El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, ha hecho entrega del Premio Internacional Catalunya a Pedro Casaldàliga.
Este galardón quizá le dé a conocer a quienes aún no le conocen. A veces, los premios sirven para algo.
En La Vanguardia, el 13 de enero de 2005, Domingo Oriol le hacía una entrevista y perfilaba este breve retrato en la entradilla:
«El relevo del catalán Pere Casaldàliga, obispo de Sao Félix de Araguaia (en el Estado de Mato Grosso), enfrenta el Vaticano con esta diócesis brasileña y pobre, que es de una extensión como Catalunya, cuenta sólo con 120.000 habitantes y sigue una pastoral basada en la teología latinoamericana de la liberación. Casaldàliga llegó como misionero a Brasil en 1968. Dos años después se creó la prelatura o diócesis de Sao Félix. Y él fue nombrado obispo en 1971, siendo el primer prelado de esta diócesis. Casaldàliga, siguiendo las normas canónicas, presentó su renuncia en el 2003 al cumplir los 75 años. El anciano obispo tiene problemas de salud: parkinson, presión alta. Vive en una humilde casa como la de sus conciudadanos, muy abierta a todos y sin privacidad.»
Un hombre bueno, un buen hombre.