Pasaba al lado de un contenedor, el típico de color gris, para la basura orgánica, y de repente he oído una voz: «Hola, vecina. La estaba esperando desde las 8 de la mañana, aquí dentro».
Era un vagabundo, al parecer habitual de la zona, que le decía esa frase a una frutera.
En eso llegó otra señora con una bolsa de basura y el hombrecillo le abrió cortesmente el contenedor para que la lanzara allí dentro, mientras esperaba que la tendera tirara aquellas piezas de fruta no aptas para el consumo.