Mi amigo Jordi Artigas es un señor que ha batallado por la dignidad del cine de animación catalán y que estuvo algunos años al frente de Asifa Catalunya, la Asociación Internacional del Film de Animación, que agrupa a profesionales y entusiastas del cine de animación.
Artigas es un historiador que escribe sobre el tema habitualmente en algunas revistas (es autor del muy interesante estudio La memòria de los dibujantes: los dibujantes catalanes represaliados por el franquismo) y que acaba de volver de Espinho, en Portugal, donde ha sido jurado del 32º Cinanima, el Festival Internacional de Cine de Animación de Espinho, certamen donde se pueden ver algunos de los mejores trabajos del género.
El otro día tomamos un café juntos y me explicó la originalidad de algunos de los excelentes trabajos allí presentados, como el del ganador, La maison en petit cubes (que ya se vió en Animadrid), uno de cuyos fotogramas preside esta entrada.
Como se puede ver, cuando hablamos de este género no nos referimos sólo a los dibujos animados para niños, quizá la parte más explotada por la industria y la que se ve más, sino a obras de mayor entidad creativa de y para adultos, generalmente sin actores de carne y hueso y rodadas mediante técnicas de animación.
La pena es que pocas veces podemos ver estos trabajos, salvo en festivales. Y pocas veces hay espacio en los medios de comunicación para hablar de estos temas.
Pero, claro, si el cine de animación ya es el pariente pobre del cine que conocemos, ¿qué podemos decir de los trabajos de animación que se hacen en nuestro país?
Una lástima, la verdad.
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