Desde hace unas semanas me he liado un poco más y escribo un blog sobre cómics en el diario El Periódico.
No contento con escribir esta bitácora personal y coordinar el diario del Colectivo Catacric –cuyos miembros estamos un poco vagos últimamente–, propuse y me aceptaron la posibilidad de escribir de una forma más o menos regular sobre una de mis primeras aficiones: los tebeos.
De hecho, entre los primeros trabajos que hice en mi diario, a inicios de los años 80, uno de ellos fue escribir sobre el mundo de la historieta, entonces apasionante, con la eclosión de las llamadas línea clara y la línea chunga o underground del cómic español.
Hoy, lamentablemente, el panorama no es tan halagüeño como entonces.
Esta mañana he entrado en una gran librería de una importante ciudad catalana para comprar el último álbum de Astérix. De paso, he preguntado por la sección dedicada al cómic adulto: era una estantería, con ocho títulos, la mayoría de la editorial Norma y alguno de Ediciones B.
Penoso. Realmente penoso.
Ah… Y como comenté en mi artículo de TeVeo, no he visto nada nuevo en el agotado horizonte de Astérix el galo.
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