El blog del periodista Txerra Cirbian

Categoría: Televisión (Página 3 de 13)

Programas y temas relativos a la televisión

Entrevista con Mercè Managuerra

Es una de las actrices más respetadas de la profesión y, al mismo tiempo, menos conocida por el gran público, quizá porque no se ha prodigado en la tele o el cine. Ha pisado muchos escenarios, ha sido profesora del Institut del Teatre durante tres décadas, es productora y acaba de meterse en la piel del judío Shylock en ‘El mercader de Venecia’.

Ahora que podría estar jubilada, Mercè Managuerra ha iniciado la arriesgada aventura de abrir y dirigir un nuevo teatro, el Dau al Sec, donde acoge a compañías jóvenes con ambición y rigor. Es la primera actriz que ha sido capaz de interpretar a Shylock en una reciente versión para cuatro actores de ‘El mercader de Venecia’ y, por ello, recibió el 45º Premio de Teatro Memorial Margarida Xirgu, el galardón de teatro más antiguo de España. Quien esto escribe la dirigió en el cortometraje ‘Quizá no sea demasiado tarde’ hace más de 30 años. Entonces, como ahora, que me recibe en su propia casa, fue muy generosa: “Si lo podía hacer, no tenía un ‘no’ para casi nada”, asegura humilde en esta entrevista, que publiqué originalmente en el diario Catalunya Plural. .

-Como quizá algunos de nuestros lectores no la conozcan, explique cómo llegó usted a ser actriz.

-Siempre me gustó mucho el teatro, desde muy jovencita. Y la literatura catalana. Mi padre me leía poemas de Josep Carné, Joan Maragall, Joan Salvat-Papasseit. Después, estudié Románicas en la Central [Universitat de Barcelona], porque quería conocer también la literatura castellana. Acabé la carrera en 1975, justo el año de la muerte de Franco. También frecuentaba a los Tarot de Quinze, un grupo de jóvenes poetas, como Vicenç Altaió y Jaume Creus. Un día, por casualidad, me encontré a Rosa Novell y a Isona Passola, que había hecho teatro aficionado conmigo, y me dijeron que les faltaba un actriz en la obra ‘Las troyanas’, que iban a representar en la Universitat Catalana d’Estiu de Prada de Conflent. Y así empecé.

-Buen inicio…

-Sí, porque por allí estaban Joan Lluís Bozzo, Anna Rosa Cisquella y gente así. Poco después, Fabià Puigserver nos dijo si queríamos ir con su grupo a hacer ‘Terra Baixa’, de Ángel Guimerà, y más tarde el ‘Quiriquibú’, de Joan Brossa. Era antes del Teatre Lliure, donde yo no estuve. En cambio, fui al Romea, a la tele…

-¿Estudió para actriz en algún sitio?

-Sí, fui al Institut del Teatre a estudiar mimo y pantomima. Quería aprender a trabajar primero el cuerpo y, luego, la voz. Solicité una beca Fulbright y pude ir a estudiar interpretación a EEUU, durante dos años, con la famosa Uta Hagen, que era muy buena maestra.

-Creo recordar que el regreso no le fue fácil.

-Es que yo tenía 35 años cuando me fui y volví con 37. No había muchos papeles para mi edad: aún era joven para hacer de madre y ya era algo mayor para hacer de jovencita. Se me complicó la cosa y se me cortó la carrera. Quizá daba un poco de miedo que hubiera estado en EEUU y que tal vez pidiera más dinero o fuera a preguntar demasiado.

-Pero usted había hecho bastante televisión.

-Sí, sobre todo obras de teatro para el circuito catalán de TVE. Y hasta había producido y dirigido la serie de TV3 ‘En escena: 100 anys de teatre català’. Tuvo 16 capítulos y, en origen, era diferente. Tomaba obras conocidas del teatro universal y director y actores hablaban sobre ellas y las ensayaban. Al final, cosas de TV3, tuve que centrarme solo en autores catalanes.

-¿Volvió a la tele?

-No como actriz. Estuve como directora de actores en ‘La granja’, la telenovela de Joaquim Maria Puyal que antecedía a ‘La vida en un xip’. Hice papeles de reparto en un par de películas (‘El amor es extraño y ‘Una sombra en el jardín) y en tu corto (‘Quizá no sea demasiado tarde’).

-Entonces, ¿dejó de actuar?

-Fue cuando me propusieron entrar a dar clase en el Institut del Teatre. Yo venía de una didáctica, de una formación pedagógica estructurada. La de Uta Hagen, la de Lee Strasberg, con quien había estudiado en París. Y Jordi Coca, el director del centro, me llamó para dar asignaturas como Técnicas de Improvisación, Técnicas de Interpretación, Talleres, Interpretación delante de la Cámara… He estado 30 años de profesora.

-¿Es ese contacto con jóvenes actores lo que le ha llevado a comprar un teatro para ellos?

-Sí, para ellos, y para compañías que quieran investigar y hacer un teatro social y artesanal. Mi primer intento fue en el Teatre Akadèmia. Nuestro ‘star system’ tiene una forma de hacer entrar a los jóvenes actores en el mundo profesional, que era y es TV3. Cuando alguno empieza a despuntar en las telenovelas de la tarde, pronto salta al Teatre Nacional o al Lliure. Son caras que la gente conoce y ponerles en un reparto te asegura un poquito más de éxito. Eso lo hemos notado también nosotros.

-¿En qué forma?

-Bueno… Los chicos de ‘Quëstió d’honor’ [una obra del alemán Lutz Hübner, dirigida por Carla Torres Danés e interpretada por, entre otros, Candela Antón, una de las jóvenes actrices de la serie ‘Merlí’], que han estado en el Dau al Sec, han hecho cuatro veces más taquilla que nosotros, los adultos que hacíamos ‘El mercader de Venecia’ en el Versus Glòries.

-Usted es, creo, la primera actriz que interpreta al judío de ‘El mercader de Venecia’. ¿Cómo se le ocurrió?

-Fue Konrad Zchiedrich, el director de la obra, quien apostó por mí. Había trabajado con él en, al menos, seis montajes a lo largo de 30 años. Me quería rescatar del realismo psicológico que yo había estudiado en EEUU. No le gustaba Uta Hagen. En EEUU no tienen teatro clásico y educan para hacer papeles muy situacionales. En Europa, en cambio, la realidad es diferente, hay teatro clásico y películas de autor. Konrad decía que allí siempre están con el ‘sentimentito’ en un mundo pequeño que no representa la realidad humana.

-¿Cuando le conoció?

-Cuando me convertí en productora. Hubo una época en que, como nadie me llamaba ni contrataba, empecé a producir e interpretar aquellas obras que me gustaban, con directores que a mí me interesaban. Le conocí gracias al actor Jaume Valls. Ambos habíamos estado en Nueva York estudiando con Uta. Yo había hecho ‘El camí de la Meca’, que tuvo mucho éxito, y después nos pusimos a buscar una obra con la idea estúpida de que pudiera gustar al público y por primera vez en mi vida produje una obra así, que fue ‘Anuncis classificats’, una comedia simpática de bulevar. Y Konrad la dirigió. Al cabo de varias colaboraciones juntos, cuando surgió la idea del ‘Mercader’, me insistió para que hiciera el Shylock. Siguió con nosotros hasta que estuvo muy enfermo (falleció en agosto) y seguimos solos, con la ayuda de Mingo Ràfols.

-¿Y cómo afrontó el personaje?

-Bueno, hay actores que tienen la habilidad de copiar muy bien lo externo e imitan a un policía, un carnicero o un carpintero. Yo no la tengo. Me tengo que organizar internamente: es mi dinámica, mi aprendizaje. Pero con Shakespeare tienes solo las palabras y me estaba resultando muy difícil componer el personaje hasta que, un día, Konrad, que me veía ensayar, me dijo que pensara en alguien que tiene los pies planos, que eso quizá me ayudaría. Con esta inspiración, poco a poco, empecé a mover los pies de esa forma, luego las piernas, encorvar la columna… Y después de perder el miedo, fue cosa de lanzarme con el texto para descubrir qué salía.

-El esfuerzo ha valido la pena, ¿no? Le han dado el premio Margarida Xirgu.

-Es genial, pero no te cambia nada la vida. Es un reconocimiento, no como un Oscar y todo el mundo te quiere contratar y sube tu cotización. Pero me he alegrado también por Konrad, porque insistió tanto y tanto, que debe estar contento, allá donde se encuentre.

-Me hablaba antes del Teatre Akadèmia…

-Sí, sí. Como yo veía que en las clases del Institut del Teatre había tan buenos alumnos, pensé que era necesario hacer visible su trabajo. Por eso, cuando entré a dirigir el Teatre Akadèmia en el 2007, uno de mis objetivos principales era dar a conocer a estos actores jóvenes con talento, pero invisibles y desconocidos, en obras de autores que les permitieran trabajar el lenguaje y con directores que fueran también pedagogos. Esa fue una de mis primeras apuestas. Programamos laboratorios de interpretación con maestros internacionales (Anatoly Vasilev, Marie de Clerk, Zaedine Zadeck, Philipe Nguyen y Thomas Richards), además de producir una decena de espectáculos: varias obras de Shakespeare (‘Romeu i Julieta’, ‘Com us plagui’, ‘Falstaff’); ‘Electra’, de Sófocles; ‘Ritter, dene voss’, de Bernhard; ‘La gavina’, de Chejov, y ‘La vida perdurable’, de Comadira, entre otras.

-Usted ha adquirido un teatro, el Dau al Sec. Debe tener una hipoteca enorme…

-Jajaja. Pues no. Lo he podido comprar con los ahorros de toda la vida y 10 años de Teatre Akadèmia. En el 2007, Elsa Peretti, una gran amante del teatro que me admiraba mucho, decidió comprar el Akadèmia y me ofreció dirigirlo. Tuve una libertad total, hasta los dos últimos años. Fue el momento de marchar y que cada una siguiera su camino.

-Menos mal.

-Sí. Tuve la suerte de que en aquel momento los Vol Ras decidieron vender su teatro, en el Poble Sec. Y como tenía ganas de seguir haciendo teatro independiente, decidí dar el paso.

-¿Que está produciendo ahora?

-Bueno, ahora no puedo producir casi nada. Tengo varios proyectos en la cabeza, pero se han de dosificar. Después del ‘Mercader’ me he quedado sin dinero para producir. Ahora facilito la sala a aquellos grupos que no tienen teatro para ensayar y estrenar, como hemos hecho con ‘Questió d’honor’.

-Me decía que tiene varios proyectos entre manos.

-Me gustaría crear un Premi Dau al Sec para compañías que intentan funcionar de forma menos piramidal (autor, director, actor). Tener alguna subvención nos ayudaría, claro. El ‘Mercader’, tal y como la hemos montado, nos ha costado 8.000 euros, pero porque no hemos cobrado ninguno de nosotros. Lo haremos ahora, cuando hayamos acabado las funciones y bolos. Pero eso también les pasa a los jóvenes actores de ‘Qüestió d’honor’, que llevan cuatro meses entre ensayos y representaciones, y cobrarán un poco ahora, al acabar.

-Pero usted podría estar jubilada y vivir tranquilamente.

-Estoy jubilada del Institut del Teatre, y no cobro de ningún otro sitio. Pero mi futuro pasa por el Dau, donde hacemos muchas cosas, incluso un curso de filosofía y teatro sobre Shakespeare y su visión del mundo, a cargo de Jordi Feixas. Y también me gustaría hacer inclusión social en el barrio, ver cómo puedo ayudar mejor. Este verano hicimos un taller de cine con chavalitos que no tenían dinero para pagarse colonias de verano. Y también me gustaría hacer una coral con niños y gente mayor.

-Vamos, que usted no para.

-No paro, no [y sonríe].

Mis mejores series del 2019

Cuando mi amigo Jose López Pérez me pidió mi lista de pelis del año, me dio un tembleque. Me resulta muy difícil explicar que voy menos al cine de lo que debería y que, además, no podría estar a la altura de mis amigos de la crítica, capaces de devorar tres o cuatro películas (alguno, más) cada día, la mayoría en las salas de cine.

Por eso, desde la humildad de espectador televisivo, os cito las diez series extranjeras (y dos españolas de postre) que he visto este año y me han gustado especialmente. La visión más profesional ya os la escribió el amigo Natxo Torres Zenarrutzabeitia hace unos días, si bien en algunas cosas no estoy de acuerdo con su criterio, como veréis.

Estas series son una selección de las que más me han gustado este año, no las mejores ni peores. Seguro que cada espectador tiene sus preferidas, como cada crítico. Y recuerden, amigas y amigos lectores, que la crítica es un género de opinión, no una verdad absoluta.

Vamos allá:

En Amazon Prime Video:

– ‘Fleabag’, maravillosa mezcla de comedia y drama a cargo de la frágil, divertida, emocionante y sensible Phoebe Waller-Bridge, que se llevó el Emmy de este año. Mejor véanla en versión original: la voz de esta mujer vale un potosí.

– ‘La maravillosa señora Maisel’. A Natxo no le ha gustado nada la tercera temporada, pero sigue valiendo mucho la pena ver el nacimiento y progresión de una pionera de los monólogos cómicos en EEUU. El equipo Amy Sherman-Palladino (guión) y Rachel Brosnahan (actriz).

En Filmin

-‘The Virtues’, magnífica miniserie dramática británica con un Stephen Graham que sabe transmitir el dolor de un hombre herido desde su infancia.

-‘Home ground / Heimebane’, una serie sobre la primera entrenadora de fútbol de un equipo masculino de primera division noruega que gusta incluso a los no aficionados. Ane Dahl Torp encabeza el reparto, en el que está John Carew, futbolista que jugó en la Liga española.

-‘En la sombra’, una estupenda ‘Borgen’ a la francesa para amantes de las intrigas políticas.

En Netflix

-‘El método Kominsky’, segunda temporada de esta comedia de Chuck Lorre, con unos vejetes interpretados por unos sensacionales Michael Douglas y Alan Arkin.

-‘The Crown’: tercera temporada de la vida y milagros de la reina Isabel II de Inglaterra. De la más dulce Claire Foy a la más dura, pero creíble, Olivia Colman.

-‘Broadchurch’, con precisamente Olivia Colman como policía inglesa de un pueblo costero donde se producen un par de crímenes investigados por el atormentado David Tennant.

En HBO

-‘Juego de Tronos’. Imposible no citar la temporada final de esta serie, que ha marcado toda una década, gusten o no las fantasías épico-medievales.

-‘Killing Eve’, la segunda temporada de esta peculiar relación entre una asesina profesional y una policía, escrita precisamente por Phoebe Waller-Bridge a partir de las novelas de Luke Jennings. Y Jodie Comer también se llevó un Emmy.

En Movistar+

-‘Hierro’: una intriga policíaca, con joven asesinada, ambientada en la más pequeña de las islas canarias. Soberbia Candela Peña en duelo actoral con un Darío Grandinetti de altura.

En BTV (y Filmin)

-‘El muerto vivo’, una serie gamberra y deslenguada, cuyo piloto se llevó un premio Ondas.

Entrevista con Jaume Ripoll

Recién entregados los premios Emmy, con ‘Juego de Tronos‘ como mejor serie dramática del año y , no está de más reflexionar sobre el momento actual, en el que gigantes como Netflix, HBO o Amazon se disputan la tele de pago en ‘streaming’. Por ello, hablamos con el mallorquín Jaume Ripoll (1977), cofundador y director de Filmin, la primera plataforma íntegramente española de vídeo a la carta a través de internet. Es, además, la única que ofrece la posibilidad de ver todos sus contenidos en catalán. Esta entrevista se ha publicado originalmente en Catalunya Plural.

Además de dirigir Filmin, creo que también imparte clases de cine en la prestigiosa ESCAC, donde usted estudió.
Bah… Unas pocas horas, nada más. Este año, daré clases de producción y quizá algún que otro máster. Pero déjeme decirle que el cine debería estar en el bachillerato como actividad curricular.

Explíquese
Hoy en día, cualquier chaval con un móvil es capaz de crear cosas fascinantes. Todos estamos sobreexpuestos a lo audiovisual, pero no estaría nada mal que a los jóvenes se les enseñara ciertos parámetros, algunos fundamentos y cultura base de lo audiovisual. Estaría bien que sepan quién es Charles Chaplin, Orson Welles o Sidney Lumet, por ejemplo. Porque el cine te abre otros caminos y, hasta ahora, se imparte de forma extracurricular por profesores voluntariosos que aman el cine. Ya sé que proponer ahora esto, con el panorama electoral que tenemos y la reforma educativa, puede parecer estúpido, porque es algo de ciencia ficción. Pero, por otro lado, cómo hacemos que estas nuevas generaciones, acostumbradas a lo visualmente rápido, puedan saborear películas de tempo lento. Pues como con la comida: se tienen que acostumbrar. La primera vez que comes un espárrago quizá no te guste, pero a la tercera o la sexta vez piensas que está delicioso. Esta labor formativa se ha de hacer. Nuestra obsesión es buscar nuevos públicos, pero sin dogmatizar, porque hay diferentes gustos y ya decidirás lo que te interesa o no. Cuanto más amplia y variada sea la dieta cultural del ser humano, mejor será.

Y usted, ¿cómo llegó a gustarle el cine?
En mi caso fue muy fácil. A mi padre siempre le gustó mucho el cine. Con 30 años fue programador de muchas salas de Mallorca y luego tuvo varios videoclubs y hasta una sala en Alaró, en el interior de la isla. Y yo, desde que tenía 6 o 7 años, cuando acababa las clases los viernes en el pueblo y durante los fines de semana, iba a las tiendas y ponía y quitaba las etiquetas de ‘alquilada’ en cada película. En mi casa teníamos unas 3.000 cintas en VHS. Lo nuestro era hablar de cocina y de cine. ¡Mi padre llegó a participar, incluso, en la creación de un concurso de cine en la televisión balear!

Parece lógico que fuera a estudiar a la ESCAC.
Nooo. Casi fue una tragedia griega. Yo era un buen estudiante que no había suspendido nunca. Cuando estaba estudiando primero de Informática, que era una carrera con mucho futuro, un día, de repente, le dije a mi padre que no me gustaba la informática, que no me gustaba aquella carrera y que quería estudiar cine. Pero, claro, hace 23 años, nadie estudiaba cine. Mis padres pensaban que era algo que no tendría salida, pensaban que era un capricho. “Pero, ¿qué serás? ¿Crítico?”, me decían. Además, era una escuela privada, que era muy cara. Al final, después de insistir durante días, mi madre aceptó.

Y fue a las Escoles Pies de Sarrià, donde estaba la primitiva ESCAC, con JA Bayona!
Bueno, yo soy de la tercera promoción, y Jota era de la primera. En la mía estaban el director de fotografía Arnau Valls (Eva, Anacleto, Superlópez), la montadora Elena Ruiz (El orfanato, Lo imposible) y el director Javi Ruiz Caldera (Superlópez, Anacleto, Tres bodas de más, Promoción fantasma), entre otra gente. Javi y yo hacíamos guiones juntos.

¿Qué rama escogió?
Dirección. Y tenía muy buenas notas. Pero, a mitad de tercero y a falta del trabajo de fin de carrera de cuarto, murió mi padre de un infarto y tuve que volver a Mallorca de un día para otro, para hacerme cargo de su trabajo: la representación de Manga Films en Baleares y los diferentes videoclubs que tenía. Así que estudiaba en Barcelona y trabajaba en Mallorca. Acabé los estudios, pero mi proyecto de fin de carrera como director no fue elegido entre los que se tenían que producir. Me propusieron hacerlo igualmente, con menos presupuesto, pero dije que no. No tenía ganas de rodar y no lo he hecho nunca más.

Pero sí que hizo cosas durante la carrera…
Había hecho algunos cortos, algo de publicidad y videoclips con Pau Freixas y otra gente como ayudante de dirección y en producción, pero ya no quise hacer más cine. Rodé incluso un documental sobre Gil de Biedma con testimonios muy interesantes del círculo del poeta, como Ana Maria Moix, Fabià Estapé, Goytisolo, el mayordomo y la hermana de Gil de Biedma. Lástima que se haya perdido, porque rodamos en U-matic, un formato de vídeo analógico de calidad muy baja. Fue de las últimas cosas que rodé y, por suerte, lo pudo ver mi padre. Pero ya no volví a dirigir. Volví a Mallorca a llevar los negocios de mi padre, donde estuve 5 o 6 años, hasta que regresé a Barcelona.

¿Cómo surgió la idea de Filmin?
Yo trabajaba con Juan Carlos Tous, que había sido mi jefe en la división de vídeo y DVD de Manga Films cuando yo estaba en Mallorca. En 2003, Tous fundó la distribuidora de cine independiente Cameo y, como sabía que me gustaba y había estudiado cine, me pidió que fuera a su empresa para llevar la web, el comercio electrónico, la newsletter… Yo entré en el 2005 y en ella he ido creciendo, pero desde el principio tuve muy claro que Cameo tenía que ser, además, una plataforma de cine on line. De hecho, la idea de Filmin nace en el verano del 2006. Era el momento.

¿Pero tenía algún referente?
No. Ninguno. Pero sabía que se tenía que hacer. Existía DvdGo, que vendían DVD por correo, pero aún no había llegado Amazon. Netflix, en aquel momento, aún no hacían nada (alquilaban DVD), e iTunes empezaba a alquilar y vender películas por Internet. La gente se bajaba las películas de las webs piratas. Esto era así. Sabíamos que el camino a seguir era internet pero teníamos que encontrar la forma de hacerlo. Teníamos que combatir el pirateo de una forma legal. De la misma manera que se creó Cameo con una mentalidad muy clara, la de ofrecer cine independiente, que tiene su nicho de mercado, esta fue la idea con Filmin. El cine independiente puede quedar diluido en una tele más generalista, pero si ofreces una plataforma dedicada en exclusiva a esta parcela, puedes llegar a más público y este puede escoger más títulos. Esta era la función que queríamos lograr e implementar.

¿Hubo problemas?
Cuando empezamos los problemas eran claros: tecnológicos, de mercado y de público. En el 2007, el ancho de banda, la capacidad de codificar películas y la usabilidad, en aquel momento, eran muy limitadas. Y todo ello, con ordenadores. No había los dispositivos de ahora. Los distribuidores fueron muy atrevidos y generosos a la hora de ceder títulos. Y eran para alquilar. Durante un par de años sólo alquilábamos películas: fuimos un videoclub on line y con un catálogo aún corto. El tercer escollo, el público, que si podía ver gratis películas en internet, no las iba a pagar. Aquellos dos años fueron la prueba de fuego. Cuando tuvimos a punto la tecnología, ya teníamos el contenido a punto. Era cuestión de llegar al público. Y eso empezó en mayo de 2010, que para mí fue el verdadero nacimiento de Filmin, con la tarifa plana.

¿Con todo lo que hay en el mercado, es necesario Filmin?
Claro. Yo era un cinéfilo adolescente que tuve la suerte de que mi padre tenía una videoteca impresionante, con clásicos de todo tipo. Para un joven cinéfilo actual es una bendición poder tener en Filmin desde lo más nuevo a clásicos como Pasolini, Visconti, Fellini, Bergman, Rohmer o Haneke. Esta función que hacemos nosotros es necesaria, porque se ha de luchar y cultivar la diferencia y el riesgo, y no ofrecer solo puro entretenimiento.

¿No le gusta el entretenimiento?
Sí, sí, estoy muy a favor del entretenimiento. Pero también es importante ver otro tipo de cine y dedicar esfuerzo y dinero para que se mantenga y llegue a más público.

Hace unos días, decía en Twitter que “la combinación Filmin + Netflix + Amazon + HBO + Disney sale por unos 35€ al mes, menos que ver el fútbol».
Sí, el fútbol seguro que sale más caro que varios de nosotros juntos. Nuestras tarifas no las hemos subido nunca. De hecho, la hemos bajado un céntimo. De 8€, que costaba ya al inicio, a 7,99€ que cuesta ahora. Si calculas la inflación, pues ya verás.

¿Que hay de diferente en Filmin?
Todo tipo de películas y series independientes, básicamente europeas, pero también algunas americanas. Ese tipo de cine que arriesga e inicia nuevos caminos en la ficción y documental. Y ofrecemos diferentes vías para esta especie de selva audiovisual contemporánea: cine europeo premiado; cine clásico; documentales de música, política o pintura; teleseries europeas galardonadas de calidad, y producción infantil diferenciada.

¿Ve las otras plataformas?
Yo soy usuario de todas. Pago todas. Claro que también lo hago por razones profesionales.

¿Y es necesario ver todo?
Por supuesto que no. Hemos de diferenciar. Y en algún momento hemos de parar y decidir si lo que vemos es por placer o por esa falsa obligación de ver la última serie del momento por el hecho de mantener una conversación al día siguiente. Esto es un error.

Por ejemplo, ahora todo el mundo habla de la serie ‘Chernobyl’ (HBO).
Sí, pero hay alternativas. En Filmin tenemos una docuficción muy buena, ‘Voces de Chernobyl’, basada en el libro de 1997 de la periodista y premio Nobel bielorrusa Svetlana Aleksiévich.

¿Mejor o peor que la serie de HBO?
Son diferentes, compatibles y complementarias. Una es una aproximación más artística y poética y el otro, un documental de 80 minutos.

¿Hay un exceso de oferta?
Claro. La clave es saber gestionar la abundancia. Si no lo hacemos bien, estaremos permanentemente frustrados. Pero ese exceso no lo corregirás: está ahí y no lo cambiarás. Cuando llegas a casa, a la noche, has de pensar qué quieres ver sin sentirte ahogado por ello.

Además de Filmin, HBO, Netflix, Prime Video, Rakuten, llegarán Disney y Apple, y las telefónicas ofrecen un montón de canales de pago. ¿Hay clientes para tanta tele?
No hemos tocado techo y nos queda mucho camino por recorrer. Estamos muy lejos. Hay centenares de miles de personas que aún se pueden suscribir a las plataformas, sobre todo por dos motivos: no tiene el dispositivo adecuado (teles, ordenadores, tabletas o móviles desfasados) o no saben cómo hacerlo.

¿Diría que la tercera edad se conecta menos?
No, no. La gente de más de 65 años cada vez se conecta más. Porque tienen teles nuevas y más tiempo libre. Es el público con más potencial de crecimiento. Además, son personas que disponen de conocimientos de cine y televisión de muchos años y lo mismo repescan una serie antigua que ven una película actual.

¿Aguantarán todas esas compañías?
La inversión que están asumiendo y alcanzando estas grandes compañías es para quedarse con un gran porcentaje de mercado, no un trozo pequeño del pastel, porque no llegarías a cubrir los gastos de producción. Ahora hay una guerra muy clara para convertirse en la plataforma hegemónica. Y lo que se intuye que pasará, tarde o temprano, son fusiones. En el mundo del cine ya ha pasado y en las plataformas lo veremos también pronto. Hay mercado, pero no dinero para que cada una de ellas invierta 15.000 millones de euros al año en producción y sea rentable. Esto no es posible.

Entonces, ¿estamos ante un boom o un bluff?
No. Un bluff no será. Si miras atrás, ves que el camino va por aquí. Te puedes suscribir a varias plataformas y pagas menos de lo que costaba Canal+ hace 20 años.

¿Y las telefónicas?
Hay teleoperadoras que te ofrecen paquetes, como lo que pasa ahora, y otras que te ofrecen un acceso a internet más económico, donde tienes una tarifa plana de internet sin fútbol ni series ni nada, pero donde tú pagas aquello que quieres usar. No hay vuelta atrás.

Netflix está invirtiendo muchísimo. ¿Puede mantener este ritmo?
No sólo Netflix, sino todas el resto de grandes plataformas están invirtiendo mucho dinero en producción. Y esto lo celebro por los creadores, que pueden rodar películas y series de gran calidad. Pero a cinco o seis años vista, me parece inviable. ¿Quién será la primera en parar? Eso no lo sé.

¿Hay series más progresistas ahora que antes?
No creo que sea necesariamente así. Lo era el famoso episodio ‘Isaac e Ismael’ de ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, en el que Aaron Sorkin, su creador, reflexionaba sobre el atentado a las Torres Gemelas. ¿Son progresistas las series que tratan sobre homosexualidad? Pienso en ‘Els joves’ y era una serie más arriesgadas que muchas de las de ahora. Lo era ‘Sí, ministre’ o la ‘House of cards’ original inglesa, que era mucho más radical que la de EEUU, rodadad justo después del relevo de Margaret Thatcher. Quizá la oferta actual sea más amplia, pero no por ello son más progresistas.

¿Qué títulos recomendarías, en general?
Un reciente artículo del diario ‘The Guardian’ cita las –para ellos– 100 mejores series del siglo XXI: ‘Los Soprano’, ‘The Wire’, ‘Mad Men’, ‘Breaking Bad’ y ‘Juego de Tronos’ están entre las 10 primeras. Pero yo añadiría, por ejemplo, ‘Buffy, cazavampiros’ (1997-2003), una revolución a muchos niveles cuando nació y la semilla de todo lo que hace la Marvel con sus superhéroes.

¿Y de Filmin, en concreto?
‘Inside number 9’ (2014), que también la citaba ‘The Guardian’, una serie británica brillantísima, gamberra, ocurrente, de humor negro, con episodios autoconclusivos de 25 minutos, que tienen en común que en cada uno de los capítulos pasa algo con el número 9. Van por la cuarta temporada y estrenaremos la quinta en el festival Serializados (viernes, 25 de septiembre), con coloquio posterior a cargo de su cocreador, Steve Pemberton. También ‘The Virtues’, una miniserie con un nivel de calidad técnica, artística y dramática muy potente. Y ‘Home Ground’, una ficción noruega que trata el tema del fútbol de una manera muy diferente, cuya protagonista es la primera mujer entrenadora de un club masculino, con todo lo que eso significa, y también el tema de la homosexualidad en este deporte, algo de lo que nadie habla. Si esta serie estuviera en una de esas grandes plataformas, ahora mismo todo el mundo estaría hablando de ella.

Los ‘Robots de cine’ de Jordi Ojeda

Estamos rodeados de robótica y no nos damos cuenta”, explica este conocido ingeniero catalán, experto en cómics, robótica y ciencia ficción. Aquí le entrevistamos para hablar de seres artificiales, reales e imaginarios, a raíz de la reciente publicación de su libro ‘Robots de cine. De María a Alita‘ (Diábolo Ediciones). Este texto ha sido publicado primeramente en el diario digital Catalunya Plural.

Jordi Ojeda (Barcelona, 1966) es de los pocos especialistas en ciencia ficción que sabe realmente de qué habla y escribe: es ingeniero industrial con un Máster en Producción Automatizada y Robótica por la Universitat Politècnica de Catalunya. Hace una década creó la empresa Rational Time, centrada en algo tan actual como la organización del tiempo de trabajo, que mantiene en standby. Responsable desde hace años del proyecto ‘Cómic, Ciencia y Tecnología‘, en el que usa la historieta como instrumento pedagógico y divulgativo, también es profesor del Departamento de Empresa de la Universitat de Barcelona y ha comisariado diversas exposiciones, las más populares, en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona y el Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya.

-Usted es una rareza: ingeniero, experto en gestión del tiempo y comiquero de pro. ¿De dónde sale?
-Soy hijo de emigrantes andaluces. Mi padre era albañil y mi madre, ama de casa. Currantes que han trabajado toda la vida para que sus hijos pudieran estudiar y vivir bien. De pequeño era muy buen estudiante y un día descubrí que existía la carrera de Ingeniería Industrial, una formación que me permitía dedicarme a casi cualquier cosa.

-¿La descubrió, así, sin más?
-Me gustaba la ciencia. De pequeño decía que quería ser físico. Cuando estaba en el instituto, daba clases particulares de Matemáticas y Física a otros chicos, incluso de clases superiores, lo cual suponía una pequeña fuente de ingresos. Los profesores se enteraron y mi profe de Física, con el que con el que me llevaba muy bien, me propuso acudir a unos seminarios nocturnos que él daba en la Universidad.

-¿Y eso, con sólo 15 o 16 años?
-Sí, pero aunque me esforzaba mucho, no me enteraba de nada, porque eran temas muy avanzados: Física cuántica, Teoría de la Relatividad y similares. Un día, el profe me preguntó si me lo estaba pasando bien. Le respondí que me estaba costando mucho seguirle, pero que no se preocupara, porque me iba a esforzar, con la idea de ser físico como él. Y él, que ya empezaba a ser amigo mío, me miró y me dijo que muchas gracias, pero que él no era físico, sino ingeniero industrial.

-¡Vaya chasco!
-Sí. Casi me dejó hecho polvo. Pero me explicó bien en qué consistía la carrera y donde estudiarla, y decidí que eso era lo que quería hacer. La Ingeniería Industrial de hace 30 años te permitía formarte para muchas cosas. Allí se daban las Matemáticas más difíciles después de Exactas, la Química más difícil después de Químicas y la Física más difícil después de Físicas. Te formabas de manera más generalista y te preparabas para todo lo que vendría después: ¡yo estudié Informática con cartulinas perforadas!

-No me diga…
-Yo entré en la Universidad en 1984 y me convertí en becario de la Escuela de Ingenieros en 1987, con 20 años. Anécdota: ¡yo fui quien sacó de las cajas y montó los primeros ordenadores personales que se compraron en la Universitat Politècnica (UPC)! Ahora puede parecer ridículo, pero en aquel momento, casi nadie sabía lo que era un ordenador. Incluso organizamos visitas de profesores para enseñarles qué era un PC. Pero yo tengo correo electrónico desde 1988, uno de los primeros.

-¿Cómo entraron los robots en su vida?
-En aquella época asistí a un máster de robótica que dirigía Gabriel Ferraté, que era el rector de la UPC. Entonces era el Instituto de Cibernética, que luego cambiaría de nombre. Era todo muy novedoso, con los primeros robots, las primeras computadoras industriales… Y como yo destacaba mucho, me pidieron que coordinara el máster al año siguiente. Yo soy ingeniero, especializado en organización industrial. De ahí que me interesaran los grandes proyectos de esa parcela, la automatización en general, más que la robótica.

-¿Qué leía de pequeño?
-Soy el tercero de cuatro hermanos. Mi hermana es un año menor que yo pero mis hermanos son más mayores: cuando yo tenía 10 años, ellos ya eran unos jóvenes de 18 y 23 años. De ahí que yo crecí con los cómics y libros que leían ellos y con la música que escuchaban, nos llevaban al cine… Así que toda mi vida he visto, leído y escuchado cosas que no eran las propias de mi edad. Y de todas ellas, a mí me interesaba mucho la ciencia ficción, no sólo la tecnológica, sino la sociológica, la que reflexionaba sobre sociedades del futuro, de escritores como Aldous Huxley o H. G. Wells. Entre los 12 y los 15 años, los viernes y sábados iba de ‘caza’ por las bibliotecas de Barcelona en busca de libros raros. Si me hablaban de un libro de Isaac Asimov, por ejemplo, miraba qué otros libros había escrito y dónde los podía consultar.

-¿Y su afición por los tebeos?
-Como le decía, leía muchos cómics gracias a mis hermanos, ya que no tenía dinero para comprarlos. En especial, gracias a uno de mis hermanos, que se casó muy joven, a los 20 años. Sus suegros tenían un quiosco y durante muchos años nos pasábamos la noche del viernes al sábado leyendo todas las novedades de la semana. Eso sí, a las 6 de la mañana, volvíamos a dejar todo el material bien colocado y en perfecto estado.

-¡Qué suerte!
-Pues sí. Hasta que fui a la Universidad y ya no lo podía hacer, porque tenía que estudiar. Pero yo, con 18 años, estaba al día de todos los cómics que se publicaban y vendían en los quioscos: recuerdo en especial el primer número de la revista ‘Totem”, porque en ella salían el Corto Maltés de Hugo Pratt, la Valentina de Guido Crepax, lo mejor de Moebius… ¡Espectacular! ¡Y yo sólo tenía 11 años!

-Leía gratis, pero no tenía tebeos propios…
-No. Hasta que empecé a trabajar de ingeniero y pude comprar mis propios cómics e ir haciendo mi biblioteca. Pero esas lecturas me ayudaron a tener una cultura de la que aún ahora me aprovecho. Cuando acabé la carrera, en 1990, entré a trabajar en el Institut Català de Tecnologia y me empecé a encargar especialmente de proyectos de formación y divulgación. Me interesaba cómo podía explicar mejor la ciencia para que la sociedad la entendiera mejor. Y en 1997 surgió el proyecto ‘Cómic, ciencia y tecnología’, es decir, divulgar la ciencia y la tecnología utilizando como instrumento pedagógico las historietas.

-¿Qué pensaban sus jefes?
-En aquel momento, nadie tenía ni idea de lo que estaba haciendo, porque hubieran pensado que me pasaba todo el día leyendo ‘Mortadelo y Filemón’. De los 22 años que llevo en este proyecto, salvo mi familia y amigos, hace sólo siete u ocho años que lo saben mis jefes; cuando empecé a salir en la prensa, la radio y la tele.

-¿Y le han ayudado?
-Siempre me he buscado la vida. En la UPC ha habido gente que me ha ayudado y jefes que me han puesto todas las trabas del mundo, porque no saben ni qué son los cómics ni entendían la importancia de que pudieras cautivar y animar a estudiar carreras científicas a la gente joven a partir de la lectura de los cómics. Fíjate que, en los años 60, en plena guerra fría, el Gobierno de EEUU pidió a las editoriales que introdujeran motivos científicos y tecnológicos en las historietas, sobre todo en los de superhéroes. Este fue uno de los motivos por los que Stan Lee desarrolló en Marvel personajes que eran científicos. Así, Reed Richards, el líder de los Cuatro Fantásticos, es un científico; Spiderman es estudiante de Química; IronMan es ingeniero… Cuando lees que Hulk era un físico que investigaba los rayos gamma, te interesa saber qué son.

-Pura miopía de esos jefes suyos…
-Es no ver que la cultura popular, como son los cómics, enfocados a cualquier edad, pero especialmente a los jóvenes, puede ayudar no sólo a que estudien ciencias, sino simplemente para adquirir el hábito de la lectura. Yo corrijo muchos exámenes y veo que la gente no sabe leer, no sabe escribir, no sabe expresarse. Tienen problemas de compresión lectora.

-¿Y usted cree que la historieta puede ayudar?
-Para mí, el cómic tiene cuatro usos: como una lectura, un libro de texto, temático, histórico, genérico; como recurso pedagógico, que te ayuda a explicar una lección; como plataforma para estudiar otras disciplinas artísticas, y como herramienta de comunicación, porque un dibujo te permite transmitir o expresar emociones o sentimientos.

-Volvamos al proyecto ‘Cómic, ciencia y tecnología’.
-Surgió en 1996 tras una charla sobre el tema a cargo de Francesc Solé Parellada, un catedrático de Economía que es un gran amante y coleccionista de cómics, a la que únicamente asistí yo. Solé, que había sido profesor mío, me invitó a ir a su casa para enseñarme los cómics que tenía. Fui a su casa y aluciné con su colección. ¡Brutal! Yo le propuse hacer un libro entre ambos con toda aquella documentación.

-No recuerdo un libro suyo así…
-No, no, espera. Como aquello era un trabajo colosal (íbamos con fotocopias, no había ordenadores), le propuse a Solé cambiar el proyecto de libro por algo más sencillo, como una exposición. Y podíamos convencer a algunas instituciones para que nos ayudaran, como el Col·legi d’Enginyers Industrials, la UPC y el Institut Català de Tecnologia. Y en 1997 expusimos en la UPC, en la que sería la última muestra exhibida en su sala de exposiciones.

-¡De esa exposición sí que me acuerdo!
-Sí, porque al año siguiente, en 1998, estuvo en el Salón del Cómic, y viajó a siete u ocho sitios más de Catalunya, casi siempre acompañada de una conferencia que daba yo. Y después, estuvo en Pamplona, Logroño, Madrid, Castellón, Valencia… 25 lugares diferentes hasta el año 2006 o 2007.

-También ha organizado otras muestras…
-Cuando llevamos la expo a Cantabria, en 2006, entre los asistentes se encontraba el responsable de cultura del Puerto de Santander, y nos propuso un proyecto en el que explicáramos la contribución de los puertos al desarrollo histórico, económico y sociológico de los territorios y ciudades donde había. Y este sería el germen de ‘Cómics a puerto’ y ‘Faros de papel’. Del 2007 al 2011 me dediqué a este proyecto, del que salieron exposiciones, libros, conferencias, artículos, congresos.

-Y luego llegaron los robots…
-En el 2011, Carles Santamaría, director del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, me pidió organizar una gran exposición central sobre los robots en el mundo del cómic, que se acabaría titulando ‘Robots en su tinta‘. Acepté con la condición de que el marco no fuera únicamente la historieta, porque los robots en la ficción surgen especialmente de la literatura y se han hecho muy populares en el cine y la televisión, pero son residuales en el cómic. Estuve trabajando en ello todo un año y la exposición se inauguró en la edición 30ª del salón, en el 2012, año que superó por primera vez los 100.000 asistentes. Fue un espectáculo, la mayor exposición sobre robótica que se había hecho en España hasta ese momento.

-Y fue el germen de más exposiciones sobre robots.
-Sí, a raíz de ‘Robots en su tinta’, realicé la exposición ‘Robots de película: de María a Eva’. Ambas son el germen de mi libro, junto a una tercera, pendiente de montaje, que se exhibirá en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) de Alcobendas (Madrid) a lo largo de 2020. Es un proyecto que inicié en el 2017, pero que tiene ocho años de investigación y trabajo detrás, desde el 2011. Y que, al retrasarse su puesta en marcha, me ha permitido trasladar el trabajo de investigación realizado a este libro.

-¿Todo sobre robots?
-En realidad, sobre el ser artificial. No me podía referir solo a robots como R2D2 y C3PO, de ‘La guerra de las galaxias’, sino que tenía que hablar del tema de forma global. Por ello, empiezo por los autómatas del siglo XVIII y la literatura de ciencia ficción y seres artificiales del siglo XIX (la palabra androide se inventa en una novela francesa). Ya en el siglo XX paso por el teatro, donde se inventó la palabra robot (aunque referida al ‘trabajo esclavo’) en una obra de Karel Capek, en 1921, y el cine, con la María de ‘Metrópolis’, así como la literatura de Isaac Asimov. Hasta los años 80 hablo de robótica de forma cronológica, pero después hablo también de cíborgs, exoesqueletos, drones, la realidad aumentada…

-¿Para usted, cuál es ese primer ser artificial?
-El que marca el inicio de la ciencia ficción moderna es la criatura de Frankenstein en 1818, el primer robot biológico, porque tal y como aparece en la novela de Mary Shelley, se crea a partir de trozos de varios cadáveres. Fíjate que en ‘Avatar’ (2009), una película tan interesante como taquillera, los cuerpo azules de los na’vi que usan los protagonistas no dejan de ser unas fundas con el cerebro de esos humanos. En el fondo, son robots biológicos.

-¿Están todas las películas del género?
-No. El libro no es completista, sino que destaco las películas que yo creo que son interesantes para el lector con una serie de salvedades: no salen muchos títulos orientales ni de animación porque es probable que escriba una segunda parte sobre el cine asiático y el anime japonés. Como no se trata de un encargo, utilizo un lenguaje divulgativo para todos los públicos. Y lo he dividido en muchos capítulos para facilitar su lectura y consulta posterior.

-En el libro hay títulos buenos y otros, más regulares.
-Es que no hago crítica de cine, sino que hablo de robots de película. Podría estar todo un día hablando de ‘2001’ (de hecho, el año pasado impartí un curso de 20 horas sobre esta película de Kubrick), pero en el libro sólo hablo de HAL.

-El prólogo lo firma Kike Maíllo, el director de las películas ‘Eva’ y ‘Toro’.
-Cuando Kike estaba a punto de estrenar ‘Eva’ en el Festival de Sitges del 2011, yo era jurado en aquella edición. Nos conocemos y hemos ido coincidiendo en diferentes conferencias y presentaciones. Le comenté lo del libro, le envié el texto y me dijo que le había gustado mucho y que no tenía ningún problema en escribir el prólogo. Que lo haya hecho le da una pátina de calidad, de que haya confiado en mi. También fue importante para el editor y para la promoción del libro, claro.

-¿Podemos sacar alguna conclusión de su libro?
-Que cada vez más estamos rodeados de robótica y no nos damos cuenta. Mira tu móvil: funciona con inteligencia artificial. Por eso, este no es solo un libro sobre robots en el cine, sino una reflexión sobre tecnología y el concepto de criatura artificial. Todo nuestro entorno, hasta nuestro ocio, tiene relación con la robótica. Es fácil imaginar que dentro de unos años podamos hacer una réplica de nuestro cerebro y tener una copia de seguridad en internet. O podríamos tener una impresión en 3D de nuestro cuerpo, una funda, como en ‘Avatar’. Pues quizá esto ocurra dentro de 20, 50 o 100 años. Y todo esto, en la ficción, ya lo ha plasmado alguien de alguna manera, como Richard K. Morgan, en ‘Altered Carbon’ (2002) y que Netflix ha convertido en serie (2018).

Miquel Porter i Moix, historia del cine catalán


Miquel Porter i Moix
Un documental del Canal 33 coproducido por TV-3 analiza la vida y trayectoria de Miquel Porter i Moix, figura clave de la cultura catalana del último tercio del siglo XX, uno de los fundadores de la Nova Cançó y de Els Setze Jutges, así como gran estudioso y divulgador del cine catalán.

Miquel Porter i Moix (1930-2004) fue uno de los primeros catedráticos de Historia del Cine de la Universidad española, propició la creación de la Filmoteca de Catalunya e inspiró el nacimiento de la notable escuela de cine ESCAC. La película ‘Miquel Porter i Moix: La república de la llibertat i el bon humor’, que el Canal 33 emite el sábado, día 1 (22.15 horas), está dirigida por Anastasi Rinos, un notable montador de Bigas Luna, Francesc Bellmunt, J.A. Salgot, Simó Fàbregas, Antonio Chavarrías, Eduard Cortés, Jesús Garay y otros conocidos realizadores catalanes.

“Por desgracia, pese a su importancia, Miquel Porter i Moix es un personaje poco conocido. Y no solo por la gente joven, sino también por muchas personas no tan jóvenes”, explica el director del documental. De ahí, que el filme se abra con estas palabras: “La historia está llena de hechos y personajes que dejan huella. Algunos, como los cimientos de un edificio, quedan soterrados. Pero saber quiénes son es saber quiénes somos”.

La familia de Miquel Porter ha estado directamente implicada en el proyecto, ya que fue la que contactó con el conocido productor Paco Poch y este, a su vez, quien fichó a Rinos. “Yo estaba en pleno montaje de un trabajo anterior, ‘Ana María Moix. Passió per la paraula‘ cuando Poch me explicó la idea. Con la colaboración de dos nietos de Porter i Moix, Tariq Porter, como coguionista y ayudante de dirección, y de Manuela Porter, como narradora, voz en off e hilo conductor de la película, el documental intenta explicar quién es este polifacético personaje.

Lluis Llach, en el documental.

“Miquel Porter era un optimista hiperactivo en diversas áreas. En el mundo de la escena catalana, inventando nuevas fórmulas teatrales, como fue el teatro vivo, el de improvisación. En el de la música, Creó, junto con otra gente [Remei Margarit, Josep Maria Espinàs, Lluís Serraïma] el grupo de Els Setze Jutges e impulsó la Nova Cançó”, añade Rinos. Y de ello hablan en el documental el citado Espinàs, Martí Llauradó, Quico Pi de la Serra i Lluís Llach. “Porter se convirtió en cantante sin serlo o en actor, sin serlo. Simplemente lo hacía”.

Uno de los grandes valores de este audiovisual es contar con una larga lista de personajes que hablan de Miquel Porter desde las diferentes áreas, desde sus inicios como librero en la librería familiar de su padre, la Llibreria Porter; su pasión por el cineclubismo y el coleccionismo cinematográfico, cuyos materiales pasarían a formar parte de la Filmoteca de Catalunya, de la que fue artífice. La productora Isona Passola, presidenta de la Academia del Cine Catalán, los directores Agustí Villaronga y Rosa Vergés, y la historiadora Palmira González son testimonios de su pasión por el cine.

“Porter era un estudioso del cine, un historiador. Y un experto como pocos del cine soviético”, comenta el director del documental. Y Vergés, por ejemplo, recuerda siempre las proyecciones de ‘El acorazado Potemkin’ en la facultad. “Era un gran maestro –añade Rinos, que le recuerda como profesor suyo en la Escuela Aixelà, junto con Pere Portabella y Romà Gubern.

“Creó en la Universitat de Barcelona la cátedra de Historia del Cine, dentro de Historia del Arte, una asignatura que existía en muy pocas universidades españolas”. Esa pasión por la docencia, que había ejercido antes y ya más tarde en la Universitat Catalana d’Estiu, le llevaría a contactar con Josep Maixenchs, a quien ayudaría a fundar las bases de lo que finalmente sería la ESCAC, la prestigiosa  Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya.

Fue en una época en la que Porter, hombre inquieto, de izquierdas y catalanista, también aportó su granito de arena en la política catalana: fue jefe del Servei de Cinematografia de la Generalitat de Catalunya entre 1977 y 1986, e incluso fue diputado por Esquerra Republicana de Catalunya (de 1982 a 1984). Vicenç Altaió, Miquel de Palol, Josep Lluís Carod-Rovira y hasta 35 personajes hablan de todas las múltiples facetas del personaje.

Y en el tramo final, aparece el Miquel Porter más cercano e íntimo, gracias a la presencia de buena parte de su familia, en especial su hermana Maria y sus seis hijos, quienes hablan de la madre y de la vida cotidiana del matrimonio. Un colofón emotivo para un documental necesario.

Ignacio Martínez de Pisón

Hace unos días, la Fundació Periodisme Plural, y más en concreto su responsable, Josep Carles Rius, me invitó a escribir en la web de Catalunya Plural de vez en cuando. Es una colaboración altruista que he iniciado con esta entrevista al escritor Ignacio Martínez de Pisón, con quien hemos hablado de la magnífica serie ‘El día de mañana’ (Movistar Plus), basada en su novela homónima.

Estrenada en medio del Mundial de Fútbol por Movistar+, la miniserie ‘El día de mañana’ se ha ganado, sin demasiada publicidad, el fervor de la crítica y, en menor medida, de un público cada vez más diversificado. Dirigida por Mariano Barroso a partir de un guion escrito por Alejandro Hernández y basado en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón, la ficción narra la vida y milagros de un chaval de pueblo que llega a Barcelona a mediados de los años 60 acompañado de su madre enferma. Sus relaciones, especialmente con una joven y un inspector de policía, así como con diversos miembros de la burguesía catalana y la ultraderecha durante la Transición, retratan a un personaje que es mucho más que el chivato al que le reducen algunas sinopsis. El magnífico elenco de actores viene encabezado por Oriol Pla, Aura Garrido, Jesús Carroza y Karra Elejalde, entre otros.

He acudido a la biblioteca de mi barrio y no quedan ejemplares de ‘El día de mañana’.

¡No me diga!

He tenido que apuntarme a una lista de espera. Le confieso también que he intentado mirar si había alguna forma de leerlo por internet.

Ya, ya sé que hay webs piratas donde aparecen mis libros.

No se crea. Están cerrando muchas. Solo he visto un fragmento de su libro en un sitio. Pero ha sido más fácil: la novela está a la venta en la mayoría de librerías digitales y a un precio razonable.

Menos mal. Ya estoy acostumbrado a recibir alertas digitales sobre el tema.

Volvamos a ‘El día de mañana’, si le parece. ¿Ha visto la serie?

Sí, sí, claro.

¿Y qué le parece?

Yo creo que han construido una buena historia, que tiene ritmo, que los personajes funcionan, mantienen su complejidad. A veces te caen mal y a veces te caen bien, pero siempre te interesan..

Teniendo en cuenta su experiencia previa (‘Carreteras secundarias’, ‘Las 13 rosas’, ‘Chico & Rita’), por qué no ha participado en el guion de la serie?

Cuando me contactaron los productores Fernando Bovaira y Guillem Vidal-Folch, yo estaba liado con otras historias y ni me propuse yo ni me propusieron ellos redactar el guion. Además, cuando me dijeron que tenían a Mariano Barroso y que el guionista era Alejandro Hernández, no tuve dudas. Es un escritor cubano que lleva ya tiempo en España y que ya había hecho con Barroso ‘Todas las mujeres’. También ha escrito ‘Caníbal’ y ha adaptado la novela de Javier Cercas ‘El autor’. No le conozco personalmente, pero por lo que he visto es un muy buen profesional. El mérito de que la serie funcione es que el guion está muy bien construido.

¿Cree que han respetado el espíritu de su novela?

Yo no hablaría tanto de respetarla, sino de que han hecho suya la historia. Algunas de las tramas las han suprimido, porque no cabían, y otras las han modificado y enriquecido, porque era necesario tener dos hilos narrativos fuertes. Y lo han conseguido a través de la relación de Justo Gil con la chica, Carme Román, y con el policía, Mateo Moreno. En la novela son muchas las personas que hablan y que, al mismo tiempo que explican sus vidas, están contando la historia de ese que nunca habla, que es Justo. Es una visión plural con muchas perspectivas sobre el personaje. En la serie han tenido que reducirlas a una perspectiva central. Pero han logrado sacar de una novela bastante desperdigada dos hilos narrativos centrales que se siguen muy bien. Yo creo que es un guion estupendo.

Volviendo a la novela, ¿cual es su origen?

Aunque la novela la publiqué en el 2012, yo ya tenía antes en la cabeza contar algo sobre la Brigada Político Social (BPS) desde el punto de vista policial. Existen muchos libros de personas que fueron torturadas por [el comisario Antonio Juan] Creix y su gente en la Via Laietana [sede de la Jefatura Superior de Policía, en Barcelona] o por policías de la Puerta del Sol, en Madrid. Me faltaba el punto de vista de esta otra gente. A través de Pedro Costa me puse en contacto con Xavier Vinader y este me facilitó el contacto con un policía jubilado de la BPS, que fue quien me contó cómo eran las cosas en Via Laietana en los años 60. Eso era lo que me interesaba, porque nadie de esa brigada te explicará abiertamente todo lo que hicieron. Ese hombre, que vivía en Murcia, y al que vi varias veces y hablé luego mucho por teléfono, me ayudó mucho. Así, junto al testimonio que nunca ha faltado de gente que fue torturada durante el franquismo, pude incorporar este personaje de Mateo Moreno, que interpreta Jesús Carroza.

¿Qué le contó ese policía?

Que a partir de 1968, cuando Creix fue destinado al País Vasco, después del asesinato de Melitón Manzanas, y aquí –según esa fuente que yo tenía- la cosa se suavizó un poco. Y aunque seguía habiendo malos tratos, la represión parece que no era fue fuerte como los años previos. Pero bueno, él me contaba algunas cosas que demuestran que el respeto hacia el ser humano era mínimo o nulo.

¿Recuerda alguna anécdota en especial?

Me acuerdo de una historia que yo metí en la novela y en la serie sale un poco cambiada: cómo hacen desaparecer un cadáver en El Garraf. Me contó que había una manifestación contra la guerra de Vietnam cerca del Consulado Norteamericano y que estaba tomando algo en un bar. Cuando salió, chocó contra un manifestante, y a este se le cayeron unas octavillas que llevaba ocultas. Total, que le detuvo, le llevó a Via Laietana, le esposó a un radiador y volvió a salir de Jefatura para vigilar la manifestación. Cuando volvió, al cabo de un par de horas, se encontró con que el chico se había muerto. Como no habían hablado con él, nadie sabía quién era, no sabían si era español o extranjero, y no llevaba documentación, pues decidieron despachar el cadáver por un acantilado del Garraf. Y por allí deben estar aún sus huesos. Quizá fuera cierto lo que decía: que empezaban a suavizarse las cosas, ya no que estaba Creix. Y probablemente se olían que se estaba acercando un cambio en España. Pero, al mismo tiempo, seguían comportándose como la policía de una dictadura.

En la novela, el protagonista, Justo Gil, sale peor parado que en la serie…

La historia de Justo es la de un tío que se degrada moralmente desde el momento en que se ofrece a hacer de confidente, porque una cosa es comerciar con objetos y otra, hacerlo con las personas que le rodean. El único objetivo de cada amistad que tiene es vendérsela a la policía. Y lo que logra la serie es que el tipo te caiga bien aunque sepas que las cosas que hace están mal. En la novela, en cambio, no necesariamente se produce esa identificación y hay momentos en que detestamos al personaje.

¿Justo reacciona así porque previamente le han maltratado?

Él en el fondo cree que los méritos que hace le pueden abrir camino. Y lo que estamos viendo es que estamos en una España donde los méritos no te abren ninguna puerta. El chico al que conoce y que es hijo de un empresario franquista ese sí que tiene todas las puertas abiertas. Pero él, que viene de un pueblecito aragonés, con una madre enferma a cuestas, él será quien reciba todas las tortas. Además también tiene una visión muy mercantilista de la vida que, en cierto momento, traspasa una barrera moral: pasa de vender productos por catálogo a vender a sus amigos y a las personas que te rodean. Y, además, a la policía, en una dictadura, donde las informaciones afectan a gente que están ejerciendo lo que ahora son derechos, pero que en aquella época eran delitos y eran perseguidos.

¿Qué opina del actor que lo interpreta?

Oriol Pla lo hace muy bien. Es muy buen actor. El personaje está muy bien construido. Han conseguido darle muchos matices y complejidad, y él los capta y los expresa muy bien. Y tiene la complicidad del espectador, que se identifica con él aún sabiendo que las cosas le van a ir mal.

En la década que acontece la trama, se ve cómo se pasa de la dictadura a una democracia incipiente.

Y el inicio de un antifranquismo que empezó a sacudir las conciencias a partir del Proceso de Burgos, en 1970. Estamos hablando de que aún le quedan cinco años de vida a Francisco Franco, pero que van a ser muy duros y de gran regresión, precisamente porque empieza a haber una mayor organización obrera y estudiantil. Por eso, el régimen, que en apariencia pretendía hacer un esfuerzo aperturista, se bunqueriza y se protege mucho más. Lo cual es realmente llamativo, porque si en los años 60 había habido pocas condenas a muerte, en cambio, en los últimos años de Franco hay un rebrote violento y empieza a haber muchas más y culminan en 1975 cuando matan a cinco activistas solo unos meses antes de la muerte del dictador.

La novela acaba casi con la legalización del Partido Comunista.

Un poco más tarde, en la época en que la ultraderecha era muy fuerte en Barcelona, cuando pusieron la bomba en ‘El Papus’ [septiembre de 1977].

Los primeros años de la Transición…

Sí, una época, y siempre se ha dicho y creo que es verdad, en la que desde Gobierno Civil se alentaban esas actividades. Y una parte de ese terrorismo y activismo de la ultraderecha estaba protegido o auspiciado por la Policía, como forma de contratacar y hacer frente al activismo revolucionario, de izquierdas. Ese terrorismo ultra gozaba de cierta protección, como me dio a entender Xavier Vinader. No sé si sabes que Vinader llegó a tener un carnet de Fuerza Nueva para colarse en la reuniones de aquel grupo, a las que acudían policías. Al principio, cuando aún no era muy conocido, se colaba en todas partes. Luego tuvo que marcharse para evitar que le encarcelaran por aquellos reportajes de Interviu. Más adelante, a la Policía ya no le interesó proteger a esa gente, cerró el grifo y ahí se acabaron los atentados de ultraderecha.

De hecho, el personaje de Mateo Moreno acaba saliéndose de la policía, montando un bar y en el PSOE…

Es que pertenece a ese grupo de policías que no tienen ideología, que igual trabajan para el Régimen de Franco que para el partido que gobierne en la democracia. Ellos trabajan para el Estado, con sumisión al poder, que en un momento dado es una dictadura y luego una democracia, con Martín Villa y luego con Felipe González. No tienen ideología, pero tampoco escrúpulos… En efecto: si tienen que zurrar en nombre de la dictadura, zurran, y si tienen que hacerlo en el de la democracia, también.

Pero eso también pasa con los Mossos, que el 15-M desalojaron a los indignados de la plaza de Catalunya…

Hicieron lo que les dijera el ‘conseller’ de turno. Si les ordena evacuar la plaza de Catalunya, la evacúan, claro.

¿Ve usted algún paralelismo entre la situación actual y la que acontece en la novela y la serie?

Aunque nos parezca que estos momentos son muy convulsos, y el otoño pasado nos pareciera muy caliente, hay que tener un poco de memoria para recordar lo convulsos que eran los años posteriores a la muerte de Franco. Realmente allí había muertos en las manifestaciones, había mucha violencia, existía la sensación de que en cualquier momento los militares podían, como de hecho lo intentaron en 1981, volver a tomar el timón de la situación. En aquellos momentos, el terrorismo, de diferentes signos, mataba a cientos de personas cada año. Nos hemos acomodado en una realidad tan confortable, como es la de la democracia y la Unión Europea, que ya nos hemos olvidado de lo agitados y convulsos que fueron los años de la Transición. Moría mucha gente y las manifestaciones y la represión eran muy duras, y la tortura seguía existiendo durante mucho tiempo en los calabozos. Y las condiciones de los presos en las cárceles eran terroríficas. Por eso, cualquier paralelismo es siempre forzado, porque las circunstancias son muy diferentes.

¿Cómo vive un escritor como usted, que escribe en castellano, en esta sociedad que prima tanto a los autores en catalán?

La sociedad catalana sabe que tiene un patrimonio tremendo con la lengua y la literatura castellana y creo nadie en sus cabales va a renunciar a eso. Habría que ser muy fanático para renunciar a esa otra parte que es muy enriquecedora. Sería absurdo. Es cierto, por otro lado, que existe una ultraprotección de lo catalán que hace que los escritores en castellano pues estemos un poco ‘marginados’… vamos, que no tengamos la protección que tienen los otros. Tampoco es que me parezca mal: la obligación de las autoridades de aquí es proteger esa cultura, que es más débil.

¿Apoya usted esas políticas proteccionistas?

Desde un punto de vista estrictamente cultural, me parece bien que se apoye la literatura y el cine en catalán, porque tienen que existir y, además, porque se están haciendo cosas muy buenas. No ha habido un momento tan bueno del cine en catalán como ahora. Y lo mismo pasa con la literatura en catalán, donde varias generaciones de autores en catalán conviven y escriben buenos libros. Y al final, en definitiva, ese apoyo está muy bien. Lo que pasa es que a veces ese apoyo se ha politizado y parece como si, a cambio de ese apoyo, a esos autores se les hubiera pedido una lealtad a una cierta idea, al procés o a lo que sea.

¿Saldremos del callejón político actual?

Yo creo que sí. Hemos tenido mucha suerte con esta extraña jugada de Pedro Sánchez que, creo, va a tranquilizar bastante las cosas. Espero que ni Puigdemont ni Torra vayan a bunquerizarse. La sociedad está deseando que las cosas se arreglen. Hemos vivido con gran tensión estos últimos meses, pero se ha de recordar que no ha habido ningún muerto, ningún estallido de violencia. No ha habido grandes heridas que no se puedan cicatrizar. La sociedad está deseando tranquilidad. Cuando una revolución funciona, lo hace porque las cosas están muy mal, porque la gente de muere de hambre, porque hay una opresión muy seria. Las revoluciones las protagonizan gente desesperada y yo creo que ahora no hay tanta gente desesperada en Catalunya. Vivimos en un estado de derecho y en uno de los núcleos más prósperos de la Unión Europea.

Un mago en el tren

A la izquierda, el gandul maleducado. A la derecha, el joven mago.

Estos días estoy yendo y viniendo en tren desde una población situada a unos 70 kilómetros de Barcelona. Me apetece hacerlo así, en lugar de ir en coche, por varias razones: es más barato, ecológico y casi igual de rápido, y encima puedo ir leyendo.
Hoy ha sido un viaje peculiar. De entrada, un gandul como un armario de grande, con camiseta y pantalones cortos, se ha situado una fila por delante y ha colocado sus enormes zapatillas deportivas en el asiento situado enfrente. Ahí tenéis la foto como prueba.
Una señora le ha afeado su conducta en voz alta, pero el elemento ha hecho caso omiso y, como quien oye llover, ha seguido jugueteando con su móvil, sin levantar la vista.
La mujer ha buscado comprensión en los viajeros cercanos, como yo mismo, que hemos atendido a sus palabras, pero sin ir más allá. El individuo me pasaba un par de cabezas, ya comprenderán. Sólo los ha bajado ocasionalmente cuando los agentes de seguridad de Renfe le han obligado. Pero en cuanto marchaban, volvía a las andadas.
Pero lo feo de los pies del tipo en el asiento (algo que parece ser habitual en Cercanías) se trocó en magia por obra y gracia de un ilusionista.
El joven se sentó con su chica en un asiento situado en la fila opuesta y por detrás del mío. Sacó una baraja inglesa y le hizo un juego de cartas a su pareja. Muy pronto, la baraja empezó a cobrar vida y a circular por la zona, asombrando a los espectadores accidentales que estábamos al lado.
Cuatro jóvenes situados a mi izquierda entraron también en el improvisado show. Y una de las chicas (eran tres y un joven) comentó que era actriz y resultó que la pareja del mago y este mismo también lo eran y habían estudiado en la misma escuela de interpretación. Casualidades mágicas.
Yo, que soy curioso por naturaleza, pregunté: «¿Te quieres dedicar a la magia?«. Y el joven: «Ya me dedico. Actúo estos días en el Teatreneu de Gràcia«. «¿Y cómo te llamas?«, inquirí. «Sergi Armentano«, dijo. «Es un apellido de origen italiano», aclaró.
Os aseguro que, por lo que vi en el tren, por su amabilidad y desparpajo, merece la pena ir a verle (aquí, su videobook). Estará en esa sala de Gràcia los domingos del mes de junio.

Las series más vistas de Filmin

Los integrantes de la familia Durrell, al completo, con la sirvienta incluida.

Antes de dejar ‘El Periódico’ había escrito un pequeño artículo sobre las series que emite la plataforma Filmin, y que no se llegó a publicar.

Esta empresa nacional, pionera en el vídeo bajo demanda, nació hace ya 10 años y ha sido capaz de distribuir su oferta tanto en castellano como en catalán (a través de Filmincat)

Menos poderosa económicamente que Netflix, HBO, Movistar+, Rakuten o Amazon, por poner algunos ejemplos, Filmin se esfuerza por ofrecer a sus abonados el mejor cine independiente, especialmente el español, y compra derechos de emisión de series ‘menores’, pero nada desdeñables, que no suelen entrar en los catálogos de las cuatro citadas.

En su particular ‘top ten’ destacan tres series británicas que han entusiasmado a los espectadores del Reino Unido y han seducido a los españoles: ‘Los Durrell‘, ‘Endeavour‘ y ‘La casa de las miniaturas‘, dirigida nada menos que por el catalán Guillem Morales.

1. ‘Los Durrell‘ es una encantadora adaptación de la ‘Trilogía de Corfu’, la simpática autobiografía del naturalista, conservacionista y zoólogo británico Gerald Durrell, integrada por los libros ‘Mi familia y otros animales’, ‘Pájaros, bichos y demás parientes’ y ‘El jardín de los dioses’.

En tono de comedia costumbrista, y toques de drama, la serie -cuya tercera temporada está en marcha- está ambientada en la isla griega de Corfú, donde la madre del autor, ya viuda, se refugió con sus cuatro hijos, con el entonces joven escritor en ciernes​ Larry Durrell, además de los medianos Leslie y Margo. Los actores Vernon Dobtcheff, James Cosmo y Jeff Rawle, entre otros, encabezan el elenco.

Por cierto: los encantadores y premiados títulos de crédito de esta serie se deben al director artístico Alex Maclean. No dejéis de pasar por su página web para disfrutarlos.

2. ‘Endeavour‘ es la serie de intriga más vista actualmente en Gran Bretaña: acaba de finalizar su quinta temporada y ya se ha anunciado la sexta para el 2019. Filmin tiene a disposición de sus abonados cuatro entregas, y está traduciendo la quinta (siemper en versión original subtitulada).

Surgida como una precuela de la veterana ‘Inspector Morse’, ficción policial basada en unas populares novelas de Colin Dexter, que tuvo siete temporadas pero estuvo en antena 13 años, desde 1987 hasta el 2000 en la cadena ITV, Endeavour es el nombre de pila de Morse. Un nombre que (casi) nunca pronuncia.

La serie está exquisitamente ambientada en los años 60 y explica la vida del joven Morse, desde que deja sus estudios en la Universidad de Oxford (sus razones y relaciones se van descubriendo a lo largo de la trama) poco antes de acabar la carrera pero sin llegar a titularse, su corto paso por el Real Cuerpo de Señales donde se especializó en mensajes cifrados y su posterior empleo como agente de policía y su paso a detective en el Departamento de Investigación Criminal de Oxford, donde intenta ascender a sargento inutilmente. El joven actor Shaun Evans (Liverpool, 1980), muy poco conocido hasta ahora, se ha convertido en un fenómeno en su país.

Tras un piloto que cosechó elogios y buena audiencia, Endeavour ha seguido una cuidada línea de solo cuatro episodios de hora y media por temporada. En cada entrega se desarrolla un caso, lleno de puzles, así como una trama central que se va desarrollando y que marca la vida, amores y relación del protagonista con su jefe y amigo el inspector Fred Thursday (Roger Allam); el sargento Jim Strange (Sean Rigby), el forense Max DeBryn (James Bradshaw) y el superintendente en jefe Reginald Bright (Anton Lesser), entre otros personajes.

3. ‘La casa de las miniaturas‘ consta de solo tres maravillosos episodios y es una adaptación de la exitosa novela homónima de Jessie Burton, galardonada con el National Book Award y que ha logrado vender más de un millón de ejemplares en todo el mundo.

Ambientada en Amsterdam en el siglo XVII, cuenta la historia de Nella, una joven huérfana de padre y acuciada por las deudas, que acepta contraer matrimonio con Johannes Brandt, un comerciante que suple su falta de afecto con un misterioso regalo: una casa de miniatura que poco a poco desvelará secretos ocultos de su familia.

Su protagonista es Anya Taylor-Joy, actriz de películas como ‘La bruja’, ‘Múltiple’ y ‘El secreto de Marrowbone’, a quien veremos en ‘X-Men: Nuevos mutantes’ el año que viene. Y junto a ella destaca la gran actriz Romola Garai.

Las siete ficciones restantes de la lista de las 10 más vistas durante el 2017 en Filmin son ‘Churchmen’, ‘Wolf Hall’, ‘El fin de un imperio’, ‘Charité’, ‘El estrangulador de Rillington Place’, ‘Young and Promising’ y ‘The Living and the Dead’. Todas ellas tienen una excelente pinta y también merecen ser descubiertas.

Ferran Monegal

Ferran Monegal retratado en La Rambla por Julio Carbo (EL PERIÓDICO)

Desde hace muchos años, admiro la ironía que desarrolla mi compañero (y sin embargo amigo) Ferran Monegal desde hace casi 25 años en ‘El Periodico.
Me divertía mucho ese personaje de vejete cascarrabias que se ha fabricado a lo largo de los años y que consolidó en su programa de betevé ‘Telemonegal’.
Más de una vez asistí a su plató para poder charlar con personajes a los que él invitaba y conseguía entrevistar antes que yo, chico de prensa. Cosas de la tele: primero las cámaras, luego los micrófonos y finalmente los plumillas del papel.
Cuando edito sus columnas, le coloco bien los acentos, que él desparrama con anárquica generosidad. Y aprecio la forma de meter el dedo en muchas llagas con humor e ironía en sus artículos para el diario.
No gusta a todo el mundo, porque el hombre tiene su carácter, pero yo le aprecio y por eso me alegré de que apareciera un par de veces en ‘‘La Sexta noche’, que ha acabado fichándole.
Convertir nuestras conversaciones en esta entrevista ha sido más placer que trabajo. Aquí os dejo el enlace de la noticia en el diario y el texto llano. La foto es de mi amigo Julio Carbó.

Cinco años después de tener que cerrar su programa en Barcelona Televisió (Betevé), el periodista y crítico de tele Ferran Monegal, vuelve a la pequeña pantalla para hacer «crítica de tele desde la tele». Desde este sábado, y un par de veces al mes, un resucitado ‘Telemonegal’, más político, aparecerá como una sección dentro del programa ‘La Sexta noche’ (La Sexta, el sábado, hacia las 22.30) con el título de ‘Monegal sin filtros’. Y su último invitado de entonces, Xavier Sardà, será quien le dé la bienvenida este sábado (aquí, el instante del encuentro).

Explique, explique. ¿Cómo es que le ha fichado La Sexta? En octubre, me pidieron intervenir dos sábados [los días 7 y 28] para hablar de la situación de las teles en Catalunya y España, y tuve una muy buena respuesta de la audiencia. Les gustó cómo quedó, y me han pedido que vuelva un par de veces al mes.

¿Por cuánto tiempo? De momento, ocho intervenciones a lo largo de cuatro meses. Tanto La Sexta como yo estamos abiertos a seguir, según cómo vaya la cosa. Este mes de diciembre estaré este sábado, día 16, y el próximo, día 23.

¿Es como resucitar ‘Telemonegal’? En cierta forma haré una especie de ‘Telemonegal’, el programa que hice durante 10 años en BTV y me vi obligado a cerrar hace cinco, pero más inclinado hacia cómo tocan el tema político las diferentes teles.

¿Dice usted que se vio obligado a cerrarlo? ‘Telemonegal’ era el programa líder de la cadena municipal de Barcelona. Pero desde que entró Xavier Trias en la alcaldía, el espacio no interesaba, entre otras cosas, porque temían que hiciera sombra a TV-3. No se atrevían a cerrarlo, pero me iban arrinconando, me cambiaron de día, quitaron al público (al que no pagábamos y que acudía gratuitamente), y decidí marchar. Así que aproveché que se cumplían 10 años, para cerrarlo. Como decía Alfonso Guerra, más vale pasar página que no que te la pasen.

¿A quién molestaba usted? Es que mi manera de mirar la televisión es muy incómoda. Un programa sobre tele, en un mundo tan endogámico como el de los periodistas de televisión, molesta. No interesa una reflexión crítica sobre la televisión que se está haciendo ahora.

Sobre todo, en Catalunya… Dada mi interpretación de cómo está trabajando TV-3 y la megafonía de la parroquia independentista, desde el punto de vista televisivo se me han cerrado las puertas en Catalunya. Tengo suerte de que EL PERIÓDICO publica mi columna diaria: empecé en 1993 y pronto cumpliré 25 años, y nunca me ha tocado una coma. Y también de estar en el programa de Julia Otero en Onda Cero, donde colaboro diariamente desde hace 11 años.

¿De qué irá Monegal sin filtros? Analizar desde el punto de vista televisivo, qué noticias abren los informativos, lo que silencian, lo que manipulan… Una reflexión sobre nuestra propia labor. Algo que no agrada aquí, pero tampoco fuera. Es algo que ningún directivo de tele acepta. Menos en La Sexta, que ha aceptado mis condiciones sin límites. Esta cadena es la única que se ha convertido es un referente informativo y la que a nivel de toda España ha dado visibilidad a todo el conflicto del procés. Y últimamente se codea con TV-3 en las audiencias de Catalunya. Si antes, mucho antes, la tendencia era poner los informativos de TVE-1 como ejemplo, ahora la referencia es La Sexta. Y he de decir que existe muy buena sintonía tanto con Antonio García Ferreras, director de la cadena y artífice de mi fichaje, como con César González Antón, jefe de informativos, y con Eva Cabrero, la directora de La Sexta noche.

¿Y podrá criticar a La Sexta? Claro. Lo mío será un espacio de 30 o 35 minutos, dentro de un programa consolidado, como es ‘La Sexta noche’. Y me dan toda la libertad. Además, mi relación con Iñaki López, el presentador, es excelente: hay filin. Yo explicaré mi mirada sobre cómo tratan la política las diferentes cadenas públicas y privadas, incluidas las autonómicas. Y no solo TV-3, sino, por ejemplo, Canal Sur y cómo está tocando el tema de los ERE.

Halldor Mar, en el parque

Las casualidades existen y a veces hacen que descubramos algo que conocíamos, que nos sonaba, pero que en realidad ignorábamos.
El azar ha combinado sus infinitas posibilidades en variadas formas: mis compañeras de trabajo hablando de música y del minuto a minuto de Eurovisión, en particular; un amigo que acudió anoche a ver a Bruce Springsteen en directo para celebrar el 35º aniversario de la aparición de ‘The River’ y homenajear a su hermano Jean Pierre, un amigo ya fallecido; unos familiares que te anuncian una actuación musical gratuita en un parque cercano y la propia curiosidad, esa innata tendencia que tenemos los periodistas por conocer lo que pasa alrededor y el deseo de comunicarlo.
Esas cuatro cosas, musicales todas ellas, combinadas, han hecho que me acercara con mi esposa y mi suegra a ver quién era el cantante. «Sí, ese que hace versiones», me han dicho mis familiares.

¿Versiones? En efecto, un chico alto, rubio, cabellos largos y barba, de claro aspecto nórdico, estaba ya cantando. Canciones superconocidas, la mayor parte catalanas y de la Nova Cançó, pero interpretadas en inglés. Asi, ‘Small country’ era el ‘Pais petit’, de Lluís Llach, y ‘With no voice’ era ‘Amb la boca tancada’, de Ramon Muntaner…
Había sillas vacías, sobre todo las que estaban al sol, porque el calorcillo apretaba a mediodía. Y el chico, luego identificado como Halldor Mar, bromeaba con su piel y el hecho de tener una sombrilla encima para lograr no parecerse a una gamba.

Ya sentados, ‘Qualsevol nit pot sortir el sol’, de Jaume Sisa, sonaba ‘The sun could rise tonight’.
Y de repente, una referencia a una pieza propia: ‘Stranger in my own town‘ (‘Extranjero en mi propia ciudad’), la canción que -decía desde el escenario- ha compuesto para la banda sonora del programa ‘El foraster‘, de TV-3.
¿Cómo? No puede ser que allí delante, en el parque de Joan Miró, esté el autor de la preciosa sintonía del programa de Quim Masferrer.

Y sí que lo es. Empiezan a sonar las notas y la primera estrofa, y cojo el teléfono y empiezo a grabar un trocito para que podáis creerme.
Y sigue el recital y quienes estamos allí aplaudimos a rabiar, para que añada alguna canción más antes de despedirse.
No es el mejor lugar, y el mismo lo sabe, que cita la noche en varias ocasiones, pero hay que aplaudir a los programadores, Camí Amic, un regalo como este, en medio de un puente, con Barcelona medio desierta, salvo a los miles de culés que esperaban a la rúa que por la tarde llenará el Paral·lel para ver al Barça, ya campeón de Liga.

Al final de la actuación, nos hemos acercado a comprarle un disco. ¡Qué menos!
Podéis descubrir más cosas de Halldor Mar en su Facebook, su Twitter y en esta noticia que Marta Cervera publicó de él en El Periódico, y que incluye también un acústico.

Cuéntame…

Mayra Gómez Kemp, de espaldas, pregunta a los concursantes Mercedes (Ana Duato) y Antonio (Imanol Arias) en el ‘Un, dos, tres’ de TVE / Foto: RTVE

Os quería explicar un par de cosillas acerca del artículo que escribí este jueves en ‘El Periódico sobre la serie de TVE ‘Cuéntame cómo pasó’, un capítulo especial que homenajeaba al popular concurso del ‘Un, dos, tres… responda otra vez’.
Todo empezó hace ya días, cuando nos llegó al diario la información del episodio, avanzado por la cadena para quienes escribimos en semanarios. Ya cerrada la publicación, el ‘TeleTodo’ de ‘El Periódico de Catalunya’, que coordino desde hace años, me llegó la invitación a poder verlo antes de su emisión, una oportunidad de oro.
Existe la vieja reivindicación por parte de quienes hablamos de tele de poder equipararnos a los críticos e informadores de cine en este aspecto: de la misma forma que ellos pueden ver en pases previos aquellos estrenos de los que van a escribir u opinar, sería bueno para nosotros tener la posibilidad de visionar las series que están a punto de estrenarse en las teles.
Algunas cadenas ya lo hacen, sobre todo cuando a ellas les interesa, pero no es lo habitual.
Pero volvamos a la serie ‘Cuéntame…’ de este jueves. Poder ver el capítulo, disfrutarlo primero y analizarlo después me permitió escribir más y mejor sobre el tema.
No era cuestión de explicar su contenido y desvelar su final, ese absurdo pecado llamado spoiler, sino de intentar transmitir la emoción del propio episodio, hablar de la época sin caer en una nostalgia innecesaria y contextualizar la serie en el momento actual.
A mí me gustó escribir de todo ello y animar a los lectores a disfrutarlo.
La audiencia sí que ha respondido positivamente.

Un Storify sobre 007

Hace unos días, en una clase de periodismo digital, el profesor citó como herramienta de trabajo en la web a Storify.

En Clasesdeperiodismo.com lo explican así:

«Es una manera de contar historias usando contenido de los llamados medios sociales. Permite compartir tuits, actualizaciones en Facebook, fotos (también de Flickr e Instagram), sonidos y videos. Las historias que se crean son interactivas y fáciles de compartir e insertar en sitios web»

En efecto, he hecho esta prueba y es fácil. No deja de ser un copiar-y-pegar que adquiere forma de imagen embebida en tu web o en tu blog. Bonito y barato. La originalidad está en lo que explican los otros en los recortes que incorporas a tu sitio.

La entrevista con Nosolocine

Y aquí va la segunda entrega, más cortita y concreta que la anterior, de la entrevista que me hizo José López Pérez para su web Nosolocine.net.

En ella hablamos de la época en que colaboré con Fotogramas, El Dominical de El Periódico y alguna pincelada más de la actualidad. Espero que os guste.

Son baratos

Hace unos días, escribí en el diario lo que ahora os dejo aquí debajo.

«La estrategia de Tele 5, consensuada con la productora Zeppelin, que elabora el concurso de telerrealidad, ha vuelto a dar sus frutos: ‘Gran hermano VIP’ se colocó como líder de los espacios más vistos en la noche del jueves, con 4.343.000 espectadores de media a lo largo de tres horas y pico de programa, sin contar el resumen previo ‘GH vip express’, de algo menos de una hora, que también fue lo segundo más visto.

Y de pura estrategia se puede hablar cuando se monta un escándalo sobre el tono racista, homófobo y machista de dos concursantes, los hermanos Juan y José Salazar, más conocidos como Los Chunguitos, se proclama a los cuatro vientos su expulsión y en un plisplás, tras pedir perdón (lógico) fueron inmediatamente invitados por Jordi González, presentador del ‘reality’, a incorporarse a las tareas de comentaristas de las correrías de sus compañeros, aún en la casa.

Es evidente que Los Chunguitos querían salir de la jaula de Guadalix de la Sierra y lo han logrado. Pero sea por tesón propio o por la labor de los guionistas, sus expulsión hizo aumentar la expectación (a la que no fueron ajenos, de manera involuntaria, los medios que se hicieron eco de las quejas de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales y las Juventudes Socialistas) y la audiencia del concurso.

Naturalmente, la entrada de Paquirrín, la fiesta sorpresa a Víctor Sandoval, las peloteras entre Belén Esteban y Olvido Hormigos y el cambio de señores por criados, entre otras cosas, animaron un poco más el cotarro, pero no se puede hablar más que de estrategia de un espacio que había perdido fuelle frente a otras opciones.

Fue un nuevo triunfo para Mediaset».

Y sigue siendo una fórmula que le sale bien a Telecinco. Y barata: paga una pasta gansa a estos señores que le llenan horas y horas de televisión que mucha gente ve. Ahora el pobre Kiko Rivera ha decidido abandonar. No sabéis la pena, penita, pena que me da, por dios.

Porque, aunque nos os lo creáis, aunque a mi personalmente no me guste, ese tipo de programas son líderes de audiencia. Si no, que le tosan al resumen diario que presenta Raquel Sánchez Silva, que está barriendo al resto de competidores con un montaje, bien editado, de las tonterías que han hecho los habitantes de esa casa durante las 24 horas previas.

Rodajes

Desde que era muy jovencito, me gustaba acercarme a los lugares donde había rodajes de cine y curiosear, cuando me dejaban, entre cables, focos y cámaras. Aún ahora, cuando veo a un grupo de gente rodando, me suelo acercar para preguntar. Muchas veces es publicidad, algunas, televisión, y las menos, cine.

Otro lugar que me encanta visitar son los platós. Saber que aquellas paredes de tramoya, de cartón-piedra, serán ‘de verdad’ en pantalla tiene su magia. Durante muchos años (y aún, cuando puedo) he visitado los platós donde se ruedan películas, series y programas, para hablar con quienes transforman esa apariencia en la ‘realidad’ de la ficción.

Por ejemplo, los decorados de ‘Gavilanes‘, serie que dirigía el amigo Jesús Font, representaban una gran hacienda entre olivares.

Buena gente

En la cadena autonómica catalana TV-3 hay un programa titulado El foraster, que seguramente será pronto copiado por alguna otra tele del resto de España.

Ya pasó en su día con Afers exteriors, una idea de Miquel Calçada directamente fusilada por todos esos espacios que buscan por el mundo españoles, madrileños, andaluces, gallegos… Pero la idea del forastero que llega a un pueblo e interactúa con los lugareños no es fácil: no sólo hay un buen equipo detrás de la cámara, sino que quien está delante de ella ha de saber empatizar. Y Quim Masferrer lo logra.

Hace unos días escribí sobre él en El Periódico: Quim Masferrer, buena gente.

Si nos miramos la tele con perspectiva española, ser líder de audiencia en Catalunya quizá no sea nada. Para quienes vivimos y trabajamos aquí, que un programa tenga una cuota de pantalla igual o superior, en este territorio, que, por ejemplo ‘Top chef’, la noche pasada, en el conjunto de toda España, es todo un triunfo. Vamos que nuestro Alberto Chicote, salvando enomes distancias, fue ayer Quim Masferrer y ‘El foraster’, en TV-3.

Sirva esta presentación para que el lector que no acostumbra a poner TV-3 y que opta por otras cadenas, ya sea por el idioma o por otras razones, sepa que esta televisión pública tiene excelentes programas en su parrilla. Uno de ellos, el que les acabo de citar, con este actor, alma del grupo Teatre de Guerrilla, al frente.

Hace unos días, mi compañero Ferran Monegal, maestro de la crítica televisiva escribía sobre el espacio: «La impresión inicial, la del chistoso que se acerca a escudriñar a los lugareños, ha quedado matizada con dosis de sensibilidad, mirada simpática y punzante intención.»

Les confieso que me he convertido en un fan de este programa. Quizá porque soy de pueblo, aunque haya nacido en una capital, y porque he sido forastero en muchos lugares. Masferrer es un hombre de pueblo, en el sentido menos peyorativo del término. Se lo explico: en un pueblo, la gente se saluda, habla, chismorrea, se ama, se odia y se ayuda mucho más, y con más intensidad que en una gran ciudad, donde prima el anonimato y el no saludo en la escalera ni en el ascensor.

Y un chaval que sabe tratar con cariño, humor, picardía y sensiblidad a la gente de pueblo, sintiéndose uno de ellos, como ellos, sin alejarse de ellos ni sentirse superior, empatiza de una forma que trasciende a la pantalla. Se ve. Se nota.

Esta sábado, el suplemento TeleTodo de este diario, publicaba una extensa entrevista de mi compañera Inés Álvarez con el actor. De una de sus frases surgió el título: «¡Dios nos libre de reírnos de nadie!». Porque de eso se trata: de que en su monólogo, con la gente de los pueblos que visita, todos los vecinos se ríen, porque Quim Masferrer no se ríe de ellos, sino con ellos.

Existe un gran trabajo detrás del actor, de quien da la cara en ‘El foraster’, un equipo que no se hace notar, empezando por quienes mueven las cámaras sin que molesten a sus personajes. Un trabajo de preproducción, guion, realización y montaje que muestra una absoluta sensibilidad hacia el material grabado previamente y que luego se les presenta a sus protagonistas.

Solo así se entienden momentos poéticos de intensa emoción, que pillan por sorpresa al propio Quim Masferrer y le dejan casi sin palabras. Anoche, en su visita a la Vall Fosca, acudió a la casa de una anciana de 90 años, en compañía Tomàs, de uno de sus hijos.

Este buen hombre, que le había enseñado un rato antes la ermita quizá más pequeña de Catalunya, le abrió con generosidad la casa familiar, Casa Jaumet. Y allí estaba de doña Elvira, viuda nonagenaria, que le enseñó a Masferrer un texto con las palabras de su esposo, poco antes de morir, rodeado de todos sus hijos. Y la mujer leyó aquellas frases, que el lector puede encontrar el corte hacia el minuto 23 del programa: «T’estimo molt», empezó la mujer y recordó las palabras del marido fallecido. A Tomàs se le llenaron los ojos de emoción y Quim Masferrer se quedó sin palabras («uf, què maco», dijo). Y esa emoción trascendió al otro lado de la pantalla.

De verdad, no me imagino esa escena en manos de alguna de esas teles que todos ustedes conocen y que no deseo citar. El director de ‘El foraster’ dio paso a unos planos del valle y una canción suave: «Las cosas son como son».

No me extraña que al final de cada programa, Quim Masferrer agradezca a los vecinos su entrega y les diga: «Sois muy buena gente». Pues eso.

Estic casi segur que qualsevol dia el programa titulat El foraster, de TV-3, serà copiat per alguna altra tele de la resta d’Espanya.

Ja va passar al seu dia amb Afers exteriors, una idea del Miquel Calçada directament afusellada per tots aquests espais que busquen pel món espanyols, madrilenys, andalusos, gallecs … Però la idea del foraster que arriba a un poble i interactua amb els vilatans no és fàcil: no només hi ha un bon equip al darrere de la càmera, sinó que qui està davant d’ella ha de saber empatitzar. I el Quim Masferrer ho aconsegueix.

Fa uns dies vaig escriure sobre ell a El Periódico: Quim Masferrer, bona gent.

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Minicámaras

Mi amigo Joan A. me ha pasado este espectacular vídeo, que es uno más de los que promociona la empresa GoPro de sus minicámaras, en este caso las Hero 3, unas pequeñas maravillas que permiten grabar todo desde un casco, una bicicleta, una moto o incluso desde el lomo de un animal.
Yo lo he disfrutado a pantalla completa.

El meu amic Joan A. m’ha passat aquest espectacular vídeo, que és un dels que promociona l’empresa GoPro dels seus minicàmeres, en aquest cas les Hero 3, unes petites meravelles que permeten gravar tot des d’un casc, una bicicleta, una moto o fins i tot des del llom de un animal.
Jo ho he gaudit a pantalla completa.

El regreso de Buenafuente

El regreso de Andreu Buenafuente a las noches televisivas, me permitió hacerle una pequeña entrevista para el suplemento TeleTodo de El Periódico, que os reproduzco a continuación.

Andreu Buenafuente: «Tenía mono de tele»

El popular humorista y presentador vuelve a la tele este lunes para ocupar la última hora de la noche de La Sexta. El programa ‘En el aire’ cuenta con Berto Romero y tres caras nuevas, Bob Pop, Belén Cuesta y Jorge Ponce.
No ha podido resistirlo: el popular humorista y presentador vuelve a la tele este lunes, 18, para ocupar la última hora de la noche de La Sexta, con ‘En el aire’, un programa que lleva la marca de Andreu Buenafuente, pero con suficientes novedades como para atraer a nuevos públicos.
Estará ‘En el aire‘ cada noche, de lunes a jueves, al filo de la medianoche, en La Sexta, la cadena de Atresmedia donde triunfó durante años y en la que también está su amigo Jordi Évole, su ‘Follonero’. Empieza el día 18.

–No ha podido resistir el año sabático. ¿Tenía mono? 
–Efectivamente, no he podido. Soy un tonto integral para estas cosas. Y sí, tengo mono de tele, pero es que, además, el mundo que me he creado, empresarialmente hablando, para poder hacer toda esta tele, me ha tenido ocupado cuando no tenía tele. Así que siempre estoy atrapado por algún lado. Pero bueno, finalmente estoy contento porque voy a hacer lo que a mí me gusta.

El retorn d’Andreu Buenafuente a les nits televisives, em va permetre fer-li una petita entrevista per al suplement Teletodo d’El Periódico, que us reprodueixo a continuació.

Andreu Buenafuente: «Tenia mono de tele»

El popular humorista i presentador torna a la tele aquest dilluns per ocupar l’última hora de la nit de La Sexta.
El programa ‘En el aire’ compta amb Berto Romero i tres cares noves, Bob Pop, Belén Cuesta i Jorge Ponce.

No ho ha pogut resistir: el popular humorista i presentador torna a la tele aquest dilluns, dia 18, per ocupar l’última hora de la nit de La Sexta, amb ‘En el aire’, un programa que porta la marca d’Andreu Buenafuente, però amb prou novetats per atraure nous públics. Farà ‘En el aire‘ cada nit, de dilluns a dijous, poc després de la mitjanit, a La Sexta, la cadena d’Atresmedia on va triomfar durant anys i en què també hi ha el seu amic Jordi Évole, el seu ‘Follonero’. Comença el dia 18.

–No ha pogut resistir l’any sabàtic. Tenia mono?

–Efectivament, no he pogut. Sóc un tonto integral per a aquestes coses. I sí, tinc mono de tele, però és que, a més, el món que m’he creat, empresarialment parlant, per poder fer tota aquesta tele, m’ha tingut ocupat quan no tenia tele. Així que sempre estic atrapat per algun costat. Però bé, finalment estic content perquè faré el que a mi m’agrada.

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Soñar el mañana

Llega el fin de semana y sueño con un mañana mejor. Sin más, sin hacer de menos a nadie. Un futuro más justo para todos.

Arriba el cap de setmana i somnio amb un demà millor. Sense més, sense fer de menys a ningú. Un futur més just per a tots.

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