Maite Cebrián, hacia 1978 Maite Cebrián, hacia 1998

Para mi, este nombre siempre estará asociado al de Maite Cebrián, a quien hoy damos el último adiós en el Tanatorio de Les Corts de Barcelona. Era un día gris, tristón, y el cielo lloraba.
Fue una de las primeras amigas que conocí en Barcelona, hacia finales de 1977. Ella tenía entonces 37 años, más o menos los del retrato que os muestro, y ya era todo un ejemplo de superación.
Simpática, con carácter, buena gente, Maite era la minusválida más válida que he conocido nunca. Algunos sólo veían su silla de ruedas o sus bastones. En Hollywood hubieran hecho ya una película con su vida.
Durante muchos años fue telefonista en la SER («Radio Barcelona, diguim«) y allí siguió al mismo tiempo que se presentaba a las pruebas de acceso a la Universidad para mayores de 25 años y entraba luego a la Facultad de Periodismo de la Autónoma de Bellaterra. No dejó de ir a clase ni un solo día. Era del turno de tarde, porque a primera hora de la mañana ya estaba como un clavo en la radio, trabajando. En el verano de 1982 obtuvo el título de Periodismo al mismo tiempo que un puñado de estudiantes, como yo mismo, que seguimos siendo amigos suyos desde entonces, hace más de 30 años.
Hablar de Maite es hablar también de Francesc, del doctor Alcaraz, gran odontólogo bien conocido entre periodistas, actores y gentes del mundo del espectáculo, que acudimos a su consulta a horas intempestivas.
Es quien aparece detrás de la silla, que empujaba hace unos años mi hijo, Aritz, en esa otra foto, hacia finales de los años 90.
Hoy todos le acompañamos en su tristeza.