Quizá muchos jóvenes no le conozcan, pero el brasileño Leonardo Boff es uno de los teólogos que mejor han difundido, de palabra y obra, la teología de la liberación.
Por eso es bienvenida una entrevista como la que ayer le hacía Lluís Amiguet en La Contra de La Vanguardia. Lástima que no nos hagamos más eco de personas así.
Entre otras cosas, Boff explicaba lo siguiente, acerca de un cardenal de la curia romana que le dio a elegir entre estar callado y Filipinas o Corea:
— Le pregunté al cardenal si allí podría seguir hablando, escribiendo, enseñando… Respondió: «No podrás, porque te ordenamos estar en silencio en un convento».
— Y entonces usted se negó a obedecer.
— Porque ya no se trataba de humildad, que es una virtud, sino de humillación, que es un pecado. Un teólogo sólo tiene la palabra para seguir vivo, y negarse a usarla es morir. Así que abandoné el sacerdocio.
— Mantiene usted un ministerio universal.
— Soy un gitano teológico, pero convencido de seguir defendiendo mi fe, que no es la única verdad. Y en eso disiento de Roma.
Un hombre ejemplar.