Ha muerto Josep Maria Huertas Claveria, amigo y maestro.
El título de maestro lo pueden esgrimir muy pocos profesionales del periodismo, entre otras cosas porque se precisa una generosidad que a muchos les falta a la hora de enseñar a otra persona, de transmitir aquello que saben con nobleza y sin ningún interés.
Huertas era de esa pasta.
Le conocí en el verano de 1979, en el diario Tele/eXpres. Yo era un joven estudiante de Periodismo de 22 años que quería trabajar a toda costa, incluso sin cobrar ni un duro, y me planté en la redacción con tal pretensión. Él era el jefe de la sección local y supongo que fui tan insistente que, tras consultarlo con alguien, accedió finalmente a tenerme a prueba durante 15 días.
Creo recordar que la primera noticia que me encargó fue un breve de 15 líneas. Tardé un buen rato en escribirla y se la presenté ufano: me pegó cuatro tachones y me indicó los fallos; la tuve que redactar tres o cuatro veces antes de lograr su aprobación.
Al cabo de aquellas dos semanas, que fueron todo un curso de redacción práctica, Huertas me anunció que la empresa me contrataba como sustituto para el verano, “pero cobrando; aquí nadie ha de trabajar sin cobrar”, me dijo.
A lo largo de los años me he ido encontrando con Huertas y siempre ha sido un referente ético y personal para mí y para otros muchos colegas. Me sentía unido a éstos en una especie de colectivo espiritual, el de los llamados “huertamaros”, un término acuñado quizá por Sagarra, pero que nos definía: aquéllos que le sentíamos como amigo y maestro.
Ahora nos hemos quedado un poco huérfanos.