Hace unos años publiqué en El Periódico un par de reportajes sobre parte de la costa de la provincia de Huelva y un poquito de su interior, desde Ayamonte, junto a la frontera portuguesa, hasta la ermita del Rocío, pasando por Doñana, en los límites de Cádiz. Aún no era verano, sino unos días antes de la famosa romería, cuando el calor no apretaba tanto como ahora.

De El Rocío hasta Doñana

Nadie suele pensar en Andalucía fuera del verano y, en cambio, es esta quizá una de las mejores épocas del año para disfrutarla sin agobios ni calores. Claro que, para eso, al viajero le ha de gustar la soledad de unos parajes que se extienden desde Palos de la Frontera, punto de partida del primer viaje de Cristóbal Colón hacia América, situado a muy pocos kilómetros de la capital onubense, casi en la desembocadura del río Tinto, hasta la aldea de El Rocío y el Parque Nacional de Doñana, con el estuario del Guadalquivir y la gaditana Sanlúcar de Barrameda ya en la otra orilla del río como límites.

Para llegar hasta Huelva, la opción más cómoda es el avión. En la actualidad, un vuelo de bajo coste hasta Sevilla puede salir a a partir de 90 euros, ida y vuelta. Este tipo de viaje obliga, eso sí, a alquilar también un coche para poderse mover con facilidad por unas zonas en las que el transporte público es irregular.

Empezamos esta ruta por los lugares colombinos de la provincia de Huelva en Moguer, villa que nutrió de muchos marineros a las carabelas de Colón y que también alberga la casa natal del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez y el Museo Zenobia y Juan Ramón, un edificio del siglo XVIII con patio andaluz que conserva enseres, libros y objetos personales del poeta.

Con un núcleo urbano un tanto laberíntico, podemos empezar junto a la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada, que el poeta alabó en Platero y yo de esta forma: «La torre de Moguer de cerca parece una Giralda de lejos». Después nos situamos junto al monumento a Colón, en la plaza de las Monjas, para observar la fachada del Monasterio de Santa Clara, cuya abadesa, Inés Enríquez, fue una pieza; el clérigo rodeado de una valla blanca; el convento de San Francisco, actual sede del Archivo Histórico Municipal y Biblioteca Iberoamericana y las ruinas del antiguo castillo.

Salimos de Moguer hacia el sur para dirigirnos a Palos, el otro gran polo de atracción de los lugares colombinos de la provincia de Huelva. En su término municipal está el Monasterio de la Rábida, un convento franciscano de los siglos XIV y XV, en el que se hospedó Cristóbal Colón años antes de partir hacia América y en el que se encuentra enterrado Martín Alonso Pinzón, quien falleció pocos días después de regresar del primer viaje colombino.

Pese a que el terremoto de Lisboa de 1755 dejó malparado el edificio, posteriormente reformado, en su interior destacan su iglesia gótico-mudéjar, el claustro, los frescos de Daniel Vázquez Díaz que decoran algunas estancias y el museo, donde se conservan objetos referentes al descubrimiento de América.

En la dársena cercana al monasterio se encuentra el Muelle de las Carabelas, un museo donde desde 1994 se encuentran las reproducciones de La Niña, La Pinta y La Santa María , construidas en 1992 para celebrar el quinto centenario del descubrimiento de América y que estuvieron en la Exposición Universal de Sevilla 92.

Si tomamos la carretera A-494, que sigue la costa, hacia Mazagón y Matalascañas, podemos acercarnos a la Ermita de El Rocío, situada en la aldea homónima, en el término municipal de Almonte. Para quien no lo conozca, es preciso aclarar que se trata de un poblado con calles de tierra y arena, sin asfaltar, en las que el polvo se levanta al paso de caballos, carros y coches, que no pueden circular por ellas durante el fin de semana de la romería.

La hermandad almonteña es la encargada de organizar los cultos y la famosa y multitudinaria romería dedicada a la Virgen del Rocío, cuya imagen se encuentra frente al altar, en el presbiterio, protegida por una reja.

Si lo que el viajero desea es tranquilidad, lo aconsejable es visitar el poblado y la ermita en fechas diferentes a las de la romería. Pero si desea vivir de cerca el fenómeno, reserve alojamiento con tiempo y asuma con paciencia los problemas causados por miles de personas que ocupan las carreteras locales a pie, a caballo y en carros y carromatos, provocando largas colas de coches que esperan su turno para atravesar la ingente marea humana.

El parque de Doñana

Hasta el Parque Nacional de Doñana cierra sus puertas durante la semana de la romería, así que si el viajero desea visitarlo, eluda esas comprometidas fechas.

El famoso coto, usado como lugar de vacaciones por los presidentes del Gobierno Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, debe su nombre a doña Ana de Silva y Mendoza, una noble del siglo XVI, hija de los príncipes de Éboli y esposa del séptimo duque de Medina-Sidonia, el muy rico y ridiculizado Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor.

Pese a tener en su interior numerosas fincas privadas, Doñana se convirtió en Parque Nacional en 1969; fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994, y recibe cientos de miles de visitas al año. Si se quiere entrar en el interior del parque y realizar visitas guiadas, existen varias empresas especializadas que realizan excursiones en vehículos autorizados.

Como es natural, es la forma más rápida de conocer la zona, pero no la única. Entrar en ella a pie o en bicicleta es posible y gratuito. Solo es preciso informarse y solicitarlo.

Otra forma de recorrer este maravilloso entorno sin gastarse una fortuna es acudir a alguno o a todos los seis centros de visitantes del Parque Nacional, que están abiertos durante todo el año, menos durante la semana de la romería del Rocío y en Navidad. El acceso a los mismos es libre y gratuito, sin necesidad de realizar reserva previa.

El Acebuche

En esta ruta, Ideas+Teletodo ha visitado algunos de los del sector occidental de la provincia de Huelva, empezando por El Acebuche, un antiguo cortijo que también es un punto donde se pueden reservar itinerarios guiados en todoterreno por el parque. Este centro está situado a solo tres kilómetros de Matalascañas, en la carretera A-483.

Aunque no tenga excesivo interés, esta localidad turística es una conocida zona de veraneo, una urbanización que incluye dos iglesias, campo de golf, farmacias, oficina de correos y autobuses de transporte público hasta Huelva y Sevilla.

Una pista asfaltada de un par de kilómetros permite acceder al recinto desde la carretera principal entre las 8 de la mañana y las 7 de la tarde (hasta las 21.00 en verano).

En la recepción, los amables guías ofrecen todo tipo de información sobre el parque y las visitas posibles. La más sencilla es un sendero peatonal de kilómetro y medio que recorre la zona sur de la laguna del Acebuche, un antiguo embalse recuperado para la fauna acuática en los años 80, que consta de varios observatorios. Otro sendero peatonal, más largo, de tres kilómetros y medio, permite apreciar las zonas de cotos y pinares de las lagunas del Huerto y las Pajas.

El Acebuche alberga también una interesante exposición sobre el Parque Nacional que explica las características de Doñana como zona de humedales de importancia internacional y efectúa un recorrido por sus aspectos naturales y culturales más destacados. Un audiovisual completa la visita.

El otro centro de visitantes de la zona es La Rocina, ubicado a solo un kilómetro de la aldea de El Rocío, también en la carretera A-483. Aquí, el horario en invierno es de 9.00 a 19.00 horas (en verano, de 10.00 a 15.00 y de 16.00 a 20.00 horas).

Con parecidos servicios a los del Acebuche, aunque más pequeño, el centro permite un par de excursiones. La primera, el sendero peatonal del Charco de la Boca, que recorre la margen izquierda del arroyo de La Rocina a lo largo de 3,5 kilómetros y cuenta con cuatro observatorios para contemplar la fauna acuática.

El Palacio del Acebrón

La segunda, el Palacio del Acebrón, situado a seis kilómetros de La Rocina, al que se accede por una pista asfaltada. Pese a su aspecto y tamaño, no se trata de un edificio histórico, sino la residencia y pabellón de caza construidos a inicios de los años 60 por un particular, Luis Espinosa Fondevilla, un rico hacendado que moriría pobre. En el interior puede verse una exposición etnográfica, que refleja la historia de Doñana y de sus habitantes.

Un sendero peatonal que parte de la casa rodea un ensanchamiento natural del arroyo de la Rocina llamado Charco del Acebrón. Es un recorrido de un kilómetro y medio escaso, que permite apreciar la diversidad botánica de la zona.

Un poco más lejos, el centro de visitantes de Los Centenales se ubica en los límites del casco urbano de Hinojos, junto a la carretera A-484 que va de Hinojos a Almonte.

PARADA Y FONDA

Mazagón, un parador único

Una escalera permite acceder a una larga playa virgen que bordea doñana hasta el guadalquivir

DÓNDE
Kilómetro 31 de la carretera de San Juan del Puerto a Matalascañas.
T: 959.536.300. www.parador.es De 90 a 155 euros.

EL PLUS
El incomparable paisaje donde está ubicado el hotel, con una larga playa que bordea el parque de Doñana y llega hasta la desembocadura del Guadalquivir.

No es exagerado decir que Mazagón es la playa de de El Rocío y del Parque Nacional de Doñana. Y tampoco, que el Parador Nacional del mismo nombre ofrece a sus huéspedes una situación incomparable que permite, si se quiere, caminar a lo largo de kilómetros de arena dorada hasta el río Guadalquivir, con la población gaditana de Sanlúcar de Barrameda en el otro lado de la desembocadura. El lugar está también en medio de otros espacios protegidos, como las marismas del río Odiel, las lagunas de Las Madres y el Estero Domingo Rubio, el humedal situado en estuario del río Tinto, en el término municipal de Palos de la Frontera.
Situado en el entorno que rodea a Doñana, el Parador de Mazagón no es el típico monumento histórico habitual en la cadena, sino un moderno edificio en forma de ele, en medio de un bosque de pinos y un espléndido jardín con piscinas al aire libre (hay otra, interior, climatizada, para esta época del año), todo ello ubicado frente a las increíbles aguas azules del océano Atlántico.
Y precisamente el acceso a la playa es uno de los muchos puntos a favor del hotel: una larga escalera de madera permite al huésped bajar directamente desde la piscina del parador hasta la arena. Si la persona es mayor o tiene algún tipo de dificultad física, esta no es una vía más fácil, pero siempre puede optar por el coche y descender por un caminito situado a escasos metros de las instalaciones hoteleras.

De interés geológico
Y al llegar a la arena, otro bello descubrimiento de gran interés geológico, además de paisajístico: el acantilado formado por areniscas sobre el que se asienta el hotel adquiere bellas tonalidades que van desde las blancas y ocres hasta las anaranjadas y negras, estratificadas en caprichosas y onduladas formas geométricas.
En el kilómetro 33 de la carretera que une Mazagón y Matalascañas, está el Paraje Natural llamado Cuesta de Maneli, que alberga el Monumento Natural Acantilado del Asperillo. El sendero se ha cubierto con madera flotante para poder andar sobre la arena, ya que a lo largo de la costa se desarrolla un sistema de dunas que cambian de forma y tamaño gracias al oleaje y el viento.
Mazagón es, pues, un lugar idóneo para disfrutar de la naturaleza, en el que los amantes del cicloturismo tienen un atractivo más, ya que existe carril bici a lo largo de la carretera que pasa por delante del hotel. Además, se puede acceder gratuitamente a los caminos interiores del Parque de Doñana, tanto si se va en bicicleta como a pie.
En el interior del parador, las habitaciones son amplias, confortables y acogedoras con unas terrazas que se asoman al mar y permiten gozar de las hermosas panorámicas del lugar.
Dado que el hotel está alejado de la población más cercana, una buena idea es desayunar en el mismo parador y luego comer en cualquiera de los muchos y buenos restaurantes de la comarca.
Ya por la noche, lo ideal es aceptar la oferta culinaria del establecimiento, que coordina el chef Andrés Casas. El hotel reúne en su carta productos del mar y de la sierra, entre los que destacan platos que ningún viajero debería perderse como el jamón de Jabugo, los lomos y los patés ibéricos, las gambas blancas de Huelva, las coquinas y langostinos, el salmorejo (especie de gazpacho en forma de crema con pan tostado, jamón y huevo), el pez espada, los filetes de lubina y el pollo de corral.