Puerto pesquero de A, en el extremo suroeste de las Lofoten.
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El año pasado visitamos la zona de Bergen y los fiordos noruegos.
Este año hemos decidido realizar una nueva visita a Noruega, pero en esta ocasión hacia el noroeste, hacia las islas Lofoten.
La foto está tomada desde el ferry, poco antes de atracar en su capital, Svolvær.
Desde hace algunos años, aprovecho algunas salidas de fin de semana para escribir después sobre lugares interesantes donde he estado.
Me gusta contar a los lectores que existen rincones dignos de visitar más allá de los que señalan las guías de viajes; restaurantes que no tienen ninguna estrella Michelin, pero en los que vale la pena pararse a comer y sin pagar un dineral; y hoteles con encanto, ya sea por el paraje donde están enclavados o por las personas que lo regentan.
Algunas de estas escapadas las he publicado en El Periódico de Catalunya, el diario donde trabajo. Por ejemplo, escribí un reportaje sobre Noruega, donde estuve de vacaciones este verano pasado. Se puede leer en este enlace de En Profundidad.
A punto de entrar en esta invernal primavera, casi a las puertas de las vacaciones de Semana Santa, cuando mucha gente cruza la frontera francesa y se encamina hacia la nieve de los Pirineos o los Alpes, he pensado rescatar una escapada a Montpellier, que publiqué en su día en mi diario, poco antes de Navidad.
La capital del Languedoc-Roussillon es una agradable sorpresa y una parada interesante como etapa intermedia en cualquier recorrido hacia el interior de Francia. Hermanada con Barcelona desde 1963 y cuna de Jaime I el Conquistador, que nació en ella en 1208, Montpellier merece una visita reposada.
Una buena idea para quienes no tienen demasiado tiempo es acudir a la oficina de turismo local y apuntarse a una visita guiada por algunos de los tesoros de la población, desde sus vestigios romanos hasta las construcciones del siglo XVIII, como el paseo del Peyrou y el Arco de Triunfo o el famoso barrio de Antigone, obra del arquitecto catalán Ricardo Bofill.
Fue Georges Frêche, un famoso alcalde de la ciudad, quien encargó a Bofill modernizar la ciudad en 1983. Fruto de ese encargo es uno de los conjuntos monumentales más fascinantes del sur de Francia, con un largo y tranquilo paseo que une la parte antigua con el edificio del Consejo Regional, que adopta la forma de una especie de arco de triunfo.
Quien necesite quedarse a dormir, hay un par de hotelitos con encanto, el Hotel du Palais y Le Guilhem. En cuanto a restaurantes, Le Petit Jardin y La Diligence son dos buenas alternativas, aunque no sean baratas.
Si alguien desea más información, en Barcelona puede llamar al teléfono de la Maison de la France (93.412.04.28) o dar un vistazo al web del Comité Regional de Turismo del Languedoc-Roussillon.