Las casualidades existen y a veces hacen que descubramos algo que conocíamos, que nos sonaba, pero que en realidad ignorábamos.
El azar ha combinado sus infinitas posibilidades en variadas formas: mis compañeras de trabajo hablando de música y del minuto a minuto de Eurovisión, en particular; un amigo que acudió anoche a ver a Bruce Springsteen en directo para celebrar el 35º aniversario de la aparición de ‘The River’ y homenajear a su hermano Jean Pierre, un amigo ya fallecido; unos familiares que te anuncian una actuación musical gratuita en un parque cercano y la propia curiosidad, esa innata tendencia que tenemos los periodistas por conocer lo que pasa alrededor y el deseo de comunicarlo.
Esas cuatro cosas, musicales todas ellas, combinadas, han hecho que me acercara con mi esposa y mi suegra a ver quién era el cantante. «Sí, ese que hace versiones», me han dicho mis familiares.
¿Versiones? En efecto, un chico alto, rubio, cabellos largos y barba, de claro aspecto nórdico, estaba ya cantando. Canciones superconocidas, la mayor parte catalanas y de la Nova Cançó, pero interpretadas en inglés. Asi, ‘Small country’ era el ‘Pais petit’, de Lluís Llach, y ‘With no voice’ era ‘Amb la boca tancada’, de Ramon Muntaner…
Había sillas vacías, sobre todo las que estaban al sol, porque el calorcillo apretaba a mediodía. Y el chico, luego identificado como Halldor Mar, bromeaba con su piel y el hecho de tener una sombrilla encima para lograr no parecerse a una gamba.
Ya sentados, ‘Qualsevol nit pot sortir el sol’, de Jaume Sisa, sonaba ‘The sun could rise tonight’.
Y de repente, una referencia a una pieza propia: ‘Stranger in my own town‘ (‘Extranjero en mi propia ciudad’), la canción que -decía desde el escenario- ha compuesto para la banda sonora del programa ‘El foraster‘, de TV-3.
¿Cómo? No puede ser que allí delante, en el parque de Joan Miró, esté el autor de la preciosa sintonía del programa de Quim Masferrer.
Y sí que lo es. Empiezan a sonar las notas y la primera estrofa, y cojo el teléfono y empiezo a grabar un trocito para que podáis creerme.
Y sigue el recital y quienes estamos allí aplaudimos a rabiar, para que añada alguna canción más antes de despedirse.
No es el mejor lugar, y el mismo lo sabe, que cita la noche en varias ocasiones, pero hay que aplaudir a los programadores, Camí Amic, un regalo como este, en medio de un puente, con Barcelona medio desierta, salvo a los miles de culés que esperaban a la rúa que por la tarde llenará el Paral·lel para ver al Barça, ya campeón de Liga.
Hace solo unos días, en el Festival de Málaga, el profesor y crítico Carlos F. Heredero, director de la revista ‘Caimán’, presentaba el número 100 de su publicación. Un número especial en la que han publicado una encuesta sobre las cien mejores películas de todos los tiempos del cine español.
Los participantes en la misma han sido 350 periodistas de cine, críticos, historiadores, profesores universitarios, directores de festivales o hispanistas, entre otros especialistas. De la lista resultante han surgido los títulos, con ‘Viridiana’, ‘El espíritu de la colmena, ‘El verdugo’, ‘Plácido’ y ‘Arrebato, como las cinco primeras, las únicas que han recibido más de cien votos.
Entre esas cien mejores, también hay 13 documentales y un telefilme mítico, ‘La cabina’, de Antonio Mercero, y sólo seis trabajos dirigidos por mujeres. Lástima.
Los cinco directores más votados han sido Luis García Berlanga, Víctor Erice, Luis Buñuel, Pedro Almodóvar y Fernando Fernán-Gómez.
Hace un par de meses, Carlos tuvo la gentileza de invitarme a participar en esa encuesta. Y no puedo por menos que felicitarles por la iniciativa, por sus cien números y por su valentía en seguir con el proyecto.
Mi propuesta fue la siguiente, casi un título por década:
Muerte de un ciclista (1955), de Juan Antonio Bardem.
El verdugo (1963), de Luis García Berlanga.
El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice.
El sur (1983), de Víctor Erice.
El viaje a ninguna parte (1986), de Fernando Fernán Gómez.
¡Ay, Carmela! (1990), de Carlos Saura.
Belle Époque (1992), de Fernando Trueba.
Todo sobre mi madre (1999), de Pedro Almodóvar.
Los lunes al sol (2002), de Fernando León de Aranoa.
Pan negro (2010), de Agustí Villaronga.
Es domingo y me he decidido a aportar una pequeña cantidad en calidad de micromecenas de ‘Metamorphosis‘, que ya ha sido seleccionado para participar en el Festival de Cine de Málaga y en el Docs Barcelona.
Diréis que para qué quieren la pasta. Muy fácil: «Aunque está prácticamente acabada, si esta película no llega a la gente, el trabajo hecho será en balde». Nuestras aportaciones son para hacerlo posible.
De hecho, cada día hay más películas americanas que pasan por las salas y copan las proyecciones. Ver otro tipo de cine es posible, si logra nuestro apoyo.
El documental ‘Metamorphosis’ está dirigido por Manuel Pérez, el realizador de la interesante película ‘Frontera‘ (podéis ver la ficha en Filmaffinity, por ejemplo), y retrata la construcción de la candidatura ciudadana de Barcelona en Comú desde abajo, a través de Laia, una de las personas que se integraron en la candidatura barcelonesa.
En ese sentido, se aleja del retrato de Ada Colau Ballano, que es la protagonista de otro documental, para ser un retrato de la gente que empuja desde abajo. Eso es lo que más me ha interesado a la hora de aportar unos euros al #crowdfunding del equipo, en cuya producción aparece Mikel Mas, que ya había estado en la citada ‘Frontera’, y mi hijo, Aritz Cirbián.
Los tres son los productores de la película, o sea, los que arriesgan su dinero, aunque los mecenas les echemos una mano.
Yo lo he hecho de forma humilde. Quien pueda y quiera más, aquí tenéis el enlace de Verkami para clicar, leer y quizá aportar.
Anexo del día 17
Por los pelos, pero el equipo de ‘Metamorphosis’ lo ha logrado en las últimas horas de crowdfunding: 12.850€ logrados sobre los 12.000€ necesarios para hacer más visible este documental.
Enhorabuena.
La televisión siempre ha tenido mucho más poder de difusión que la radio y esta, que la prensa de papel, aunque la prensa escrita se lleve la fama de perdurar en el tiempo y de tener más influencia. Uf.
Por ejemplo: el tema de la conciliación laboral y familiar lo hemos tratado muchos periodistas de prensa escrita. Fue, por ejemplo, el primer número del Ideas+Teletodo, cuando yo mismo coordinaba ese suplemento ya extinto y ahora limitado a televisión. Curiosamente, en aquel momento, interesaba mucho a uno de mis jefes, padre reciente. Unos años atrás, cuando yo lo era, más de un jefe te miraba mal cuando yo quería conciliar y ver a mi hijo pequeño antes de irse a dormir. ¡Cuántos individuos preferían (y algunos prefieren) alargar la jornada para llegar a casa cuando los niños están dormidos!
Pero a lo que iba: la repercusión del programa de anoche de Jordi Évole, con tres millones de personas viendo ‘Salvados’, reduce lo que era nuestro alcance en el papel a 20 veces menos que el impacto de su programa: ¡20 veces menos!
Y no digamos la entrevista de Ana Pastor con Edward Snowden, que tuvo casi dos millones pegados a la pantalla viendo La Sexta.
Por eso está bien citar que también otros periodistas hacen buenas entrevistas, como esta otra, muy interesante, que ayer mismo publicaba Marta Peirano en Eldiario.es.
También era de papel, aunque fuera de tinta digital.
Esta mañana me ha llegado un nuevo mensaje de José Luis Muñoz Jimeno, un escritor que me suele enviar noticias referentes a presentaciones de sus libros, entradas en su interesante blog… El correo se titulaba «cumplo 40 años» y me ha llamado la atención. Se refiere a la presentación, este jueves, 3 de marzo, de ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’, su última novela, en una librería de Barcelona. Repaso su biografía y veo que es algo mayor que yo (él es de 1951). Y me da la sensación que esos 40 son los libros, que no años, publicados durante su carrera literaria, que creo empezó en 1985, con el premio Tigre Juan y la novela ‘El cadáver bajo el jardín’, que Júcar le publicó en 1987. En todo caso me asombra este autor, porque yo soy un mero mercenario de la escritura desde hace casi esos mismos años, dentro del periodismo: sé lo que cuesta redactar una noticia, una crónica, una entrevista o un reportaje. Y últimamente, hasta lo que significa escribir un libro. Aunque los tráilers de sus libros necesiten mejorar, este Muñoz es un tipo a admirar, sí.
Esta mañana, en el muro de mi Facebook, he colocado este vídeo, que ofrece una actuación en solitario de una pareja de artistas del Cirque du Soleil. El texto que acompañaba a la imagen era el siguiente:
«Anya y Gael son dos artistas del Cirque du Soleil. Sus acrobacias, dada su agilidad, fuerza y flexibilidad son absolutamente fascinantes. Sin embargo, no podrían hacer cosas tan increíbles sin confiar el uno en el otro».
Luego había una referencia a que es un vídeo producido por Buzzfeed en asociación con el Cirque du Soleil y la importancia de la confianza en nuestras vidas, dado que ambos artistas confían el uno en el otro para llevar a cabo su número. Lo cierto es que ambos se montan un número gimnástico sensacional. Pero lo que más me interesaba a mí, además del vídeo, era el lugar donde estaba colgada la noticia, su ubicación, junto a una combinación de otras informaciones extrañas, útiles y curiosas, en la portada de la versión digital y en castellano del diario ‘San Francisco Globe‘. Estaba en la versión latina del ‘SF Globe‘. En cambio, echando una ojeada a la versión en inglés (la .com) había notables diferencias con respecto a la latina: temas políticos, medioambientales, de cultura y espectáculos más serios y con menos curiosidades. Portadas diferentes para públicos que sus responsables ven de forma muy diferente. Eso sí, con más clics y más ingresos publicitarios.
Ya sé que no soy imparcial: no lo soy ni en cine ni en política ni en fútbol ni…
Pero me asombro a veces de que mis compañeros no redacten ni un breve (y mira que en formato digital es bien fácil) sobre noticias como esta, que os apunto abajo.
La cosa es que el Colegio de Directores de Cine catalanes ha premiado, como cada año, las mejores óperas primas del 2015.
No hay tantas, ciertamente, pero ahí están, son trabajos nuevos que significan mucho para sus creadores y equipos.
Y escribir de ello es algo tan sencillo como indicar que las películas de Sergi Pérez (largometraje), Alba Sotorra (documental) y Laura Jou Bonet (cortometraje) han sido los galardonados, como han hecho algunos medios digitales.
Quizá me equivoque, pero es una información que no he visto en papel ni en los diarios generalistas catalanes.
Seguro que me equivoco y que en alguna parte se ha publicado.
Nota final: sería bueno que los propios colegiados pusieran al día su página web, dicho esto con cariño.
Este lunes, día habitualmente horroroso, por aquello de volver al curro (y aquí soy aún afortunado de tenerlo), es especialmente feliz para mi, como padre.
Mi hijo, Aritz Cirbián, forma parte del equipo que ha sacado adelante el filme que acaba de ganar el premio Gaudí a la mejor película catalana del 2015.
Su título, ‘El camino más largo para volver a casa’, es también una metáfora de lo que ha costado realizar esta pequeña obra independiente, en la que ha trabajado mucha gente a lo largo de muchos meses y en cuya financiación también han participado cientos de micromecenas.
En el enlace de la gala emitida por TV-3, podéis ver el discurso de Sergi Pérez y de Aritz Cirbián, hacia el minuto 18 de la segunda hora.
En este enlace de Fotogramas podéis leer una entrevista con el director, Sergi Pérez.
Y en este otro, de Jot Down, un análisis muy interesante del filme.
Mayra Gómez Kemp, de espaldas, pregunta a los concursantes Mercedes (Ana Duato) y Antonio (Imanol Arias) en el ‘Un, dos, tres’ de TVE / Foto: RTVE
Os quería explicar un par de cosillas acerca del artículo que escribí este jueves en ‘El Periódico‘ sobre la serie de TVE ‘Cuéntame cómo pasó’, un capítulo especial que homenajeaba al popular concurso del ‘Un, dos, tres… responda otra vez’. Todo empezó hace ya días, cuando nos llegó al diario la información del episodio, avanzado por la cadena para quienes escribimos en semanarios. Ya cerrada la publicación, el ‘TeleTodo’ de ‘El Periódico de Catalunya’, que coordino desde hace años, me llegó la invitación a poder verlo antes de su emisión, una oportunidad de oro. Existe la vieja reivindicación por parte de quienes hablamos de tele de poder equipararnos a los críticos e informadores de cine en este aspecto: de la misma forma que ellos pueden ver en pases previos aquellos estrenos de los que van a escribir u opinar, sería bueno para nosotros tener la posibilidad de visionar las series que están a punto de estrenarse en las teles. Algunas cadenas ya lo hacen, sobre todo cuando a ellas les interesa, pero no es lo habitual. Pero volvamos a la serie ‘Cuéntame…’ de este jueves. Poder ver el capítulo, disfrutarlo primero y analizarlo después me permitió escribir más y mejor sobre el tema. No era cuestión de explicar su contenido y desvelar su final, ese absurdo pecado llamado spoiler, sino de intentar transmitir la emoción del propio episodio, hablar de la época sin caer en una nostalgia innecesaria y contextualizar la serie en el momento actual. A mí me gustó escribir de todo ello y animar a los lectores a disfrutarlo. La audiencia sí que ha respondido positivamente.
Cuando envié la imagen que encabeza esta entrada como felicitación de Navidad, una amiga mía, Asunción, me respondió con una descripción estupenda de la foto:
Una novia en el embarcadero se dispone a abordar la góndola.
Una última mirada al hombre que queda en tierra.
¿Vienes o te quedas? ¿Finalmente empezará el año acompañada?
Como soy un romántico, contesté que sí, que se quedaba con el chico y empezará el año con él.
Y pensé que era bueno añadir aquí, en esta entrada del blog, toda la serie, y que la disfrutéis.
Quizá recordaréis que Indiana Jones y su amigo Marcus toman un avión hacia Venecia en busca del padre de nuestro héroe, Henry Jones. Ambos toman un vaporetto del que desembarcan junto a la Basílica de Santa Maria della Salute y allí se encuentran con la doctora Elsa Schneider.
Los tres se adentran en el barrio de Dorsoduro y caminan por la Fondamenta Gherardini, cruzan el Ponte dei Pugni y continúan por la otra parte del mismo muelle hasta llegar al Campo San Barnaba.
Elsa Schneider quiere enseñarles a Indiana y a Marcus la biblioteca donde Henry desapareció mientras buscaba pistas del Santo Grial en la sección de mapas de la ciudad. La imponente fachada de la iglesia de San Barnaba, con la torre de ladrillo detrás de esa biblioteca de ficción.
En efecto, San Barnaba ya no es una iglesia, sino que ejerce la función de sala de exposiciones, con una muestra permanente dedicada a las máquinas de Leonardo da Vinci.
Tras una serie de peripecias en su interior (tumbas, fuego, agua y ratas), Elsa e Indiana logran escapar a través de una alcantarilla, que abren en medio de las mesas de un café de la plaza y salen corriendo, perseguidos por los defensores de la Hermandad de la Espada Cruciforme.
Digamos que el Campo San Barnaba también ha sido el escenario de otras muchas películas, en especial de Locuras de verano, de la que hay también otro capítulo en el libro y que podéis hojear íntegramente y comprarlo, si os apetece, en la web de la editorial Ecos. También lo tenéis en Amazon, El Corte Inglés, La Casa del Libro, Fnac, Apple y Google Play.
Elsa e Indy aparecen junto a la Calle de Santa Lucia y los muelles industriales de Venecia, deonde se inician las escenas de una persecución en lanchas por unos canales. Ah… pero el viajero no encontrará esta localización: la verdadera calle de Santa Lucia desemboca en el Rio Terà Lista di Spagna y la Ferrovia. En cambio, en la ficción de Indiana Jones y la última cruzada, esa escena fue rodada en los citados estudios Elstree, días antes, en Inglaterra.
Después de la pelea entre Indy y Kazim, con la gran hélice de un barco detrás de ambos destrozando una de las barcas, la otra motora vuelve hacia el centro tras pasar frente a algunas localizaciones venecianas reales, como el Canal Lavraneri, un lugar situado en la parte trasera Sacca Fisola, una zona tan alejadas que prácticamente no la pisan nunca los turistas. Una vez en el canal de la Giudecca, la barca se desliza frente al hotel Hilton Molino Stucky Venice, que ocupa el imponente edificio de una antigua firma harinera.
La escena finaliza en el Gran Canal, a la altura del Puente de la Accademia. Detrás de los dos hombres, que hablan del Grial, van desfilando lentamente las fachadas de algunos de los palacios de ambos lados, como el Palazzo Venier dei Leoni, que alberga la Colección Peggy Gugenheim, y la bonita fachada del Palazzo Barbarigo. Finalmente, Indy deja desembarcar a Kazim en el muelle del Palazzo Barbaro, donde le explica que su padre está retenido por los nazis en un castillo fronterizo entre Austria y Alemania.
La mejor forma de admirar esos palacetes al borde del Gran Canal es, lógicamente, en una embarcación: la más barata, el vaporetto. También se puede acceder a los muelles más cercanos para observar los edificios desde la orilla contraria. Por ejemplo, el más cercano al último lugar es el Ponte dell’Accademia, mientras que la mejor perspectiva del Guggenheim puede ser desde justo enfrente, en la Fondamente del Traghetto de San Maurizio, muelle al que se puede llegar a través de la Calle Dose da Ponte, no muy lejos de la Piazza San Marco.
Es lunes y faltan pocas horas para que se den a conocer las nominaciones a los premios Goya de este año, entregables dentro de un par de meses.
Gente a la que quiero ha depositado buena parte de su esfuerzo e ilusiones en ello.
Mientras esperamos, escucho la canción de Luis Eduardo Aute, esa Cine, cine, cuya letra os dejo aquí abajo y cuyos enlaces os llevarán a informaciones que marcaron mis inicios de cinéfilo.
Recuerdo bien aquellos cuatrocientos golpes de Truffaut y el travelling con el pequeño desertor, Antoine Doinel, playa a través, buscando un mar que parecía más un paredón.
Y el happy-end que la censura travestida en voz en off sobrepusiera al pesimismo del autor, nos hizo ver que un mundo cruel se salva con una homilía fuera del guion.
Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.
Al fin llegó el día tan temido más allá del mar, previsto por los grises de Henri Decae; cuánta razón
tuvo el censor, Antoine Doinel murió en su domicilio conyugal.
Pido perdón por confundir el cine con la realidad, no es fácil olvidar Cahiers du cinéma, Le Mac Mahon, eso pasó, son olas viejas con resacas de la nouvelle vague.
Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.
Cada vez admiro más a la gente que hace cine, que es capaz de hipotecarse para llevar adelante sus sueños de celuloide (o de lo que sea en que ruedan ahora) y transitar el largo, larguísimo camino que va desde el guión hasta el estreno.
Y la lucha por mantenerse en cartel, en pugna con los ‘blockbusters’ de Hollywood que nos inundan y cuyo presupuesto de publicidad es mayor que el de la producción de una pequeña película independiente.
Y luego, ese perseguir la inclusión en un festival, una nominación a los premios de la Academia del Cine que te dé un empujito más.
No dejéis, amigos, de apoyar nuestro cine. Su esfuerzo precisa de nuestra constancia.
Esta es la canción de En Comú Podem para el inicio de la campaña de las elecciones generales del 20 de diciembre.
A mí me gusta, que queréis que os diga.
A raíz de la publicación de mi libro ‘Venecia de cine’, los colegas de Viajes National Geographic me pidieron un reportaje sobre la capital del Véneto, que publicaron en el número de noviembre de la revista.
Ahora la acaban de colgar en su web en abierto, donde la podéis consultar y disfrutar de las maravillosas imágenes de la ciudad de los canales que acompañan a mi texto y que lo hacen más atractivo. No saben cómo se lo agradezco.
Con su permiso, os dejo aquí también el texto íntegro, pero con alguna de mis propias fotos, para no restarles protagonismo.
Venecia, un paseo de cine
Escapada de fin de semana a la bella ciudad italiana de los canales
Decía Thomas Mann, autor de ‘Muerte en Venecia’, que a la ciudad de los canales hay que llegar por mar, que hacerlo de otra forma es como entrar por la puerta trasera de una casa. Ya no hay barcos de vapor como desde el que Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde, en el cine) descubre la ciudad entre la bruma. Existe, sin embargo, una forma más sencilla para hacer realidad los deseos del escritor: al salir del aeropuerto Marco Polo, es cuestión de abordar el Alilaguna, el ferry que cruza la laguna y permite vislumbrar el perfil de Venecia con los campanarios recortados en el horizonte.
Venecia es una de las ciudades más literarias del mundo, pero también una de las más cinéfilas. Por eso, si no se hace caso a Thomas Mann, se puede optar por el glamur de Hollywood y llegar en tren, como Katharine Hepburn en ‘Locuras de verano’, la película que David Lean dirigió hace justo 60 años y que puso de moda la ciudad como destino romántico.
Tanto si el viajero ya ha visitado otras veces Venecia como si no ha estado nunca, que no dude en imitar a aquella gran actriz: subir a un vaporetto de la línea 1 en la Ferrovia en dirección a San Marcos y, si puede, tomar asiento en la parte delantera de la barcaza, porque disfrutará del placer de deslizarse por la Historia, así en mayúsculas. Estamos en el Gran Canal, la principal arteria de la ciudad, que dibuja un enorme 2 (o una gran S invertida) a lo largo de casi cuatro kilómetros. A este espejo se asoman alrededor de medio centenar de palacios que enseñan sus mejores galas sobre fachadas góticas, barrocas, renacentistas y neoclásicas.
Durante el largo trayecto, el inconfundible autobús acuático pasa bajo tres de los cuatro grandes puentes que unen las dos orillas del canal: el de los Descalzos, el de Rialto y el de la Academia. El cuarto, el de la Constitución, el más moderno y polémico, fue construido por el arquitecto español Santiago Calatrava y enlaza la Piazzale Roma y la estación de tren.
Rialto es el puente más bonito y conocido de todos, y también uno de los ejes de la vida comercial veneciana. Punto de encuentro, de negocios y conspiraciones, es el lugar donde Al Pacino, en su papel del judío Shylock, recibe el escupitajo de Jeremy Irons, el aristocrático Antonio de ‘El mercader de Venecia’ (2004), en la última adaptación para el cine de la obra de Shakespeare. Rodada en pleno invierno por Michael Radford, los especialistas que eran arrojados desde el puente vestían trajes de neopreno bajo los ropajes medievales para aguantar las heladas aguas del Gran Canal.
El mercado de Rialto es una parada obligada. A primera hora de la mañana, los venecianos acuden a comprar pescado y marisco de la laguna, hortalizas de la isla de Sant’Erasmo y setas del Friuli. Las callejas situadas entre el puente y la Fondamenta Riva Olio, en especial el Campo de la Pescaria, acogen las multicolores paradas. El edificio de ladrillo visto y toldos rojos que alberga los puestos de pescado está coronado por una terracita desde la que Johnny Depp se lanza sobre los toldos de los puestos de fruta y verdura para huir de los matones que le persiguen en ‘The tourist’ (2010).
Depp y Angelina Jolie también llegaban en tren a Venecia, pero tras salir por la puerta de la estación de Santa Lucía, abordaban un taxi-motora que los dejaba junto al Danieli, el lujoso hotel situado a pocos metros de la plaza de San Marcos donde suelen alojarse todo tipo de celebridades. Dickens, Balzac, Proust y Wagner durmieron en sus habitaciones y, dicen, que aquí la escritora francesa George Sand vivió sus amores con Alfred de Musset. En todo caso, su espectacular vestíbulo y su restaurante, situado en la terraza y con una panorámica magnífica, merecen una visita.
Cuando el vaporetto llega a la altura de este hotel, tras sobrepasar la dársena del Palacio Ducal, descendemos de la barcaza. Al otro lado de la Piazzeta, después de pasar entre las columnas del León y San Teodoro, nos plantamos en la famosa plaza de San Marcos para admirar la Torre del Reloj y sus autómatas, la fachada bizantina de la Basílica y la Porta della Carta, la entrada principal del Palacio Ducal.
En los días de invierno este conjunto tiene un encanto especial gracias al fenómeno del acqua alta (de mediados de otoño hasta la primavera), cuando las aguas de la laguna inundan de forma pacífica pero inexorable las partes bajas de la ciudad. A primera hora de la mañana, la anegada plaza de San Marcos parece un espejo que refleja las arcadas de las Procuradurías, con las sillas y mesas de los cafés y las palomas revoloteando bajo el Campanile.
Después de haber dedicado todo un día a la Venecia esencial (Rialto, Gran Canal y plaza San Marcos), nos lanzamos a descubrir la otra Venecia, la de las placitas con iglesias y los palacios medio escondidos y asomados a canales angostos. El ‘sestiere’ del Castello, quizá el barrio de sabor más auténtico, se halla un par de paradas de vaporetto más adelante de la Piazzetta.
Cruzando el puente que une la Riva Cà di Dio con la Riva San Biagio, se llega frente a la bella entrada del Arsenal, el cuartel donde la actriz italiana Alida Valli buscaba a su amante Farley Granger en ‘Senso’ (1955), la primera película de Luchino Visconti ambientada en la ciudad, varios años antes de su ‘Muerte en Venecia’ (1972).
Para adentrarnos en el barrio hay que atravesar el puente de la Cadene y seguir la Via Giuseppe Garibaldi, flanqueada por comercios y tabernas tradicionales. Igual que Corto Maltés en la ‘Fábula Veneciana’ dibujada por Hugo Pratt en 1977, seguimos por la Fondamenta Santa Anna y cruzamos el largo puente de madera de Quintavalle para admirar la bonita y poco conocida Basílica de San Pietro di Castello.
El segundo día en Venecia recomiendo empezar frente a la Basílica de Santa Maria della Salute, a la entrada del Gran Canal. A finales de noviembre, precisamente durante la fiesta dedicada a la Virgen de la Salud, se instala un puente provisional para permitir un acceso más directo a la iglesia, dado que el de la Accademia queda algo lejos.
Justo al lado, la Punta della Dogana di Mare regala una increíble vista de la salida del Gran Canal, con la torre del Campanile y el Palacio Ducal emergiendo a la izquierda, y la Basílica de San Giorgio Maggiore al otro lado del amplio canal que separa Venecia de la isla de la Giudecca. Durante la Bienal de Arte –de mayo a finales de noviembre–, algún año en la Punta se han instalado obras, como la escultura del niño que coge una rana de Charles Ray, en 2013.
El museo que alberga la Colección Peggy Guggenheim, imprescindible para los amantes del arte moderno, está a pocos pasos de ahí. En su terraza, Woody Allen filmó escenas de ‘Todos dicen I love you’ (1996). Enamorado de la ciudad, el famoso director neoyorquino se casó en el Palazzo Cavalli, un edificio próximo a Rialto donde se celebran las bodas civiles de la ciudad.
Paseando cerca del Gran Canal por el mismo barrio de Dorsoduro, llegaremos al Campo de San Vio. Esta amplia plaza sirvió como decorado de la terraza de la ficticia Pensione Fiorini, donde se alojaba Katharine Hepburn en ‘Locuras de verano’; un poquito más adelante, en el Campo de San Barnaba, la actriz se caía a las aguas del canal mientras hacía una fotografía.
En esta misma plaza, en la película ‘Indiana Jones y la última cruzada’, Harrison Ford penetraba en la iglesia de San Barnaba en busca de pistas para localizar a su padre (Sean Connery) desaparecido. Unos minutos después salía a través de una alcantarilla situada en medio de la plaza ante la atónita mirada de los turistas. El templo, erigido hacia el siglo VIII, reconstruido en el XVIII y hoy desconsagrado, acoge una exposición permanente de Leonardo da Vinci.
Los callejones que desembocan en el Gran Canal conducen hasta uno de los palacios venecianos más bonitos, Ca’ Rezzonico, que alberga un museo de arte del siglo XVIII. En la orilla opuesta se alza el edificio de mármol blanco del palacio Grassi, el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad, que ocupa una parte del Campo San Samuele. Un tercer palacio imprescindible se halla en esta misma plaza: el de Malipiero, en cuyas salas Giacomo Casanova sedujo a decenas de damas.
De nuevo rumbo a Rialto, cruzamos plazas tan encantadoras como Santa Margherita, San Pantalon y San Tomà hasta salir al Campo San Polo. Este es el corazón del barrio donde vive el comisario Guido Brunetti, el personaje creado por la estadounidense Donna Leon, que reside en Venecia desde hace décadas. Cada mañana el policía sale de su casa y se dirige hasta el puente de Rialto, su lugar preferido para hacer un alto al mediodía y tomarse una copita de vino blanco acompañada de una tapa en algún bar o restaurante de la zona.
Pero Brunetti suele tomar el café al otro lado del puente de Rialto, en el Campo San Bartolomio. Su creadora vive por esa zona, en las cercanías del animado Campo Santa Maria Formosa, no muy lejos del conjunto arquitectónico de la Basílica dei Santi Giovanni e Paolo y la Scuola Grande di San Marco, que alberga el hospital de la ciudad.
Corto Maltés, otro personaje de ficción célebre, también está presente en esta zona. En la calle del Rio Terà dei Birri se encuentra la Casa de Corto Maltese, el museo dedicado al personaje de cómic creado por el dibujante italiano Hugo Pratt.
Estamos a pocas travesías del bonito barrio de Cannaregio, fragmentado por tres canales paralelos y lleno de rincones sugerentes. La plaza del Ghetto judío, la Fondamenta della Misericordia y el Campo de l’Abazia son mis preferidos, aunque muchos venecianos sugerirían seguir la calle de la Corte Vecchia hasta la iglesia de la Madonna dell’Orto, que aparece bellamente retratada en la película ‘Retorno a Brideshead’ (2008), basada en la novela de Evelyn Waugh de 1945. Un final de película para este paseo por la Venecia más literaria y cinematográfica.
Desde hace ya varias semanas que me estoy volviendo tarumba con la petición de amigos y conocidos de que les dedique mi libro Venecia de cine.
Me pasa también con el tema de las presentaciones públicas. Hablar de un libro que físicamente no puedes tocar. Bueno, sí, en la tableta o el móvil, pero ya me entendéis. Al final creo que optaré por un PowerPoint, aunque dicen que está un poco demodée.
¿Qué puedo hacer? He mirado algunos artículos, incluido ¿Cómo se firma un libro electrónico?, de Fernando García Mongay, que a su vez se refiere a aplicaciones como Autography y otras soluciones paliativas.
Creo que al final haré copias de la portada y se la entregaré al lector que adquiera el libro. O me haré un autorretrato con él y se lo firmaré digitalmente con el Photoshop.
Si tenéis sugerencias, estoy más que dispuesto a haceros caso.
Hace ya un tiempo, tuve una breve charla sobre periodismo a través de Twitter con dos colegas muy interesantes: el argentino Roberto Guareschi y el chileno Guillermo Culell.
Aquí os dejo lo escrito. Fue el 10 de marzo del 2012 y lo recupero en el blog, en las pruebas que estoy haciendo con Storify.
Hace unos días, en una clase de periodismo digital, el profesor citó como herramienta de trabajo en la web a Storify.
En Clasesdeperiodismo.com lo explican así:
«Es una manera de contar historias usando contenido de los llamados medios sociales. Permite compartir tuits, actualizaciones en Facebook, fotos (también de Flickr e Instagram), sonidos y videos. Las historias que se crean son interactivas y fáciles de compartir e insertar en sitios web»
En efecto, he hecho esta prueba y es fácil. No deja de ser un copiar-y-pegar que adquiere forma de imagen embebida en tu web o en tu blog. Bonito y barato. La originalidad está en lo que explican los otros en los recortes que incorporas a tu sitio.
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