Dado que es una ciudad sin coches –aunque en la última entrega de esta serie os enseñaré uno–, para llegar a Venecia yo os aconsejo viajar en avión.
Los precios de los vuelos de bajo coste, como Vueling, en mi caso, permiten ir y volver por menos de 120 euros.
Una vez en el Aeropuerto de Venecia-Marco Polo, puedes acercarte a la oficina de turismo que hay en el vestíbulo y solicitar un plano y preguntar por aquello que os interese.

Después, para llegar al centro de la ciudad, habrás de tomar el autobús número 5, justo enfrente, o uno de los barcos de la compañía Alilaguna, cuyo embarcadero está situado a unos 300 metros, según se sale del edificio principal, a la izquierda.

Aunque el precio de estos botes sea algo más caro (13 euros), tiene una ventaja: si te alojas en el centro o en el Lido  evita que tengas que pagar un vaporetto, los famosos autobuses acuáticos venecianos.
Quien aterrice en el aeropuerto de Treviso, por ejemplo con la compañía Ryanair, que sepa que está a unos 20 kilómetros y que ha de tomar también otro autobús (5 euros) y que tardará una hora y pico, más o menos, en llegar a Venecia.
Su precio es similar al del autobús número 5. El vaporetto cuesta 6,50 euros por recorrido, aunque hay opciones más aconsejables según el tiempo de estancia: desde unas horas a varios días.

En mi caso, opté por un billete de 72 horas que te permite todo tipo de viajes por Venecia y la laguna (Murano, Burano y resto de islas), así como el regreso en autobús al aeropuerto desde la Piazzale Roma, la plaza-estación de autobuses veneciana.
Quien desee un viaje en góndola, que sepa que se sitúa en torno a los 80 euros, aunque en temporada baja, como es ahora, y para una pareja, te pueden dejar el paseo (tres canales secundarios y un trocito del Gran Canal) por unos 70 euros. El precio está pactado entre los gondoleros, que difícilmente se harán la competencia bajando el precio.
Los vaporetti son la forma más económica de recorrer los canales… y las fotos salen bastante bien, como veréis en el siguiente post.