Me gusta comer bien.
Es una afirmación que procuro trasladar a la hora de conocer nuevas cocinas. Como no lo puedo hacer a menudo, aprovecho alguna fecha especial para ir a algún restaurante conocido, de éstos que tienen alguna reseña, alguna buena crítica o alguna estrella de la famosa Guía Michelin.
Hace unos días, a inicios de diciembre, fuimos a comer a Les Cols, el restaurante que la cocinera Fina Puigdevall tiene en Olot, con una estrella Michelin.
Lo que sigue es el relato del ágape, con sus sensaciones, virtudes y defectos.
Una camarera vestida de negro, con delantal ocre, nos recibió y condujo hacia el jardín.
La chica nos ofreció un aperitivo. Pensamos que tal vez sería un pelín caro, pero como la ocasión se lo merecía, aceptamos.
Nos llevó una copa de cava Raventós i Blanc y una tapita, un cuadrado de coca de tres por tres centímetros, con unos trocitos de embutidos artesanos encima.
Vimos pasar a Fina y aprovechamos para hablar unos minutos sobre los 16 años que lleva desde que abrió su restaurante, y cómo ha visto recompensado su trabajo con buenas críticas, como las de la guía roja francesa, y con sus muchos clientes…
Unos momentos más tarde apareció el marido de Fina, un afable abogado reconvertido a maître.
Nos acompañó a la mesa, al tiempo que nos enseñaba las diferentes salas privadas que tienen para grupos: nos sorprendió la decoración, el contraste entre las paredes centenarias de la masía y el dorado de las sillas y las mesas, el verde cálido de la hierba y el tacto frío del metal, hierro y latón…
Una vez sentados comenzó el recital culinario.
El somelier nos sugirió un vino Joncaria barrica DO Empordà – Costa Brava, y nos dejó elegir entre tres o cuatro tipos de pan de leña de Hostalets d’en Bas y entre media docena de aceites que, con un poquito de sal, quedaron sobre la mesa para entretener el apetito mientras esperábamos el menú degustación:
1. Tapa fría de terciopelo de setas y huevo.
2. Otra tapa fría de robellones de Surroca, con diente de león, hierbas, piñones, roscón de Olot y un matiz suave de ajo y perejil.
3. Patatas con zumo: un pequeño cubo de patata, de dos por dos centímetros, con una textura casi gelatinosa y hecha con aceite de eucalipto.
4. Boniato al rescoldo, escalibado con carbón, aceite de ceniza, naranja y vainilla.
5. Alubias blancas de Santa Pau, variedad tavella brisa, con butifarra de perol.
6. Bacalao, pil-pil, pases, uva y avellanas (aunque en el menú indicaba nueces).
7. Arroz campesino con calamares de lata (!), crestas de gallo, guindilla y escarola.
8. Costillita de cerdo, col y membrillo de pera.
9. Quesos catalanes: probamos tres o cuatro con el contraste de dos tipos de mermeladas, una de berenjena y manzana y otra, de naranja y zanahoria.
10. Zumo, sorbete, borracho y tocinillo de mandarina.
11. Flan, caramelo, castañas, caqui y cítricos.
12. Ratafía, piruleta dulce, medallitas de chocolate y otras minucias.
En este menú había algunas cosas sorprendentes, pocas, como por ejemplo el boniato o el cubo de patata, a pesar de que le sobraba el gusto de eucalipto, pero había otras que eran más clásicas, como el arroz o los frijoles de Santa Pau, el bacalao o la costillita.
Con todo, es un restaurante a tener en cuenta, la reconversión del espacio se lo vale. Además, los pabellones que han creado para dormir han recibido un premio FAD!
Tomamos un café, sin licores, y llegó la cuenta… No es preciso decir la cifra: era alta… más o menos la prevista.
Nos asombró que se indicara aparte el pan y el aceite: 5 euros por cabeza (más de 800 de las antiguas pesetas) cuando una garrafa de aceite virgen de cinco litros sale por menos de 30 euros!
Y relativamente caro también el precio del vino, el agua y los cafés, a pesar de que en estos temas cada restaurante hace lo que quiere: 23, 4 y 3 euros, respectivamente.
Estoy seguro de que si todo eso se hubiese incorporado al precio global del menú degustación no nos hubiera sorprendido tanto.
Demostrando que no es necesario un gran encargo para hacer una gran arquitectura el estudio RCR nos regala esta maravillosa obra que es estimulo en estado puro para los sentidos. Han renunciado a las 5 estrellas por no tener televisión, y bien que han hecho! Pasar una noche en el interior de los pabellones de Les Cols vale más que cualquier programación. El ambiente invita a la relajación total, a la meditación, a llegar a un estadio superior. Al igual que los templos griego hace miles de años estos espacios nos ponen en armonía con nuestro entorno, con la naturaleza y quién sabe, quizá también con los dioses…
Para los interesados en ampliar información sobre esta obra hay una ficha técnica detallada con textos explicativos del proyecto, la estructura, los materiales utilizados etc. Además de fotos y planos en http://www.wikiarquitectura.com .
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Espero que os sirva ¡Saludos!