De vez en cuando huimos de Barcelona unas horas, un par de días, para coger aliento y luego regresar con fuerzas renovadas a la vida cotidiana.
Esta vez elegimos Móra d’Ebre como punto intermedio de esa amplia zona donde se produjo la tristemente famosa Batalla del Ebro.
Escogimos un hostal cuyo nombre, 7 de Ribera, y ubicación, en la agrobotiga (tienda de productos agrícolas de la zona) del pueblo nos hizo gracia.
Fue un acierto. De entrada, porque las habitaciones están bien: son nuevas, sencillas y confortables, con lo mínimo exigible y una wifi más que correcta.
Pero lo que más nos gustó fueron las responsables del hotelito.
La primera en recibirnos fue Glòria, una de las hijas de la propietaria, a cuya amabilidad se sumó algo fundamental para un viajero: información amplia y útil sobre qué ver y dónde comer o cenar.
Un paseo entre melocotoneros en flor desde Móra hasta Miravet, el paso del río en barcaza, y luego la reserva de Sebes, en Flix, fueron indicaciones precisas, que seguimos al pie de la letra.
Conocimos por la tarde a la madre de Glòria, la dueña del hostal, Concepció Blasi, con quien pudimos charlar por la mañana, durante el estupendo desayuno.
La primera sorpresa fue saber que era pedagoga, trabajo que compaginaba con el de hostelera. Y después, que tienda y hotel eran decisiones derivadas de su oficio: hacer pedagogía sobre las riquezas que hay en la zona, explicar a los viajeros y a quienes entran en su tienda las maravillas de los productos agrícolas que vende y de los vinos de Tarragona, Montsant y Priorat que tiene en sus estanterías.
Y también que montar un hotelito así no hubiera sido posible sin el apoyo de su marido y cinco hijos, razón por la que puso ese nombre: 7 de Ribera, una familia de siete personas de la comarca de la Ribera d’Ebre, y también «sed» de Ribera, que en catalán suena como «siete».