Vayan por delante algunas verdades: no soy futbolero, pero me gusta el buen fútbol; mi equipo es el Athletic de Bilbao, pero los dos últimos años he disfrutado con el juego del Barça de Pep Guardiola; y en caso de duda, prefiero una buena película (en el cine, si es posible) a un buen partido de fútbol.
Me ha parecido excesivo la tiempo que TV-3, la televisión pública catalana, le ha dedicado al tema de las elecciones del Barça, con sus prolegómenos, campañas, debates y votaciones, ayer. Horas y horas en antena. Como bien dice el colega Ferran Monegal, hoy, en El Periódico.

No recuerdo ningún despliegue semejante en materia de elecciones políticas, ni en la del president de la Generalitat, que afecta a la totalidad de los catalanes. O sea, que esta hermosa excitación de la Televisió de Catalunya demuestra la mucha necesidad que hay de seguir contando con el Barça como salvador de las audiencias y, también, como principalísimo ingrediente monetario.

Todo en el Barça es un poco excesivo. En efecto, es un club que es más que un club, pero también sólo un club, privado, con sus socios y dirigentes, y el mejor fútbol de la Península en estos momentos.
El fútbol, en efecto, atrae a millones de espectadores de todo el mundo… pero también hay otros muchos millones de personas que ven otras cosas mientras se disputan esos partidos líderes en audiencia.
Pero una cosa es la pelota que rueda en el campo y otra, los despachos. Por eso, ayer, los espectadores hicieron zapping y se fueron a otras cadenas.