Ya saben ustedes, amables lectores, que los periodistas acostumbramos a no ser protagonistas, sino a dar protagonismo a otras personas que se lo merecen, por la razón que sea.
Pero esta vez me ha tocado, soy la víctima, dicho esto con todo el humor del mundo…
Me lo habían dicho muchos amigos, e incluso mi hijo: en Barcelona hay ladrones. Como aún no me había tocado, no sabía cómo se siente uno porque, después de más de 30 años en esta ciudad, no había sufrido ni un triste tirón.
Al contrario, un día le quité la mano a un chori que la metía en el bolsillo de un pantalón ajeno.
Pero ayer me tocó a mi… y no saben la cara de tonto que se me puso.
Me han robado la moto, delante de mi casa. Y no era nada del otro mundo: un scooter de 125cc.
No, no ha sido la grúa, señores. Fue lo primero que pensé, pero no: la había aparcado la mar de bien, en el espacio reservado para las motos. Eso ya se lo dije al mosso d’esquadra que me tomó ayer declaración.
(Inciso: aunque la poli se disfrace de otro color, las esperas de las víctimas siguen siendo largas en una interminable cola para explicar sus cuitas al agente de turno.)
Según parece hay dos o tres bandas que se llevan las motos en furgonetas y se las llevan a otro país, del norte de África, sobre todo.
Pues eso: que si ven una moto Yamaha Cignus X de color gris con pantalla delantera y matrícula 8470FVJ, es la mía.
La esperanza es lo último que se pierde…