Cuando recibo el boletín de algunas ONG, como Acción contra el Hambre, un escalofrío me recorre la espalda.
Estamos en este primer mundo donde toneladas de comida acaban en la basura y ahí mismo, tan cerquita del imperio norteamericano, en Guatemala, mucha gente pasa hambre.
En la noticia de portada, la revista lo explica así:
«El 90% del hambre no está en las emergencias: se llama desnutrición crónica. Es la que padecen más de la mitad de los niños en Guatemala y la que les impedirá crecer sanos y fuertes, hipotecando desde los primeros años el resto de sus vidas. Un niño sin suficientes nutrientes desde su concepción hasta los dos años de edad tendrá daños irreversibles en su cerebro y en su cuerpo. Los niños desnutridos son más propensos a caer enfermos, tienen problemas para concentrarse en la escuela y a menudo ganan menos cuando son adultos. Te lo cuentan un centenar de guatemaltecos en este vídeo con música de El Tambor de la Tribu«.
Pero tampoco nos hemos de alejar tanto de España: tenemos cuatro millones de parados, y muchas, muchísimas familias no llegan a fin de mes.
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