Me acabo de enterar de que Francisco González Ledesma, periodista, escritor y padre de otro antiguo compañero, Enric González, también periodista y escritor, acaba de publicar una nueva novela: La dama y el recuerdo.
No lo hace con su nombre sino como Silver Kane, aquel seudónimo con el que firmó cientos de novelitas del Oeste y que yo leía cuando era un crío.
Se las cogía a mi padre. Eran novelas baratas. Las leías y luego, en el mismo quiosco o librería donde las habías comprado, las cambiabas. Pagabas una cuarta parte de su precio de nueva y te llevabas otra para leer. Era la época de Marcial Lafuente Estefanía, de Corín Tellado…
El propio autor explica en su web el origen del seudónimo:
«Recuerdo perfectamente la noche en que escribí por primera vez este nombre: Silver Kane. Debió de ser en 1952, aunque no me atrevo a precisarlo con exactitud, pero recuerdo perfectamente –insisto- el ambiente de madrugada en Tapioles, 22, en el comedor de casa, con una luz que apenas me permitía ver (…) Estaba escribiendo una novela policíaca con la intención de publicarla en Bruguera y ganar algún dinero, y para el nombre del protagonista elegí Silver Kane, porque era fácil de recordar y sonaba bien (…) Silver Kane nació, pues, de noche, en un momento de cansancio y en un momento más bien sórdido: la verdad es que pensaba estar creando un seudónimo que, como mucho, duraría un par de años».
Y en una carta a sus viejos lectores, González Ledesma dice:
«Amigo lector: Esta es la obra de un viejo insensato que se ha atrevido a ser joven. Seguramente usted sabe que, durante años fui un autor-niño premiado por Somerset Maugham y prohibido por el franquismo imperial, que para poder acabar sus estudios hubo de escribir centenares de novelitas del Oeste. No me arrepiento: muchas personas hoy célebres me han confesado que se aficionaron a leer con mis novelas, de modo que quizá algo bueno hice; también aprendí a dominar, qué remedio, la técnica de la novela en una inacabable tarea de galeote; y por último, en el Oeste está para un novelista la última frontera de la épica, con sus espacios nuevos e inmensos, sus mundos de la guerra civil, sus héroes solitarios y sus damas de saloon en cuya vida siempre había una lágrima de verdad y una sonrisa de mentira.
Con esta novela me he atrevido a volver a mis jóvenes años de la aventura y la pasión, el sufrimiento y la virginidad literaria. He tratado de saber si, al cabo de tantos años, era capaz de volver a escribir como un joven, regresar a la pureza de la aventura y resucitar un mundo que fue. Tal es el origen sentimental, puro y seguramente ingenuo, de esta novela. Si no he sabido resucitar aquel mundo le ruego una cosa: que, al menos, no dispare contra el novelista.»
No lo haremos. Se acerca Sant Jordi y cualquier excusa es buena para disfrutar con Silver Kane.
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