Desde que hizo de prometedor jugador de béisbol, pero un poco patán y un mucho semental, en Los Búfalos de Durham –sus papelitos anteriores apenas cuentan– he seguido con atención la carrera de Tim Robbins.
Entonces tenía casi 30 años y se llevó, en la vida real (en la película, el triunfador era Kevin Costner), a una mujer de altura: Susan Sarandon. Y aún siguen juntos…
Desde aquél lejano 1988 hasta la reciente La vida secreta de las palabras, de Isabel Coixet, han pasado 19 años de buenas películas como actor, un par de ellas como director, y una forma de afrontar la vida de una manera progresista.
Todo eso ya hace que me guste el actor y la persona.
Pero, además, aún me gusta más por sus palabras de ayer, en Madrid. Robbin presentaba ayer a la prensa Atrapa el fuego, película inaugural del primer Festival Internacional de Cine Solidario de Madrid.
Estaba en la sesión de fotos, cuando el alcalde madrileño, Alberto Ruiz Gallardón, se coló para retratarse con él. El actor se enfadó: «Mi intención era apoyar el festival, no salir en fotos con políticos de derecha (…) Es curioso que un alcalde pueda hacer el esfuerzo de venir a hacerse una foto con un actor norteamericano, pero no lo haga para unirse a la ciudadanía en una manifestación… [contra ETA]… Resulta sospechoso que el representante de la ciudadanía sea incapaz de escuchar la voz de esa ciudadanía a favor de la paz».
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