Como sabéis, y un par de libros escritos por mí así lo atestiguan, Venecia siempre me ha fascinado. Me he pateado la ciudad unas cuantas veces y, aún así, sigue siendo casi una desconocida. Las penúltimas, en invierno, cuando menos turistas hay y más auténtica es. Y la última, por ahora, en enero de 2020, pocas semanas antes de la llegada de la puñetera pandemia de covid-19.
A lo que iba. Un buen día, creo que al filo del año 2000, descubrí las entretenidas novelas del inspector veneciano Guido Brunetti, el personaje creado por Donna Leon en 1992, en la novela ‘Muerte en La Fenice’.
Esta profesora y escritora estadounidense de 78 años, estudió en Italia cuando era joven e incluso trabajó como guía turística en Roma, vivió un tiempo en Londres y luego trabajó como profesora de idiomas en escuelas de EEUU en Suiza, Irán, China y Arabia. En 1981 se instaló en Venecia mientras trabajaba (lo hizo hasta 1995) en una delegación de la Universidad de Maryland en la Base de la Fuerza Aérea de EEUU en Vicenza.
Fue ya en el año 2005, cuando había leído la mayor parte de las novelas de la autora (14 entonces, hasta ‘Piedras ensangrentadas’), me planteé trazar una posible ‘ruta Brunetti’ por los escenarios habituales del personaje, las calles, plazas y muelles, por donde caminaba.
Contacté con la escritora. A lo largo de dos entrevistas, una, a través del correo electrónico, y otra, en persona, durante el primer Encuentro de Novela Negra Europea, que se celebró en el CCCB de Barcelona en enero de 2005, Donna Leon fue muy amable al revelarme algunos detalles de su vida cotidiana en Venecia y de los escenarios de sus novelas.
Y así, varios meses y 500 fotos más tarde, todo ello desembocó en un reportaje que apareció publicado el 14 de julio de 2005 en el suplemento ‘Libros’ de El Periódico de Catalunya, y cuyo texto os reproduzco a continuación (en su día, hice una copia en este otro blog).
La Venecia de Brunetti: un paseo por los escenarios clave de la serie policiaca de Donna Leon
El barrio de San Polo: un piso muy céntrico
“Brunetti vive cerca de Campo San Polo”, me explicó Donna Leon. Si uno mira un mapa de la ciudad de los canales, el barrio (‘sestiere’) de San Polo es geográficamente el ombligo de Venecia, aunque el de San Marco sea el más turístico. Es el barrio más pequeño de la ciudad de los canales, en el que viven muchos venecianos y en el que se pueden encontrar muchos bares, restaurantes, tiendas y comercios, y el famoso mercado y puente de Rialto.
La familia de Guido Brunetti la integran su esposa Paola y sus hijos Chiara y Raffi. Su domicilio está situado en un último piso de un edificio de cuatro alturas, detalle que la autora especifica así, en la primera novela, ‘Muerte en La Fenice’ (1992): “Subió los 94 escalones hasta su apartamento del cuarto piso”. Es un palazzo, aunque no como el de su suegro, el conde Failer, o los del Gran Canal, cuya estructura original data del “siglo XV” y cuyo último nivel fue edificado ilegalmente hacia los años 50, algo que se explica en ese primer libro de la serie y que es descubierto por un funcionario del catastro veneciano en el título ‘Amigos en las altas esferas’ (2000).
Se trata de un piso agradable de cuatro habitaciones, pero con un solo baño, con vistas sobre los tejados de la ciudad. La escritora explica que en su momento se inspiró en un piso real, propiedad de unos amigos: “La casa existe. Es fácil de encontrar. Se camina de Rialto hacia Campo San Polo y, tras superar la floristería Biancat, poco después de San Aponal, un poco más adelante, a la izquierda, hay una calle estrecha que acaba en ese edificio”.
Como todas las casas venecianas, la del comisario se encuentra al final de una larga y estrecha escalera, que así evita las famosas mareas altas (la ‘Acqua alta’ que da título a una de sus novelas) que inundan las zonas bajas de la ciudad. Por ello, viviendas y locales situados a nivel de la calle suelen colocar unos tablones de madera o planchas metálicas que cubren las entradas en cuanto suena la sirena que avisa de la subida de las aguas. Para el turista es una distorsión, pero para los venecianos es normal: usan pasarelas de madera y botas de goma para recorrer la ciudad.
El Mercado de Rialto: compra y cocina
Los Brunetti hacen la compra diaria en el mercado de Rialto. Van temprano, porque esta parte de Venecia es el centro comercial de la ciudad y lugar de paso casi inevitable para los miles de turistas que a diario se dirigen hacia la Piazza San Marco. “¿Es que no tienen mercados en su país ¿No venden comida allí “, se queja Paola Brunetti en una de las novelas. Sucede que Rialto, su puente y sus alrededores son objetos preciados para los fotógrafos.
A los puestos de pescado, carne, frutas y verduras del mercado de abastos acuden cientos de venecianos con sus carritos de la compra. Éstos, a diferencia de los habituales, calzan unas ruedas más grandes para salvar con facilidad los escalones de los pequeños puentes que salvan los innumerables canales de la ciudad. Tampoco es inusual ver a los vecinos con el carrito en dirección a la Piazzale Roma para tomar un autobús e ir a comprar a grandes superficies comerciales de Mestre. La diferencia de precio con Venecia es tan notable que el viaje merece la pena.
Paola Brunetti es la cocinera de la familia. Dice Donna Leon que a su personaje, profesora de Literatura en un instituto e hija de un conde, le gusta cocinar. Tiende hacia la cocina tradicional. Guido, su marido, asegura estar “saturado de la nueva cocina”. Entre los sabrosos platos que pueden leerse en las novelas hay de una lasaña a unos involtini con jamón y corazones de alcachofa y un risotto con jengibre; de un pez espada con gambas y salsa de tomate a un estofado de cordero a la polenta… Y todo ello regado con un vino blanco pinot grigio. De postre, fresones con mascarpone.
Entre San Polo y Rialto: vinos y quesos
En general, el comisario va y viene andando desde su casa a la oficina. Y si tiene prisa, toma el vaporetto en la parada de San Silvestro, a la que se accede a través de un oscuro y feo túnel que sale a la pequeña plaza homónima.
En ese trayecto a pie, por la tarde, y de regreso a casa, Brunetti suele pararse a comprar en las tiendas de las calles adyacentes a Rialto, evitando las situadas junto al puente.
Donna Leon ofrece un par de pistas: “Mis tiendas favoritas son La Baita, donde desde hace 20 años compro todo tipo de quesos, y Mascari, donde suelo comprar frutos secos, pesto, aceitunas y pasta”, explica.
Este último establecimiento es un clásico. La antigua Drogheria Mascari está situada en la misma Via San Polo, 381, junto a la Ruga dei Orefici, y su colorido y abigarrado escaparate es apabullante: vinos y aguardientes italianos, dulces, turrones, cafés e incluso regaliz. Y especias, de todos los tipos, orígenes, olores y sabores.
No sería extraño, pues, que Brunetti comprara aquí ese prosecco que suele tomar con Paola, ese fresco, afrutado y rico vino blanco espumoso algo similar al cava. O el café de la mañana o la grappa que toman tranquilos después de la comida.
Regentada por un par de atareados empleados, La Baita es una minúscula parada situada en la esquina de la Ruga dei Orefici con la Ruga Vecchia de San Giovanni. Tienen todos los quesos y el mejor parmesano, aunque al lado del Gran Canal, en el Campo Erbaria, hay otra excelente. Ninguna de ellas es barata. Nada en Venecia lo es.
Campo Santo Stefano: el último caso del comisario
En la novela ‘Piedras ensangrentadas’ (2005), un inmigrante ilegal, un ‘vu cumprá’, como los denominan los venecianos, es asesinado a tiros en Campo San Stefano en los días previos a las fiestas navideñas. La escritora hace referencia a un problema de nuestros días: la presencia de los sin papeles en las ciudades y su utilización por mafias de diverso signo.
En Venecia, estos inmigrantes se sitúan cerca de la Piazza San Marco, en las calles adyacentes y en las rutas turísticas, sobre todo al caer la noche, cuando las puertas de las boutiques de la zona ya han cerrado. Son chicos jóvenes, negros en su mayor parte, que ofrecen perfectas imitaciones de bolsos de Prada, Gucci o Louis Vuitton a precios irrisorios si se los compara con las lujosas tiendas situadas a sus espaldas.
Campo San Stefano, donde se sitúa el crimen inicial, es una gran plaza, situada entre el Palazzo Grassi –que durante los últimos meses de 2004 e inicios de 2005 exhibía una gran muestra dedicada a Dalí– y el teatro de La Fenice, la emblemática sala de ópera recuperada tras el devastador incendio que la destruyó en 1996, un lugar muy apreciado por Leon, reputada melómana.
En San Stefano se instala un mercadillo navideño, presidido por un gran arco de madera y con una veintena de paradas artesanas; las más decoradas tienen la forma de casitas de madera prefabricada y llenas de luces de colores. Allí, el turista que afronte el frío invierno veneciano podrá encontrar, como explica la novela, “quesos de corteza oscura de Cerdeña; aceite y queso de la Toscana; salami de todos los diámetros y longitudes de la Reggio d’Emília”, así como dulces y típicos regalos de esas fechas.
La Jefatura: un discreto lugar de trabajo
Guido Brunetti es comisario de la policía veneciana. Es funcionario de grado superior, por encima de los agentes uniformados y de los detectives o inspectores de paisano. Sólo tiene por encima en la escala al vicequestore, el engreído Giuseppe Patta, y al questore, que rara vez aparece en las novelas.
La sede de la jefatura (questura) de ficción aparenta ser más grande de lo que en realidad parece desde fuera: un edificio de cuatro alturas cuyo único distintivo oficial es la bandera de Italia y un par de rótulos, uno de ellos con las palabras Polizia di Stato sobre una puerta verde no muy grande de dos hojas. Está situada en la Fondamenta San Lorenzo, o muelle del río homónimo, frente al puente y la plazoleta del mismo nombre.
En el recorrido hacia su casa, Brunetti, gira a la izquierda por la callejuela de Borgoloco San Lorenzo, pasa por encima del puente Novo, sigue por la calle y el Campo Santa Maria Formosa, el puentecito y la calle Mondo Nuovo.
En esta estrecha callejuela, en el número 5.801, se encuentra uno de los restaurantes preferidos de Donna Leon, el Alle Testiere, un minúsculo local de una decena de mesas, regentado por el chef Bruno Gavagnin, autor de una cocina de base tradicional con atrevidos toques modernos. No es un local para todos los bolsillos, pero su calidad –sobre todo el pescado– es excelente.
De Mondo Nuovo, Brunetti suele girar a la derecha por “un laberinto de pequeñas calles”, como San Lio, San Antonio y Bissa, Campo San Bartolomeo y Rialto. En ‘Vestido para la muerte’ (1994), por ejemplo, camina de Campo San Fantin hasta San Luca y Rialto.
El Ospedale Civil: escenarios menos conocidos
Venecia tiene zonas apenas transitadas por el turista de visita rápida, lugares que Donna Leon sí descubre a lo largo de sus obras. Es impensable una gran ciudad sin su hospital, y la capital del Véneto tiene varios, entre los que destaca el Hospital Civil (Ospedale Civile), en el Campo SS Giovanni e Paolo.
En un canal cercano aparece la víctima de ‘Muerte en un país extraño’ (1993). El forense amigo de Brunetti, Ettore Rizzardi, está peleado con la dirección del Hospital Civil, y prefiere realizar las autopsias en San Michele, la isla-cementerio situada enfrente. El comisario también ha tenido sus más y sus menos con alguno de los forenses y médicos de urgencias del centro.
Este hospital, ubicado en el dorso de Cannaregio, se encuentra en la Fondamenta Nuove, la zona de vaporettos que van y vienen de Murano, la isla de los artesanos del vidrio, y a Burano, la de las encajeras. No son islas habituales en las obras de Leon, si bien la autora está pensando en un caso que, revela, “pasará en Murano”. En efecto, al año siguiente publicaría ‘Veneno de cristal’ (2006), ambientada en ella.
En cambio, hay otras islas y zonas de la laguna que sí han sido escenarios de algún caso, como Pellestrina, en ‘Un mar de problemas’ (2001). Como se explica en su trama, ésta es una isla de pescadores, alargada como la del Lido y situada justo al sur de ésta. De hecho, si el turista lo desea, se puede visitar en un autobús que se toma con un billete combinado con el vaporetto.
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