Os decía hace unos días que mi revistero es un lugar donde encuentro insospechados artículos perdidos que me vienen a la memoria en determinados momentos…
Por ejemplo, ahora que se habla tanto de la propiedad intelectual, de los internautas, de la transferencia de archivos entre particulares (el famoso P2P) y todo lo demás, me ha venido a la cabeza Y los robos presentes, un texto de Javier Marías de hace unos meses.
No comparto en general la opinión de este escritor, pero este artículo lleva a una profunda reflexión.

Quienes hacemos obras artísticas, buenas o malas (escritores, músicos, cineastas), ya hemos estado discriminados siempre respecto al resto de la sociedad: lo que creamos o inventamos, lo que es más nuestro que cualquier bien adquirido por cualquiera, tiene fecha de caducidad y pasará a ser del dominio público un día, a diferencia de lo que ocurre con las propiedades de todos los demás: la gente lega sus casas, tierras, fortunas, negocios, de generación en generación. A nosotros, en cambio, se nos impone un límite –un extraño castigo–, sin recibir en vida por ello ninguna compensación.

Como mis lectores saben, yo no cobro por lo que publico en este blog, ni tengo publicidad que me pague su mantenimiento.
Es una decisión meditada. Hay quien ha hecho de su web o de su blog una forma de vida y de obtener ingresos económicos. No pretendo ni debo competir, porque yo ya tengo un trabajo remunerado. El altruismo es más fácil cuando tienes un respaldo económico detrás.
Pero mi decisión de no cobrar por los artículos que escribo en este espacio no tiene nada que ver con la defensa que también hago de los derechos de autor de otras personas: escritores, músicos, cineastas…
De la misma forma defiendo con ahínco el derecho a la cultura: tenemos infinitas posibilidades de acceso a productos culturales no sujetos al pago de derechos de autor sin necesidad de piratear los de quienes desean cobrar por los mismos.