Situada junto a la desembocadura del Guadiana, la localidad de Ayamonte cuenta con amplias playas de arena dorada y el Algarve portugués a tiro de piedra.

Si tomamos un mapa de España y trazamos una diagonal desde el cabo de Creus hasta Andalucía, junto a la frontera con Portugal, al extremo de esa línea nos topamos con Ayamonte, la última ciudad de Huelva. Situada junto a la desembocadura del Guadiana, con el perfil del puente internacional en un extremo y amplias playas de arena dorada en el otro, esta pequeña localidad atlántica merece una visita tranquila. Una escapada de fin de semana o de unas pequeñas vacaciones, que siempre podemos prolongar si la convertirmos en base para descubrir el bello Algarve portugués.

En la actualidad, llegar a Ayamonte desde Catalunya es relativamente sencillo. Si se opta por vuelos low cost, el aeropuerto de Sevilla es el más cercano a la capital onubense y está situado a 150 kilómetros de esta localidad fronteriza. marcada por el perfil del puente internacional sobre el Guadiana. Son 666 metros que acercan España y Portugal, ahorrando la travesía en el ferry que unía, y aún une, la ciudad onubense con Vila Real de Santo António, justo enfrente.

Ubicada en un extremo de la Costa de la Luz, con las doradas playas de Isla Canela y de la Punta del Moral, dentro del término municipal, y el paraje natural de las marismas de Isla Cristina, de gran interés biológico un poco más lejos, la ciudad ofrece mucho más.

Aspecto histórico

Si nos centramos en el aspecto histórico, Ayamonte tiene un origen poco claro que remite a los iberos: asentados en la parte alta de la localidad, sus pobladores la denominaron Aya (montaña) y desde allí controlaron la desembocadura del Guadiana. La llegada de los romanos consolidaría el nombre de Monte de Aya o Aya Montis y de aquí el Ayamonte actual.

Un paseo por la población podría empezar, precisamente, en lo alto de la montaña, en los jardines del parador. Una placa informa de que allí hubo un castillo ocupado por los árabes hasta el primer tercio del siglo XIII y que se lo disputaron cristianos y musulmanes. «En el siglo XVII, cuando la sublevación de Portugal, tomó nuevo protagonismo, pero quedó en estado de semirruina. El terremoto del 1 de noviembre de 1755 lo arruinó totalmente», se explica. Visto hoy, con perspectiva, se estima que el seísmo de Lisboa, como así se le llamó, por los destrozos que causó en la capital portuguesa, tuvo una magnitud aproximada de un 9 en la escala de Richter, la misma que el terremoto y tsunami de Japón del pasado 11 de marzo. Pese a que su epicentro se situó en algún punto del océano Atlántico, pero a menos de 300 kilómetros de la costa lisboeta, la gran duración del seismo, en varias fases, y su potencia, provocó la muerte de más de 60.000 personas, 1.000 de ellas en Ayamonte.

No hay nada, actualmente, que recuerde la tragedia que asoló, sobre todo, el Algarve, y muchas ciudades del sur de España. El castillo, de irregular planta poligonal, tenía dos baterías (con cinco cañones cada una), torre del homenaje, capilla, aljibes y polvorín. Quedó arrasado y sobre sus restos se alzó, en 1963, el Parador de Turismo Costa de la Luz.Ubicada en la Costa de la Luz, en su litoral están las playas de Isla Canela y Punta del Moral.

El paseo iniciado en los jardines del Parador permite entrar en Ayamonte desde lo alto, atravesando el barrio de la Villa, el más antiguo, con calles inclinadas y retorcidas, casas bajas pintadas de cal. Se puede tomar la calle de Tras las Campanas, para observar la bonita iglesia del Salvador, y proseguir por Galdames, cuesta abajo, hasta llegar a la plazoleta del Boquerón.

El lugar no tiene nada que ver con el famoso pececillo, sino con el gran colector donde convergían las aguas pluviales de la zona y que, dada su longitud, dio pávulo a leyendas relativas a secretos pasadizos subterráneos que en el pasado podrían haber unido el castillo de Ayamonte y la fortaleza portuguesa de Castro Marim, justo enfrente, al otro lado del Guadiana.

Iglesias y El Rocío

Bajando un poco más, podemos desviarnos hacia el río, hacia la barriada de los marineros, un conjunto de casas de los años 50, en el que destaca el singular grupo de viviendas Federico Mayo. La otra opción es dirigirnos hacia el barrio de la Ribera, en cuyo itinerario aparecen ante el viajero la capilla del Socorro y las iglesias de San Sebastián y de San Francisco, un antiguo convento franciscano que fue declarado monumento nacional en 1985.

Hay que recordar que la hermandad rociera de Ayamonte es la primera de la provincia de Huelva en iniciar la peregrinación hacia la aldea de El Rocío con motivo de la celebración de la famosa romería.

En este céntrico barrio, que acumula comercios y restaurantes, también destacan coquetas plazoletas y plazas, y edificios de interés, como el de la plaza de toros, el ayuntamiento, el convento de Santa Clara y las iglesias de San Antonio, de las Angustias y de la Merced, así como el Teatro-Cine Cardenio, que acoge una parte del Festival Internacional de Música de la ciudad.

Canela y Punta del Moral

Pero lo que muchos visitantes buscan en Ayamonte son sus playas. Si necesidad de desplazarse a las algo más lejanas de Isla Cristina, cuyas marismas fueron declaradas paraje natural protegido en 1989, la localidad cuenta con las de Isla Canela y las de Punta del Moral, a media docena de kilómetros del centro, y unidas por tranquilas carreteras flanqueadas por magníficos carriles para bicicletas. Toda la provincia está llena de ellos.

La primera, Canela, es la situada junto a la desembocadura del Guadiana y forma una curva de arena dorada que hace las delicias de los amantes de los deportes de agua y viento, como el windsurf y el kitesurf. Una larga playa que no tiene nada que envidiar a la de Tarifa, por ejemplo, situada kilómetros al sur.

La segunda, la Punta del Moral, un enclave descubierto ya por los romanos (hay un mausoleo que da fe de ello), es una playa de un kilómetro de largo y 60 metros de ancho, que se asoma al Atlántico frente a las marismas de Isla Cristina, en la desembocadura del pequeño río Carreras. Fue una antigua aldea de pescadores, donde conviven viviendas tradicionales con apartamentos de temporada y hoteles de las principales cadenas.

El Algarve portugués

Esta bella región, situada al sur y la más visitada de Portugal, está unida a Andalucía por el puente internacional. Lo lógico es dejarla para una escapada más larga, pero si uno está en Ayamonte, es una pena no hacer una corta visita, al menos, hasta Tavira, una encantadora ciudad del distrito de Faro, a menos de 40 kilómetros.

Puede decirse que Tavira ostenta el curioso récord de tener 37 templos para unos 10.000 habitantes. Es un placer recorrer sus calles y visitar sus diferentes iglesias, como las de Santa María, San Telmo o Nuestra Señora de las Ondas. O la de Santiago, edificio medieval construido en la primera mitad del siglo XIII, de una sola nave, que alberga varios apreciables retablos.

Una gastronomía deliciosa

Pero además de estas paradas obligadas en este recorrido cultural, lo que el visitante no deja de hacer en esta ciudad, y en esta zona, es degustar su amplia riqueza gastronómica, en la que destacan los mariscos, entre ellos sus reconocidos percebes del Cabo de San Vicente y las ostras, almejas y navajas.

Y sus pescados frescos, excelentes a la parrilla; chicharros a la plancha, sardinas asadas. Como en Ayamonte, en esta zona también es muy sabroso el filete de atún, los calamares y chipirones y el delicioso pulpo del barrio de Santa Luzia.

De vuelta hacia España, una parada aconsejable es la de Vila Real de Santo António, la pequeña ciudad portuguesa situada justo frente a Ayamonte y a la que se puede regresar tomando los transbordadores que cruzan el Guadiana.

Tras rodear la zona de Vila Nova de Cacela y la de Monte Gordo, visitar el faro y pasear por el largo espigón que se adentra en el océano Atlántico, en un rompeolas lleno de pescadores aficionados, todo ellos frente al perfil de la ciudad andaluza, es una delicia. A solo seis kilómetros del centro están las playas de Isla Canela y la Punta del Moral.