Ya saben ustedes, queridos lectores, que no tengo puñereras ganas de hablar (aún) de Navidad.
Estoy hasta el gorro de la fiebre consumista que nos coge en estas fechas y mi idea era obviar el tema por manido.
Pero, miren, acabo de recibir la típica felicitación navideña de un conocido restaurante (que no citaré explícitamente, porque lo hacen todos, absolutamente todos) con estrellas Michelin y me lo he repensado. Seguir leyendo