Madre, Mare, Madonna…
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¿Qué mejor símil para el Día de Internet?
Si pudiera hablar, este cachorro quizás diría: «¿Y tú qué miras?»
Una simple flor surgiendo con fuerza del tronco de un árbol. Es el estallido de la naturaleza. La primavera.
Esta mañana, desde mi ventana. El espectáculo era increíble: el fuerte viento y las nubes grises amenazaban tormenta. Los nubarrones bien cargados de agua, descargaban poco después sobre la ciudad de Barcelona.
Y abajo, a la derecha, la antena se hacía pequeña ante un rayo posible…
¿Se hablan? ¿Se miran? ¿Se tocan? ¿Van o vienen?
¿Quién busca a quién?
Aún faltan unos meses, pero el jovencísmo aprendriz prepara ya la Regata Storica (histórica).
Están encadenados… Como nosotros.
Saliendo de la pared. ¿Hacia dónde?
Máscaras. Madera trabajada. Cristal roto. Vidas truncadas.
Cuando no trabajan, los gondoleros son humanos: leen la prensa, envían mensajes con el móvil y no siempre hablan de mujeres.
Sí de fútbol.
Las sillas vacías, la piazza, llena.
San Marco, en Venecia, tiene estas cosas. Un café, allí, es astronómico.
Sólo los turistas, sin sentarse, a espaldas del maestro, oyen la melodía.
Buscando a Guido Brunetti en la questura…
En Venecia también llueve.
Pobre paloma. Situada sobre ese capitel, bajo la atenta mirada de ese león alado…
¿O quizá es un gavilán? ¿Que diría Pablo Abraira?
Y es negra.
Y ahora, ¿por dónde vamos?
¿Toca un instrumento o bebe algún líquido?
Llame antes de entrar.
Tejas, techo, barro, agua que se escurre, sol de mediodía.
Les han quitado el agua, pero están llenos de color, de sabor, de olor…
Y sin azúcar.
