su proceso, su locura, su miopía metafórica. Yo diría que es una tragicomedia melancólica, con personajes muy disparatados y, al mismo tiempo, muy humanos y tristes. Son personajes que viven sus obsesiones que, si te los miras de cerca, son muy raritos, unos frikis.
— Me recuerda las historias de los hermanos Cohen.
— Sí, sí, es muy ‘Fargo’, una película maravillosa, con momentos de gran brutalidad y sordidez, pero también es muy divertida. Me gustan ese tipo de historias. Por eso te decía que esta es mi novela favorita, con todos sus defectos.
Naturalmente, ‘La detective miope’ no fue el primer libro publicado de Rosa Ribas. Fue ‘El pintor de Flandes’ (2006), una novela histórica que nació de un cuadro que está en el Museo de El Prado, en Madrid: ‘Degollación de San Juan Bautista y banquete de Herodes’. La obra «tuvo una recepción limitada, pero me abrió las puertas» y, curiosamente, «a posteriori, es la novela mía con más ediciones. Es una campeona», confesaba divertida la autora.
Luego llegaría su segunda novela policiaca, ‘Entre dos aguas’ (2007), en la que aparece Cornelia Weber-Tejedor ya como protagonista, que era «una secundaria» en su primer intento novelesco, aún inédito. Una comisaria de padre alemán y madre española, como muchos de los compatriotas que emigraron a Alemania. De ella lleva escritas tres historias más: ‘Con anuncio‘ (2009), ‘En caída libre‘ (2011) y ‘Si no, lo matamos‘ (2016). Y de momento no habrá más, aunque nunca se sabe.
Después de la segunda de estas novelas, Rosa Ribas inició una curiosa colaboración a cuatro manos con una amiga alemana, Sabine Hoffman, una filóloga doctorada en francés y español, de la que surgiría otro personaje potente: Ana Martí, una joven periodista cuya peripecia se inicia en la España del Congreso Eucarístico Internacional, que tuvo lugar en Barcelona en 1952. Una trilogía publicada en Siruela: ‘Don de lenguas‘ (2013), ‘El gran frío‘ (2014) y ‘Azul marino‘ (2016), donde la segunda entrega es un caso muy diferente de las otros dos.
Para desencanto de sus fans, Rosa Ribas me confirmó que no habría más aventuras de Ana Martí, pese a que sería otro personaje estupendo para una serie de televisión bien ambientada. En todo caso, la escritora optó por cambiar de década y ambientó ‘Pensión Leonardo‘ (2015) en los años 60, con rasgos autobiográficos.
«Mi idea era retomar historias familiares. Mis abuelos tuvieron una pensión en El Prat, aunque yo no la llegué a ver. Era un punto de llegada para muchos emigrantes que llegaban a trabajar en La Seda, en la Papelera. Era una pensión sólo de hombres. Y debajo estaba la taberna. Siempre me ha interesado el tema del desarraigado, que se mueve en una cultura ajena. Es un contínuum en todas mis novelas. Y a través de la niña protagonista descubrimos cómo era la España de esa época. Es una de mis novelas favoritas».
Aquel día del mes de abril de 2019, en el que estuvimos charlando, Ribas me comentó que acababa de entregar una nueva novela a la editorial, la citada ‘Un asunto demasiado familiar‘: «Es una historia familiar, de las que me gustan, en la que también he incluido una trama policial, pero esta vez en segundo plano. No habrá muertos, pero sí misterios y secretos», me dijo. Su continuación, ‘Los buenos hijos‘, es también estupenda. Aún no he leído ‘Lejos‘, pero caerá pronto.
Post scriptum
Podréis encontrar a la autora, firmando libros el día de Sant Jordi, en algunas de las paradas situadas en el Paseo de Gràcia de Barcelona y algunas librerías como la FNAC de L’Illa Diagonal, A Peu de Pàgina, Jaimes, Laie y Byron.
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