Hubo un tiempo en el que ejercí de (semiobligado) cronista gastronómico, pero lo cierto es que me gusta comer poco, pero bien. Lo primero me permitió conocer buenos cocineros y restaurantes de calidad. Lo segundo lo practico de vez en cuando, y me limito a un presupuesto que no sea excesivo.
Por ejemplo, suelo acudir a restaurantes de prestigio que mantienen un menú de mediodía a precios contenidos o incluso un menú de degustación que no supere una cierta cantidad. Pero no llego (ni quiero) pagar 100, 200 o 300 euros, que es la bestial cifra que marcan algunos locales con varias estrellas Michelin.
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