Hace ya tiempo que batallo con mi padre para engancharlo a las nuevas tecnologías, que aprenda a encender el ordenador, a iniciar el navegador, a moverse por internet y escribir un correo electrónico. Le he animado a apuntarse a cursillos, junto a otros jóvenes jubilados como él. Pero las dificultades son evidentes.
Una amiga y colega, también mayor, lucha cada día desde su silla de ruedas con un portátil y el wi-fi para poner en marcha las actividades de una asociación donde colabora junto a otros amigos, uno de ellos ciego, pero internauta convencido.
Por eso me ha asombrado que una señora gallega de 95 años, María Amelia, haya aparecido en las noticias como la blogger (escritora de estas bitácoras personales) más anciana del mundo: A mis 95.
Aunque literalmente no sea así, ya que es su nieto quien la transcribe («yo hablo y él teclea», dice en una entrevista), lo cierto es que se reconoce «enganchada» al nuevo invento: «Me llama la atención que me escriban tantos jóvenes, la gente me tiene cariño». Y eso que al empezar dijera que su nieto, «como es muy cutre, me ha regalado este blog». Pero esa cutrez no es tal: el chaval escribe cada día un puñado de recuerdos y opiniones de sus abuela.
Sin ánimo de hacer comparaciones, mi hijo le regaló a mi padre una página web hace ya un par de años y no saben ustedes lo feliz que se puso su abuelo.
En nuestra sociedad, en la que muchos ancianos sufren de incomunicación y de abandono por nuestra parte, bienvenidas sean iniciativas como la del nieto de la señora María Amelia, la de cualquier nieto que quiera a sus abuelos.
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