La gala de los Goya del sábado, 2 de febrero, donde las películas ‘El reino‘ y ‘Campeones‘ fueron las grandes triunfadoras de la fiesta del cine español, así como el discurso de Jesús Vidal, premio al mejor actor revelación, han puesto de relieve la existencia de un cine diferente, comprometido, inclusivo y diverso. Pero este cine no lo hemos descubierto ahora; lleva tiempo cocinándose.
El cine español hace años que realiza películas comprometidas, lo que ocurre es que, además de estar bien hecho, recibe el aplauso del público y de la crítica, obtiene premios y reconocimientos, y en algunas ocasiones, logra ser distribuido y visto por públicos de todo el mundo, un fenómeno reservado hasta hace poco a Pedro Almodóvar, Fernando Trueba, Alejandro Amenábar y unos pocos directores más.
Existen grandes dosis de talento en nuestro país. Nunca como en estas últimas décadas ha habido una generación de jóvenes cineastas tan bien preparados. Hace algo más de 20 años que en Catalunya nació la ESCAC, la escuela de cine más prestigiosa de España, seguida de la ECAM madrileña, con Juan Antonio Bayona como principal referente de esta generación, gran triunfador de la taquilla internacional con su ‘Jurassic world: el reino caído‘.
Y no hay que olvidar a los galardonados autores surgidos del Máster de Documental de Creación de la Universitat Pompeu Fabra, entre los que destacó Jose Luis Guerín y, más recientemente, Isaki Lacuesta, premiado en el Festival de San Sebastián y en la gala de los Gaudí, hace una semana, aunque se marchó sin estatuilla de Sevilla.
La creatividad e iniciativa de nuestros jóvenes valores, además, se concretan en proyectos arriesgados a nivel político y social. Así, junto a la denuncia de la corrupción, como hace Rodrigo Sorogoyen en ‘El reino‘, y la puesta en valor de la inclusión de los discapacitados físicos e intelectuales, caso de los ‘Campeones‘ de Javier Fesser, cada día surgen más historias centradas en las minorías, en la identidad de género, en las diferentes formas de amar y de ser, como ‘Carmen y Lola‘, de Arantxa Echeverría, donde a la dificultad de una relación lésbica se suma el entorno: una familia gitana, otro colectivo necesitado de inclusión y normalización.
Problemas de financiación
Pero no es oro todo lo que reluce: El buen momento de nuestro cine y del sector audiovisual, en general, no puede ocultar sus carencias. La principal, su falta de financiación. Hay un puñado de buenos productores en este país, que se afanan en buscar dinero y se tienen que hipotecar (si es que tienen casa para hacerlo) para desarrollar sus proyectos. Las coproducciones y la asociación de productoras de diferentes países europeos son la opción necesaria para minimizar riesgos y abrir mercados.
En Catalunya, levantar un proyecto en catalán es dificilísimo. Y si no se cuenta con el apoyo de la televisión autonómica, TV3, es una locura. La situación actual, con la alargada sombra del omnipresente ‘procés’, no ayuda en absoluto: las filias políticas benefician a unos pocos (que se pueden contar con los dedos de una mano) y dejan en la cuneta las ideas de pequeñas productoras.
Hasta ahora, las televisiones generalistas estatales han sido las encargadas de aportar la mayor parte del presupuesto del cine español, pero sin arriesgar en exceso: la rentabilidad en taquilla es un paso previo e imprescindible para que su posterior emisión televisiva suponga los ingresos publicitarios con los que las cadenas se recuperan de lo aportado a esos proyectos. Como decía El País, el lunes, 4, en su editorial, existe un efecto perverso: «el poder de las televisiones para influir en las historias que llegan al público y el casi nulo espacio que queda para las películas independientes».
Un caso hiriente fue, hace un par de años, el de ‘El camí més llarg per tornar a casa‘, de Sergi Pérez. Premio Gaudí a la mejor película en catalán del 2016, fue rodada por un valiente equipo surgido de la ESCAC y con un plantel de excelentes actores, pero no contó con ningún apoyo previo de TV3 que, después, solo ofreció un precio irrisorio para su emisión por la pequeña pantalla. Y eso, pese al galardón y a las excelentes criticas recibidas.
La llegada de Netflix, ha supuesto una inyección económica importante, especialmente para las ficciones seriadas, tanto las compradas para su distribución internacional como las directamente financiadas. Pero no seamos ingenuos: Netflix se mueve en busca de la rentabilidad. Si el producto ya demostró ser bueno aqui, como ocurrió con La casa de papel, en su emisión en abierto por Antena 3, es bastante probable que su recepción fuera también lo sea. Si Netflix ha producido ‘Roma‘, de Alfonso Cuarón, y ha accedido a regañadientes a estrenarla en cines, es porque le ha supuesto un prestigio añadido: un León de Oro en Venecia, el Goya en España y quizá el Oscar dentro de unos días.
La falacia de las subvenciones
Otra falacia a desmontar es que nuestro cine vive de las subvenciones. En efecto, existen, pero su peso y cuantía en una producción es mucho menor de lo que el vulgo piensa. Eldiario.es demostró que algunas empresas (automoción, ganadería, minería, telecos) y partidos políticos reciben muchísimas más ayudas que el audiovisual. Un sector que da empleo a unas 10.000 personas.
Mientras ya se aplica la bajada del IVA, aún sigue pendiente una ley de mecenazgo que permita desgravar las ayudas privadas desinteresadas.
Por esta razón, una gran mayoría de los jóvenes que empiezan, lo hacen en forma de cooperativas donde nadie cobra un euro y mediante lo que ahora se llama crowfunding (microfinanciación): lo que antes se llamaba pedir dinero a familiares y amigos.
Por ejemplo, de esta forma se rodó ‘Clase valiente‘, culminación de un proyecto de fin de carrera de los jóvenes Víctor Alonso Berbel, Jan Matheu y Borja Barrera Allué, dirigido por el primero, que un experimento sobre el impacto del lenguaje en la sociedad y la introducción de un término apropiable por casi todas las formaciones políticas, con entrevistas a una veintena de expertos de todo el espectro político. Aún están esperando que alguna tele se atreva a emitirlo. Ni siquiera lo ha hecho TV3 en su ‘Sense ficcio’, donde cabe casi todo.
El triunfo de ‘El reino’ es diferente y no proviene tan solo del hecho de denunciar la corrupción política en el levante español y de un partido que no se nombra pero que es claramente identificable. Es un éxito cocinado desde abajo: un guion ejemplar, escrito a cuatro manos por Sorogoyen e Isabel Peña, su coguionista habitual desde ‘Stockholm’ y ‘Qué diós nos perdone’, con una estructura de intriga clásica, una dirección ejemplar, intérpretes magníficos y un montaje trepidante, entre otros aspectos, han dado lugar a una película heredera del cine de Sidney J. Furie, Peter Yates, Costa Gavras o Andrew Davis, entre otros. Y todo eso lo aprecia el publico.
Hace ya tiempo que nuestra sociedad intenta (y no siempre logra) acoger en el mercado laboral a discapacitados físicos y psíquicos, personas con otras capacidades (o simplemente ‘campeones’, como decía Javier Fesser, un director ya premiado por la muy dura ‘Camino‘). En el cine y en las series no hay muchos ejemplos (se me viene a la cabeza ‘Yo también‘ con Pablo Pineda, actor protagonista con síndrome de Down) y en el audiovisual, proyectos curiosos como el de ‘La empresa mas loca del mundo‘, apadrinada por la Fundació Itinerarium, en cuyo seno trabajan personas con otras capacidades, como Anna Vives, la joven Down cuya letra ha dado lugar a una premiada tipografía.
Pero aun hay mucho trabajo por hacer. ‘Campeones‘ es solo un pasito más.
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