Carles Geli es el jefe del suplemento de Libros del diario El Periódico. Lector y trabajador infatigable, proviene de esa escuela de periodistas que ama su profesión… y que a veces la sufre.
Pues bien, ayer hablabámos del placer de escribir y, consiguientemente, de leer lo que otros escriben. Hablábamos de La memòria dels plats (La memoria de los platos), el último libro de Pau Arenós, uno de los periodistas que mejor escriben en Barcelona.
Comentábamos, no sin cierta sana envidia, la capacidad de nuestro colega de plasmar con (aparente) facilidad pasmosa un puñado de metáforas brillantes para describir y definir la esencia de platos de cocina de toda la vida.
Es una forma de escribir admirable, como lo es el propio final de la crítica que Geli había escrito (desde casa, en unos días de descanso que tenía, porque el trabajo diario en una redacción hace difícil poder escribir con calma) sobre el libro de Arenós: «Es como una tostada acabada de hacer, con aceite extravirgen bautismal y un pellizco de sal. Parece nada y lo es todo».
El buen periodismo también es buena literatura.