Recuerdo haber visitado Carnac hace 25 años, cuando se podía pasear por los caminitos de hierba que había entre los cientos de menhires alineados en el campo a lo largo de más de un kilómetro.
Como decía ayer, el lugar siempre me había hecho pensar en la cantera de Obélix, el amigo gordito de Astérix el galo.
En esta ocasión el lugar había cambiado y todo estaba más cuidado…

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