Hace un año, hice un viaje a Huelva del que surgieron un par de reportajes: uno, de la zona de Ayamonte, la que toca a Portugal, y otro, de la fronteriza con Cádiz, la de Doñana y El Rocío.
Y ahora que vuelven a salir las carretas hacia la ermita de la virgen, he pensado que igual os hace gracia echarles una ojeada, por si os decidís a viajar a esa zona.
Os dejo aquí el texto íntegro, por si os apetece leerlo. También os enlazaré pronto a los archivos en pdf, para que les déis un vistazo.
Fa un any, vaig fer un viatge a Huelva del qual van sorgir un parell de reportatges: un, de la zona de Ayamonte, la que toca a Portugal, i un altre, de la fronterera amb Cadis, la de Doñana i del Rocío.
I ara que tornen a sortir les carretes cap a l’ermita de la verge, he pensat que potser us fa gràcia donar-los un cop d’ull, per si us decidiu a viatjar a aquesta zona.
Us deixo aquí el text íntegre, per si us ve de gust llegir-lo. També us enllaçaré aviat als arxius en pdf, perquè els doneu una ullada.
VIAJES
Ayamonte, ciudad frontera
Situada junto a la desembocadura del Guadiana, la localidad cuenta con amplias playas de arena dorada y el Algarve portugués a tiro de piedra
Si tomamos un mapa de España y trazamos una diagonal desde el cabo de Creus hasta Andalucía, junto a la frontera con Portugal, al extremo de esa línea nos topamos con Ayamonte, la última ciudad de Huelva. Situada junto a la desembocadura del Guadiana, con el perfil del puente internacional en un extremo y amplias playas de arena dorada en el otro, esta pequeña localidad atlántica merece una visita tranquila. Una escapada de fin de semana o de unas pequeñas vacaciones, que siempre podemos prolongar si la convertirmos en base para descubrir el bello Algarve portugués.
En la actualidad, llegar a Ayamonte desde Catalunya es relativamente sencillo. Si se opta por vuelos low cost, el aeropuerto de Sevilla es el más cercano a la capital onubense y está situado a 150 kilómetros de esta localidad fronteriza. marcada por el perfil del puente internacional sobre el Guadiana. Son 666 metros que acercan España y Portugal, ahorrando la travesía en el ferry que unía, y aún une, la ciudad onubense con Vila Real de Santo António, justo enfrente.
Ubicada en un extremo de la Costa de la Luz, con las doradas playas de Isla Canela y de la Punta del Moral, dentro del término municipal, y el paraje natural de las marismas de Isla Cristina, de gran interés biológico un poco más lejos, la ciudad ofrece mucho más.
Si nos centramos en el aspecto histórico, Ayamonte tiene un origen poco claro que remite a los iberos: asentados en la parte alta de la localidad, sus pobladores la denominaron Aya (montaña) y desde allí controlaron la desembocadura del Guadiana. La llegada de los romanos consolidaría el nombre de Monte de Aya o Aya Montis y de aquí el Ayamonte actual.
Un paseo por la población podría empezar, precisamente, en lo alto de la montaña, en los jardines del parador. Una placa informa de que allí hubo un castillo ocupado por los árabes hasta el primer tercio del siglo XIII y que se lo disputaron cristianos y musulmanes. «En el siglo XVII, cuando la sublevación de Portugal, tomó nuevo protagonismo, pero quedó en estado de semirruina. El terremoto del 1 de noviembre de 1755 lo arruinó totalmente», se explica. Visto hoy, con perspectiva, se estima que el seísmo de Lisboa, como así se le llamó, por los destrozos que causó en la capital portuguesa, tuvo una magnitud aproximada de un 9 en la escala de Richter, la misma que el terremoto y tsunami de Japón del pasado 11 de marzo. Pese a que su epicentro se situó en algún punto del océano Atlántico, pero a menos de 300 kilómetros de la costa lisboeta, la gran duración del seismo, en varias fases, y su potencia, provocó la muerte de más de 60.000 personas, 1.000 de ellas en Ayamonte.
No hay nada, actualmente, que recuerde la tragedia que asoló, sobre todo, el Algarve, y muchas ciudades del sur de España. El castillo, de irregular planta poligonal, tenía dos baterías (con cinco cañones cada una), torre del homenaje, capilla, aljibes y polvorín. Quedó arrasado y sobre sus restos se alzó, en 1963, el Parador de Turismo Costa de la Luz.Ubicada en la Costa de la Luz, en su litoral están las playas de Isla Canela y Punta del Moral
El paseo iniciado en los jardines del Parador permite entrar en Ayamonte desde lo alto, atravesando el barrio de la Villa, el más antiguo, con calles inclinadas y retorcidas, casas bajas pintadas de cal. Se puede tomar la calle de Tras las Campanas, para observar la bonita iglesia del Salvador, y proseguir por Galdames, cuesta abajo, hasta llegar a la plazoleta del Boquerón.
El lugar no tiene nada que ver con el famoso pececillo, sino con el gran colector donde convergían las aguas pluviales de la zona y que, dada su longitud, dio pávulo a leyendas relativas a secretos pasadizos subterráneos que en el pasado podrían haber unido el castillo de Ayamonte y la fortaleza portuguesa de Castro Marim, justo enfrente, al otro lado del Guadiana.
IGLESIAS Y EL ROCÍO
Bajando un poco más, podemos desviarnos hacia el río, hacia la barriada de los marineros, un conjunto de casas de los años 50, en el que destaca el singular grupo de viviendas Federico Mayo. La otra opción es dirigirnos hacia el barrio de la Ribera, en cuyo itinerario aparecen ante el viajero la capilla del Socorro y las iglesias de San Sebastián y de San Francisco, un antiguo convento franciscano que fue declarado monumento nacional en 1985.
Hay que recordar que la hermandad rociera de Ayamonte es la primera de la provincia de Huelva en iniciar la peregrinación hacia la aldea de El Rocío con motivo de la celebración de la famosa romería.
En este céntrico barrio, que acumula comercios y restaurantes, también destacan coquetas plazoletas y plazas, y edificios de interés, como el de la plaza de toros, el ayuntamiento, el convento de Santa Clara y las iglesias de San Antonio, de las Angustias y de la Merced, así como el Teatro-Cine Cardenio, que acoge una parte del Festival Internacional de Música de la ciudad.
CANELA Y PUNTA DEL MORAL
Pero lo que muchos visitantes buscan en Ayamonte son sus playas. Si necesidad de desplazarse a las algo más lejanas de Isla Cristina, cuyas marismas fueron declaradas paraje natural protegido en 1989, la localidad cuenta con las de Isla Canela y las de Punta del Moral, a media docena de kilómetros del centro, y unidas por tranquilas carreteras flanqueadas por magníficos carriles para bicicletas. Toda la provincia está llena de ellos.
La primera, Canela, es la situada junto a la desembocadura del Guadiana y forma una curva de arena dorada que hace las delicias de los amantes de los deportes de agua y viento, como el windsurf y el kitesurf. Una larga playa que no tiene nada que envidiar a la de Tarifa, por ejemplo, situada kilómetros al sur.
La segunda, la Punta del Moral, un enclave descubierto ya por los romanos (hay un mausoleo que da fe de ello), es una playa de un kilómetro de largo y 60 metros de ancho, que se asoma al Atlántico frente a las marismas de Isla Cristina, en la desembocadura del pequeño río Carreras. Fue una antigua aldea de pescadores, donde conviven viviendas tradicionales con apartamentos de temporada y hoteles de las principales cadenas.
EL ALGARVE PORTUGUÉS
Esta bella región, situada al sur y la más visitada de Portugal, está unida a Andalucía por el puente internacional. Lo lógico es dejarla para una escapada más larga, pero si uno está en Ayamonte, es una pena no hacer una corta visita, al menos, hasta Tavira, una encantadora ciudad del distrito de Faro, a menos de 40 kilómetros.
Puede decirse que Tavira ostenta el curioso récord de tener 37 templos para unos 10.000 habitantes. Es un placer recorrer sus calles y visitar sus diferentes iglesias, como las de Santa María, San Telmo o Nuestra Señora de las Ondas. O la de Santiago, edificio medieval construido en la primera mitad del siglo XIII, de una sola nave, que alberga varios apreciables retablos.
DELICIOSA GASTRONOMÍA
Pero además de estas paradas obligadas en este recorrido cultural, lo que el visitante no deja de hacer en esta ciudad, y en esta zona, es degustar su amplia riqueza gastronómica, en la que destacan los mariscos, entre ellos sus reconocidos percebes del Cabo de San Vicente y las ostras, almejas y navajas.
Y sus pescados frescos, excelentes a la parrilla; chicharros a la plancha, sardinas asadas. Como en Ayamonte, en esta zona también es muy sabroso el filete de atún, los calamares y chipirones y el delicioso pulpo del barrio de Santa Luzia.
De vuelta hacia España, una parada aconsejable es la de Vila Real de Santo António, la pequeña ciudad portuguesa situada justo frente a Ayamonte y a la que se puede regresar tomando los transbordadores que cruzan el Guadiana.
Tras rodear la zona de Vila Nova de Cacela y la de Monte Gordo, visitar el faro y pasear por el largo espigón que se adentra en el océano Atlántico, en un rompeolas lleno de pescadores aficionados, todo ellos frente al perfil de la ciudad andaluza, es una delicia. A solo seis kilómetros del centro están las playas de Isla Canela y la Punta del Moral
De El Rocío a Doñana
Una ruta desde los lugares colombinos, moguer y Palos hasta la desembocadura del guadalquivir
Nadie suele pensar en Andalucía fuera del verano y, en cambio, es esta quizá una de las mejores épocas del año para disfrutarla sin agobios ni calores. Claro que, para eso, al viajero le ha de gustar la soledad de unos parajes que se extienden desde Palos de la Frontera, punto de partida del primer viaje de Cristóbal Colón hacia América, situado a muy pocos kilómetros de la capital onubense, casi en la desembocadura del río Tinto, hasta la aldea de El Rocío y el Parque Nacional de Doñana, con el estuario del Guadalquivir y la gaditana Sanlúcar de Barrameda ya en la otra orilla del río como límites.
Para llegar hasta Huelva, la opción más cómoda es el avión. En la actualidad, un vuelo de bajo coste hasta Sevilla puede salir a a partir de 90 euros, ida y vuelta. Este tipo de viaje obliga, eso sí, a alquilar también un coche para poderse mover con facilidad por unas zonas en las que el transporte público es irregular.
Empezamos esta ruta por los lugares colombinos de la provincia de Huelva en Moguer, villa que nutrió de muchos marineros a las carabelas de Colón y que también alberga la casa natal del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez y el Museo Zenobia y Juan Ramón, un edificio del siglo XVIII con patio andaluz que conserva enseres, libros y objetos personales del poeta.
Con un núcleo urbano un tanto laberíntico, podemos empezar junto a la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada, que el poeta alabó en Platero y yo de esta forma: «La torre de Moguer de cerca parece una Giralda de lejos». Después nos situamos junto al monumento a Colón, en la plaza de las Monjas, para observar la fachada del Monasterio de Santa Clara, cuya abadesa, Inés Enríquez, fue una pieza; el clérigo rodeado de una valla blanca; el convento de San Francisco, actual sede del Archivo Histórico Municipal y Biblioteca Iberoamericana y las ruinas del antiguo castillo.
Salimos de Moguer hacia el sur para dirigirnos a Palos, el otro gran polo de atracción de los lugares colombinos de la provincia de Huelva. En su término municipal está el Monasterio de la Rábida, un convento franciscano de los siglos XIV y XV, en el que se hospedó Cristóbal Colón años antes de partir hacia América y en el que se encuentra enterrado Martín Alonso Pinzón, quien falleció pocos días después de regresar del primer viaje colombino.
Pese a que el terremoto de Lisboa de 1755 dejó malparado el edificio, posteriormente reformado, en su interior destacan su iglesia gótico-mudéjar, el claustro, los frescos de Daniel Vázquez Díaz que decoran algunas estancias y el museo, donde se conservan objetos referentes al descubrimiento de América.
En la dársena cercana al monasterio se encuentra el Muelle de las Carabelas, un museo donde desde 1994 se encuentran las reproducciones de La Niña, La Pinta y La Santa María , construidas en 1992 para celebrar el quinto centenario del descubrimiento de América y que estuvieron en la Exposición Universal de Sevilla 92.
Si tomamos la carretera A-494, que sigue la costa, hacia Mazagón y Matalascañas, podemos acercarnos a la Ermita de El Rocío, situada en la aldea homónima, en el término municipal de Almonte. Para quien no lo conozca, es preciso aclarar que se trata de un poblado con calles de tierra y arena, sin asfaltar, en las que el polvo se levanta al paso de caballos, carros y coches, que no pueden circular por ellas durante el fin de semana de la romería.
La hermandad almonteña es la encargada de organizar los cultos y la famosa y multitudinaria romería dedicada a la Virgen del Rocío, cuya imagen se encuentra frente al altar, en el presbiterio, protegida por una reja.Esta es quizá una de las mejores épocas del año para disfrutar de Andalucía sin agobios.
Si lo que el viajero desea es tranquilidad, lo aconsejable es visitar el poblado y la ermita en fechas diferentes a las de la romería. Pero si desea vivir de cerca el fenómeno, reserve alojamiento con tiempo y asuma con paciencia los problemas causados por miles de personas que ocupan las carreteras locales a pie, a caballo y en carros y carromatos, provocando largas colas de coches que esperan su turno para atravesar la ingente marea humana.
viSitAR doñana
Hasta el Parque Nacional de Doñana cierra sus puertas durante la semana de la romería, así que si el viajero desea visitarlo, eluda esas comprometidas fechas.
El famoso coto, usado como lugar de vacaciones por los presidentes del Gobierno Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, debe su nombre a doña Ana de Silva y Mendoza, una noble del siglo XVI, hija de los príncipes de Éboli y esposa del séptimo duque de Medina-Sidonia, el muy rico y ridiculizado Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor.
Pese a tener en su interior numerosas fincas privadas, Doñana se convirtió en Parque Nacional en 1969; fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994, y recibe cientos de miles de visitas al año. Si se quiere entrar en el interior del parque y realizar visitas guiadas, existen varias empresas especializadas que realizan excursiones en vehículos autorizados.
Como es natural, es la forma más rápida de conocer la zona, pero no la única. Entrar en ella a pie o en bicicleta es posible y gratuito. Solo es preciso informarse y solicitarlo.
Otra forma de recorrer este maravilloso entorno sin gastarse una fortuna es acudir a alguno o a todos los seis centros de visitantes del Parque Nacional, que están abiertos durante todo el año, menos durante la semana de la romería del Rocío y en Navidad. El acceso a los mismos es libre y gratuito, sin necesidad de realizar reserva previa.
El Acebuche
En esta ruta, Ideas+Teletodo ha visitado algunos de los del sector occidental de la provincia de Huelva, empezando por El Acebuche, un antiguo cortijo que también es un punto donde se pueden reservar itinerarios guiados en todoterreno por el parque. Este centro está situado a solo tres kilómetros de Matalascañas, en la carretera A-483.
Aunque no tenga excesivo interés, esta localidad turística es una conocida zona de veraneo, una urbanización que incluye dos iglesias, campo de golf, farmacias, oficina de correos y autobuses de transporte público hasta Huelva y Sevilla.
Una pista asfaltada de un par de kilómetros permite acceder al recinto desde la carretera principal entre las 8 de la mañana y las 7 de la tarde (hasta las 21.00 en verano).
En la recepción, los amables guías ofrecen todo tipo de información sobre el parque y las visitas posibles. La más sencilla es un sendero peatonal de kilómetro y medio que recorre la zona sur de la laguna del Acebuche, un antiguo embalse recuperado para la fauna acuática en los años 80, que consta de varios observatorios. Otro sendero peatonal, más largo, de tres kilómetros y medio, permite apreciar las zonas de cotos y pinares de las lagunas del Huerto y las Pajas.
El Acebuche alberga también una interesante exposición sobre el Parque Nacional que explica las características de Doñana como zona de humedales de importancia internacional y efectúa un recorrido por sus aspectos naturales y culturales más destacados. Un audiovisual completa la visita.
El otro centro de visitantes de la zona es La Rocina, ubicado a solo un kilómetro de la aldea de El Rocío, también en la carretera A-483. Aquí, el horario en invierno es de 9.00 a 19.00 horas (en verano, de 10.00 a 15.00 y de 16.00 a 20.00 horas).
Con parecidos servicios a los del Acebuche, aunque más pequeño, el centro permite un par de excursiones. La primera, el sendero peatonal del Charco de la Boca, que recorre la margen izquierda del arroyo de La Rocina a lo largo de 3,5 kilómetros y cuenta con cuatro observatorios para contemplar la fauna acuática.
el Palacio del Acebrón
La segunda, el Palacio del Acebrón, situado a seis kilómetros de La Rocina, al que se accede por una pista asfaltada. Pese a su aspecto y tamaño, no se trata de un edificio histórico, sino la residencia y pabellón de caza construidos a inicios de los años 60 por un particular, Luis Espinosa Fondevilla, un rico hacendado que moriría pobre. En el interior puede verse una exposición etnográfica, que refleja la historia de Doñana y de sus habitantes.
Un sendero peatonal que parte de la casa rodea un ensanchamiento natural del arroyo de la Rocina llamado Charco del Acebrón. Es un recorrido de un kilómetro y medio escaso, que permite apreciar la diversidad botánica de la zona.
Un poco más lejos, el centro de visitantes de Los Centenales se ubica en los límites del casco urbano de Hinojos, junto a la carretera A-484 que va de Hinojos a Almonte.
El coto ha sido usado como lugar de vacaciones por González, Aznar y Rodríguez Zapatero
Senderos peatonales de recorrido fácil y cómodo permiten conocer la fauna de la zona
El Parque Nacional de Doñana tiene seis centros de visitantes gratuitos que están abiertos todo el año.
PARADA Y FONDA
Mazagón, un parador único
Una escalera permite acceder a una larga playa virgen que bordea doñana hasta el guadalquivir
DÓNDE
Kilómetro 31 de la carretera de San Juan del Puerto a Matalascañas.
T: 959.536.300. www.parador.es De 90 a 155 euros.
EL PLUS
El incomparable paisaje donde está ubicado el hotel, con una larga playa que bordea el parque de Doñana y llega hasta la desembocadura del Guadalquivir.
No es exagerado decir que Mazagón es la playa de de El Rocío y del Parque Nacional de Doñana. Y tampoco, que el Parador Nacional del mismo nombre ofrece a sus huéspedes una situación incomparable que permite, si se quiere, caminar a lo largo de kilómetros de arena dorada hasta el río Guadalquivir, con la población gaditana de Sanlúcar de Barrameda en el otro lado de la desembocadura. El lugar está también en medio de otros espacios protegidos, como las marismas del río Odiel, las lagunas de Las Madres y el Estero Domingo Rubio, el humedal situado en estuario del río Tinto, en el término municipal de Palos de la Frontera.
Situado en el entorno que rodea a Doñana, el Parador de Mazagón no es el típico monumento histórico habitual en la cadena, sino un moderno edificio en forma de ele, en medio de un bosque de pinos y un espléndido jardín con piscinas al aire libre (hay otra, interior, climatizada, para esta época del año), todo ello ubicado frente a las increíbles aguas azules del océano Atlántico.
Y precisamente el acceso a la playa es uno de los muchos puntos a favor del hotel: una larga escalera de madera permite al huésped bajar directamente desde la piscina del parador hasta la arena. Si la persona es mayor o tiene algún tipo de dificultad física, esta no es una vía más fácil, pero siempre puede optar por el coche y descender por un caminito situado a escasos metros de las instalaciones hoteleras.
DE interés geológico
Y al llegar a la arena, otro bello descubrimiento de gran interés geológico, además de paisajístico: el acantilado formado por areniscas sobre el que se asienta el hotel adquiere bellas tonalidades que van desde las blancas y ocres hasta las anaranjadas y negras, estratificadas en caprichosas y onduladas formas geométricas.
En el kilómetro 33 de la carretera que une Mazagón y Matalascañas, está el Paraje Natural llamado Cuesta de Maneli, que alberga el Monumento Natural Acantilado del Asperillo. El sendero se ha cubierto con madera flotante para poder andar sobre la arena, ya que a lo largo de la costa se desarrolla un sistema de dunas que cambian de forma y tamaño gracias al oleaje y el viento.
Mazagón es, pues, un lugar idóneo para disfrutar de la naturaleza, en el que los amantes del cicloturismo tienen un atractivo más, ya que existe carril bici a lo largo de la carretera que pasa por delante del hotel. Además, se puede acceder gratuitamente a los caminos interiores del Parque de Doñana, tanto si se va en bicicleta como a pie.
En el interior del parador, las habitaciones son amplias, confortables y acogedoras con unas terrazas que se asoman al mar y permiten gozar de las hermosas panorámicas del lugar.
Dado que el hotel está alejado de la población más cercana, una buena idea es desayunar en el mismo parador y luego comer en cualquiera de los muchos y buenos restaurantes de la comarca.
Ya por la noche, lo ideal es aceptar la oferta culinaria del establecimiento, que coordina el chef Andrés Casas. El hotel reúne en su carta productos del mar y de la sierra, entre los que destacan platos que ningún viajero debería perderse como el jamón de Jabugo, los lomos y los patés ibéricos, las gambas blancas de Huelva, las coquinas y langostinos, el salmorejo (especie de gazpacho en forma de crema con pan tostado, jamón y huevo), el pez espada, los filetes de lubina y el pollo de corral.paradores.
VIAJES
Ayamonte, ciudad frontera
Situada junto a la desembocadura del Guadiana, la localidad cuenta con amplias playas de arena dorada y el Algarve portugués a tiro de piedra
Si tomamos un mapa de España y trazamos una diagonal desde el cabo de Creus hasta Andalucía, junto a la frontera con Portugal, al extremo de esa línea nos topamos con Ayamonte, la última ciudad de Huelva. Situada junto a la desembocadura del Guadiana, con el perfil del puente internacional en un extremo y amplias playas de arena dorada en el otro, esta pequeña localidad atlántica merece una visita tranquila. Una escapada de fin de semana o de unas pequeñas vacaciones, que siempre podemos prolongar si la convertirmos en base para descubrir el bello Algarve portugués.
En la actualidad, llegar a Ayamonte desde Catalunya es relativamente sencillo. Si se opta por vuelos low cost, el aeropuerto de Sevilla es el más cercano a la capital onubense y está situado a 150 kilómetros de esta localidad fronteriza. marcada por el perfil del puente internacional sobre el Guadiana. Son 666 metros que acercan España y Portugal, ahorrando la travesía en el ferry que unía, y aún une, la ciudad onubense con Vila Real de Santo António, justo enfrente.
Ubicada en un extremo de la Costa de la Luz, con las doradas playas de Isla Canela y de la Punta del Moral, dentro del término municipal, y el paraje natural de las marismas de Isla Cristina, de gran interés biológico un poco más lejos, la ciudad ofrece mucho más.
Si nos centramos en el aspecto histórico, Ayamonte tiene un origen poco claro que remite a los iberos: asentados en la parte alta de la localidad, sus pobladores la denominaron Aya (montaña) y desde allí controlaron la desembocadura del Guadiana. La llegada de los romanos consolidaría el nombre de Monte de Aya o Aya Montis y de aquí el Ayamonte actual.
Un paseo por la población podría empezar, precisamente, en lo alto de la montaña, en los jardines del parador. Una placa informa de que allí hubo un castillo ocupado por los árabes hasta el primer tercio del siglo XIII y que se lo disputaron cristianos y musulmanes. «En el siglo XVII, cuando la sublevación de Portugal, tomó nuevo protagonismo, pero quedó en estado de semirruina. El terremoto del 1 de noviembre de 1755 lo arruinó totalmente», se explica. Visto hoy, con perspectiva, se estima que el seísmo de Lisboa, como así se le llamó, por los destrozos que causó en la capital portuguesa, tuvo una magnitud aproximada de un 9 en la escala de Richter, la misma que el terremoto y tsunami de Japón del pasado 11 de marzo. Pese a que su epicentro se situó en algún punto del océano Atlántico, pero a menos de 300 kilómetros de la costa lisboeta, la gran duración del seismo, en varias fases, y su potencia, provocó la muerte de más de 60.000 personas, 1.000 de ellas en Ayamonte.
No hay nada, actualmente, que recuerde la tragedia que asoló, sobre todo, el Algarve, y muchas ciudades del sur de España. El castillo, de irregular planta poligonal, tenía dos baterías (con cinco cañones cada una), torre del homenaje, capilla, aljibes y polvorín. Quedó arrasado y sobre sus restos se alzó, en 1963, el Parador de Turismo Costa de la Luz.Ubicada en la Costa de la Luz, en su litoral están las playas de Isla Canela y Punta del Moral
El paseo iniciado en los jardines del Parador permite entrar en Ayamonte desde lo alto, atravesando el barrio de la Villa, el más antiguo, con calles inclinadas y retorcidas, casas bajas pintadas de cal. Se puede tomar la calle de Tras las Campanas, para observar la bonita iglesia del Salvador, y proseguir por Galdames, cuesta abajo, hasta llegar a la plazoleta del Boquerón.
El lugar no tiene nada que ver con el famoso pececillo, sino con el gran colector donde convergían las aguas pluviales de la zona y que, dada su longitud, dio pávulo a leyendas relativas a secretos pasadizos subterráneos que en el pasado podrían haber unido el castillo de Ayamonte y la fortaleza portuguesa de Castro Marim, justo enfrente, al otro lado del Guadiana.
IGLESIAS Y EL ROCÍO
Bajando un poco más, podemos desviarnos hacia el río, hacia la barriada de los marineros, un conjunto de casas de los años 50, en el que destaca el singular grupo de viviendas Federico Mayo. La otra opción es dirigirnos hacia el barrio de la Ribera, en cuyo itinerario aparecen ante el viajero la capilla del Socorro y las iglesias de San Sebastián y de San Francisco, un antiguo convento franciscano que fue declarado monumento nacional en 1985.
Hay que recordar que la hermandad rociera de Ayamonte es la primera de la provincia de Huelva en iniciar la peregrinación hacia la aldea de El Rocío con motivo de la celebración de la famosa romería.
En este céntrico barrio, que acumula comercios y restaurantes, también destacan coquetas plazoletas y plazas, y edificios de interés, como el de la plaza de toros, el ayuntamiento, el convento de Santa Clara y las iglesias de San Antonio, de las Angustias y de la Merced, así como el Teatro-Cine Cardenio, que acoge una parte del Festival Internacional de Música de la ciudad.
CANELA Y PUNTA DEL MORAL
Pero lo que muchos visitantes buscan en Ayamonte son sus playas. Si necesidad de desplazarse a las algo más lejanas de Isla Cristina, cuyas marismas fueron declaradas paraje natural protegido en 1989, la localidad cuenta con las de Isla Canela y las de Punta del Moral, a media docena de kilómetros del centro, y unidas por tranquilas carreteras flanqueadas por magníficos carriles para bicicletas. Toda la provincia está llena de ellos.
La primera, Canela, es la situada junto a la desembocadura del Guadiana y forma una curva de arena dorada que hace las delicias de los amantes de los deportes de agua y viento, como el windsurf y el kitesurf. Una larga playa que no tiene nada que envidiar a la de Tarifa, por ejemplo, situada kilómetros al sur.
La segunda, la Punta del Moral, un enclave descubierto ya por los romanos (hay un mausoleo que da fe de ello), es una playa de un kilómetro de largo y 60 metros de ancho, que se asoma al Atlántico frente a las marismas de Isla Cristina, en la desembocadura del pequeño río Carreras. Fue una antigua aldea de pescadores, donde conviven viviendas tradicionales con apartamentos de temporada y hoteles de las principales cadenas.
EL ALGARVE PORTUGUÉS
Esta bella región, situada al sur y la más visitada de Portugal, está unida a Andalucía por el puente internacional. Lo lógico es dejarla para una escapada más larga, pero si uno está en Ayamonte, es una pena no hacer una corta visita, al menos, hasta Tavira, una encantadora ciudad del distrito de Faro, a menos de 40 kilómetros.
Puede decirse que Tavira ostenta el curioso récord de tener 37 templos para unos 10.000 habitantes. Es un placer recorrer sus calles y visitar sus diferentes iglesias, como las de Santa María, San Telmo o Nuestra Señora de las Ondas. O la de Santiago, edificio medieval construido en la primera mitad del siglo XIII, de una sola nave, que alberga varios apreciables retablos.
DELICIOSA GASTRONOMÍA
Pero además de estas paradas obligadas en este recorrido cultural, lo que el visitante no deja de hacer en esta ciudad, y en esta zona, es degustar su amplia riqueza gastronómica, en la que destacan los mariscos, entre ellos sus reconocidos percebes del Cabo de San Vicente y las ostras, almejas y navajas.
Y sus pescados frescos, excelentes a la parrilla; chicharros a la plancha, sardinas asadas. Como en Ayamonte, en esta zona también es muy sabroso el filete de atún, los calamares y chipirones y el delicioso pulpo del barrio de Santa Luzia.
De vuelta hacia España, una parada aconsejable es la de Vila Real de Santo António, la pequeña ciudad portuguesa situada justo frente a Ayamonte y a la que se puede regresar tomando los transbordadores que cruzan el Guadiana.
Tras rodear la zona de Vila Nova de Cacela y la de Monte Gordo, visitar el faro y pasear por el largo espigón que se adentra en el océano Atlántico, en un rompeolas lleno de pescadores aficionados, todo ellos frente al perfil de la ciudad andaluza, es una delicia. A solo seis kilómetros del centro están las playas de Isla Canela y la Punta del Moral
De El Rocío a Doñana
Una ruta desde los lugares colombinos, moguer y Palos hasta la desembocadura del guadalquivir
Nadie suele pensar en Andalucía fuera del verano y, en cambio, es esta quizá una de las mejores épocas del año para disfrutarla sin agobios ni calores. Claro que, para eso, al viajero le ha de gustar la soledad de unos parajes que se extienden desde Palos de la Frontera, punto de partida del primer viaje de Cristóbal Colón hacia América, situado a muy pocos kilómetros de la capital onubense, casi en la desembocadura del río Tinto, hasta la aldea de El Rocío y el Parque Nacional de Doñana, con el estuario del Guadalquivir y la gaditana Sanlúcar de Barrameda ya en la otra orilla del río como límites.
Para llegar hasta Huelva, la opción más cómoda es el avión. En la actualidad, un vuelo de bajo coste hasta Sevilla puede salir a a partir de 90 euros, ida y vuelta. Este tipo de viaje obliga, eso sí, a alquilar también un coche para poderse mover con facilidad por unas zonas en las que el transporte público es irregular.
Empezamos esta ruta por los lugares colombinos de la provincia de Huelva en Moguer, villa que nutrió de muchos marineros a las carabelas de Colón y que también alberga la casa natal del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez y el Museo Zenobia y Juan Ramón, un edificio del siglo XVIII con patio andaluz que conserva enseres, libros y objetos personales del poeta.
Con un núcleo urbano un tanto laberíntico, podemos empezar junto a la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada, que el poeta alabó en Platero y yo de esta forma: «La torre de Moguer de cerca parece una Giralda de lejos». Después nos situamos junto al monumento a Colón, en la plaza de las Monjas, para observar la fachada del Monasterio de Santa Clara, cuya abadesa, Inés Enríquez, fue una pieza; el clérigo rodeado de una valla blanca; el convento de San Francisco, actual sede del Archivo Histórico Municipal y Biblioteca Iberoamericana y las ruinas del antiguo castillo.
Salimos de Moguer hacia el sur para dirigirnos a Palos, el otro gran polo de atracción de los lugares colombinos de la provincia de Huelva. En su término municipal está el Monasterio de la Rábida, un convento franciscano de los siglos XIV y XV, en el que se hospedó Cristóbal Colón años antes de partir hacia América y en el que se encuentra enterrado Martín Alonso Pinzón, quien falleció pocos días después de regresar del primer viaje colombino.
Pese a que el terremoto de Lisboa de 1755 dejó malparado el edificio, posteriormente reformado, en su interior destacan su iglesia gótico-mudéjar, el claustro, los frescos de Daniel Vázquez Díaz que decoran algunas estancias y el museo, donde se conservan objetos referentes al descubrimiento de América.
En la dársena cercana al monasterio se encuentra el Muelle de las Carabelas, un museo donde desde 1994 se encuentran las reproducciones de La Niña, La Pinta y La Santa María , construidas en 1992 para celebrar el quinto centenario del descubrimiento de América y que estuvieron en la Exposición Universal de Sevilla 92.
Si tomamos la carretera A-494, que sigue la costa, hacia Mazagón y Matalascañas, podemos acercarnos a la Ermita de El Rocío, situada en la aldea homónima, en el término municipal de Almonte. Para quien no lo conozca, es preciso aclarar que se trata de un poblado con calles de tierra y arena, sin asfaltar, en las que el polvo se levanta al paso de caballos, carros y coches, que no pueden circular por ellas durante el fin de semana de la romería.
La hermandad almonteña es la encargada de organizar los cultos y la famosa y multitudinaria romería dedicada a la Virgen del Rocío, cuya imagen se encuentra frente al altar, en el presbiterio, protegida por una reja.Esta es quizá una de las mejores épocas del año para disfrutar de Andalucía sin agobios.
Si lo que el viajero desea es tranquilidad, lo aconsejable es visitar el poblado y la ermita en fechas diferentes a las de la romería. Pero si desea vivir de cerca el fenómeno, reserve alojamiento con tiempo y asuma con paciencia los problemas causados por miles de personas que ocupan las carreteras locales a pie, a caballo y en carros y carromatos, provocando largas colas de coches que esperan su turno para atravesar la ingente marea humana.
viSitAR doñana
Hasta el Parque Nacional de Doñana cierra sus puertas durante la semana de la romería, así que si el viajero desea visitarlo, eluda esas comprometidas fechas.
El famoso coto, usado como lugar de vacaciones por los presidentes del Gobierno Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, debe su nombre a doña Ana de Silva y Mendoza, una noble del siglo XVI, hija de los príncipes de Éboli y esposa del séptimo duque de Medina-Sidonia, el muy rico y ridiculizado Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor.
Pese a tener en su interior numerosas fincas privadas, Doñana se convirtió en Parque Nacional en 1969; fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994, y recibe cientos de miles de visitas al año. Si se quiere entrar en el interior del parque y realizar visitas guiadas, existen varias empresas especializadas que realizan excursiones en vehículos autorizados.
Como es natural, es la forma más rápida de conocer la zona, pero no la única. Entrar en ella a pie o en bicicleta es posible y gratuito. Solo es preciso informarse y solicitarlo.
Otra forma de recorrer este maravilloso entorno sin gastarse una fortuna es acudir a alguno o a todos los seis centros de visitantes del Parque Nacional, que están abiertos durante todo el año, menos durante la semana de la romería del Rocío y en Navidad. El acceso a los mismos es libre y gratuito, sin necesidad de realizar reserva previa.
El Acebuche
En esta ruta, Ideas+Teletodo ha visitado algunos de los del sector occidental de la provincia de Huelva, empezando por El Acebuche, un antiguo cortijo que también es un punto donde se pueden reservar itinerarios guiados en todoterreno por el parque. Este centro está situado a solo tres kilómetros de Matalascañas, en la carretera A-483.
Aunque no tenga excesivo interés, esta localidad turística es una conocida zona de veraneo, una urbanización que incluye dos iglesias, campo de golf, farmacias, oficina de correos y autobuses de transporte público hasta Huelva y Sevilla.
Una pista asfaltada de un par de kilómetros permite acceder al recinto desde la carretera principal entre las 8 de la mañana y las 7 de la tarde (hasta las 21.00 en verano).
En la recepción, los amables guías ofrecen todo tipo de información sobre el parque y las visitas posibles. La más sencilla es un sendero peatonal de kilómetro y medio que recorre la zona sur de la laguna del Acebuche, un antiguo embalse recuperado para la fauna acuática en los años 80, que consta de varios observatorios. Otro sendero peatonal, más largo, de tres kilómetros y medio, permite apreciar las zonas de cotos y pinares de las lagunas del Huerto y las Pajas.
El Acebuche alberga también una interesante exposición sobre el Parque Nacional que explica las características de Doñana como zona de humedales de importancia internacional y efectúa un recorrido por sus aspectos naturales y culturales más destacados. Un audiovisual completa la visita.
El otro centro de visitantes de la zona es La Rocina, ubicado a solo un kilómetro de la aldea de El Rocío, también en la carretera A-483. Aquí, el horario en invierno es de 9.00 a 19.00 horas (en verano, de 10.00 a 15.00 y de 16.00 a 20.00 horas).
Con parecidos servicios a los del Acebuche, aunque más pequeño, el centro permite un par de excursiones. La primera, el sendero peatonal del Charco de la Boca, que recorre la margen izquierda del arroyo de La Rocina a lo largo de 3,5 kilómetros y cuenta con cuatro observatorios para contemplar la fauna acuática.
el Palacio del Acebrón
La segunda, el Palacio del Acebrón, situado a seis kilómetros de La Rocina, al que se accede por una pista asfaltada. Pese a su aspecto y tamaño, no se trata de un edificio histórico, sino la residencia y pabellón de caza construidos a inicios de los años 60 por un particular, Luis Espinosa Fondevilla, un rico hacendado que moriría pobre. En el interior puede verse una exposición etnográfica, que refleja la historia de Doñana y de sus habitantes.
Un sendero peatonal que parte de la casa rodea un ensanchamiento natural del arroyo de la Rocina llamado Charco del Acebrón. Es un recorrido de un kilómetro y medio escaso, que permite apreciar la diversidad botánica de la zona.
Un poco más lejos, el centro de visitantes de Los Centenales se ubica en los límites del casco urbano de Hinojos, junto a la carretera A-484 que va de Hinojos a Almonte.
El coto ha sido usado como lugar de vacaciones por González, Aznar y Rodríguez Zapatero
Senderos peatonales de recorrido fácil y cómodo permiten conocer la fauna de la zona
El Parque Nacional de Doñana tiene seis centros de visitantes gratuitos que están abiertos todo el año.
PARADA Y FONDA
Mazagón, un parador único
Una escalera permite acceder a una larga playa virgen que bordea doñana hasta el guadalquivir
DÓNDE
Kilómetro 31 de la carretera de San Juan del Puerto a Matalascañas.
T: 959.536.300. www.parador.es De 90 a 155 euros.
EL PLUS
El incomparable paisaje donde está ubicado el hotel, con una larga playa que bordea el parque de Doñana y llega hasta la desembocadura del Guadalquivir.
No es exagerado decir que Mazagón es la playa de de El Rocío y del Parque Nacional de Doñana. Y tampoco, que el Parador Nacional del mismo nombre ofrece a sus huéspedes una situación incomparable que permite, si se quiere, caminar a lo largo de kilómetros de arena dorada hasta el río Guadalquivir, con la población gaditana de Sanlúcar de Barrameda en el otro lado de la desembocadura. El lugar está también en medio de otros espacios protegidos, como las marismas del río Odiel, las lagunas de Las Madres y el Estero Domingo Rubio, el humedal situado en estuario del río Tinto, en el término municipal de Palos de la Frontera.
Situado en el entorno que rodea a Doñana, el Parador de Mazagón no es el típico monumento histórico habitual en la cadena, sino un moderno edificio en forma de ele, en medio de un bosque de pinos y un espléndido jardín con piscinas al aire libre (hay otra, interior, climatizada, para esta época del año), todo ello ubicado frente a las increíbles aguas azules del océano Atlántico.
Y precisamente el acceso a la playa es uno de los muchos puntos a favor del hotel: una larga escalera de madera permite al huésped bajar directamente desde la piscina del parador hasta la arena. Si la persona es mayor o tiene algún tipo de dificultad física, esta no es una vía más fácil, pero siempre puede optar por el coche y descender por un caminito situado a escasos metros de las instalaciones hoteleras.
DE interés geológico
Y al llegar a la arena, otro bello descubrimiento de gran interés geológico, además de paisajístico: el acantilado formado por areniscas sobre el que se asienta el hotel adquiere bellas tonalidades que van desde las blancas y ocres hasta las anaranjadas y negras, estratificadas en caprichosas y onduladas formas geométricas.
En el kilómetro 33 de la carretera que une Mazagón y Matalascañas, está el Paraje Natural llamado Cuesta de Maneli, que alberga el Monumento Natural Acantilado del Asperillo. El sendero se ha cubierto con madera flotante para poder andar sobre la arena, ya que a lo largo de la costa se desarrolla un sistema de dunas que cambian de forma y tamaño gracias al oleaje y el viento.
Mazagón es, pues, un lugar idóneo para disfrutar de la naturaleza, en el que los amantes del cicloturismo tienen un atractivo más, ya que existe carril bici a lo largo de la carretera que pasa por delante del hotel. Además, se puede acceder gratuitamente a los caminos interiores del Parque de Doñana, tanto si se va en bicicleta como a pie.
En el interior del parador, las habitaciones son amplias, confortables y acogedoras con unas terrazas que se asoman al mar y permiten gozar de las hermosas panorámicas del lugar.
Dado que el hotel está alejado de la población más cercana, una buena idea es desayunar en el mismo parador y luego comer en cualquiera de los muchos y buenos restaurantes de la comarca.
Ya por la noche, lo ideal es aceptar la oferta culinaria del establecimiento, que coordina el chef Andrés Casas. El hotel reúne en su carta productos del mar y de la sierra, entre los que destacan platos que ningún viajero debería perderse como el jamón de Jabugo, los lomos y los patés ibéricos, las gambas blancas de Huelva, las coquinas y langostinos, el salmorejo (especie de gazpacho en forma de crema con pan tostado, jamón y huevo), el pez espada, los filetes de lubina y el pollo de corral.paradores.
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