El blog del periodista Txerra Cirbian

Categoría: Cine (Página 5 de 12)

La otra cara de la edad de oro de las series

La brutal capacidad económica de las grandes plataformas, como Netflix o Amazon, está desplazando a los cines como pieza central de la cultura audiovisual. Estas son las claves de una nueva era en el consumo de películas, que publiqué inicialmente en Catalunya Plural.

La Academia del Cine español se reconcilió en su última gala con el, a veces injustamente olvidado, Pedro Almodóvar. Los Goya a mejor película, dirección y guión premiaban directamente al gran director manchego, además del logrado por su ‘alter ego’, Antonio Banderas, como mejor actor.

Pero lo que quizá quedó en segundo plano, fue la parte final de su discurso de agradecimiento del cineasta. Almodóvar puso el acento en la situación del cine independiente, de autor, “el cine que se hace fuera de los márgenes de las televisiones, de las plataformas, está en serias vías de extinción”.

Y añadía, dirigiéndose a Pedro Sánchez, primer presidente del Gobierno que acudía a la gala desde José Luis Rodríguez Zapatero en el 2005: “[Este cine] Necesita la protección, ya no de su Gobierno, sino del Estado, porque ese va a ser nuestro futuro y el de los directores que, dentro de 10 años, se inspiren en el cine que se está haciendo. Ese va a ser el futuro de toda esta gente, que ahora mismo lo tienen más difícil que antes”.

Y es que esta ‘edad de oro’ de las series de televisión tiene otras caras, no tan bonitas. La llegada de las plataformas de ‘streaming’, mayoritariamente estadounidenses, con Netflix y Amazon Prime Video a la cabeza, además de HBO, Rakuten, Apple, pronto Disney y los muchos de canales de tele de pago existentes (Movistar+, Fox, TNT, Cosmopolitan, Comedy…) supone un nuevo modelo de concentración global del capital propietario de estos medios audiovisuales.

Hace unas semanas, Jaume Ripoll, cofundador y director de Filmin, única plataforma española del sector, reflexionaba sobre el tema en este medio: “La inversión que están asumiendo y alcanzando estas grandes compañías no es para quedarse con un trozo pequeño del pastel, sino con un gran porcentaje de mercado, porque en caso contrario no llegarían a cubrir los gastos de producción. Ahora hay una guerra muy clara para convertirse en la plataforma hegemónica. Y lo que se intuye que habrá, tarde o temprano, son fusiones”.

Lo que está ocurriendo es una reordenación del antiguo sistema de estudios norteamericanos, basado en intereses comerciales y una concepción del cine como negocio y espectáculo, en el que empresas como Netflix o Amazon, que forman parte de conglomerados globales, han aparecido para sustituir a viejos estudios o absorberlos. Su brutal capacidad económica está cambiando de tal forma el panorama, que está forzando el sistema de ventanas de distribución y eliminando la importancia del cine como pieza central de la cultura y la economía del sector.

Hasta ahora, ese sistema era importante para conseguir los máximos beneficios posibles de una película: primero se veía en el cine, al cabo de unos meses en DVD y finalmente, después de un par de años, en televisión. Este modelo tradicional que defienden a capa y espada los exhibidores (propietarios de salas de cine) está en crisis a nivel global, ya que las plataformas más poderosas, como Netflix, estrenan (salvo contadas excepciones) sus películas directamente en la pequeña pantalla sin pasar por las grandes salas.

El propio Almodóvar comentaba en una reciente entrevista en El País’ “Es terrible que de películas como ‘El irlandés’ o ‘Historias de un matrimonio’ te enteres por casualidad de que llegan al cine, porque no hay interés en que sepas que puedes verlas en una pantalla”. En efecto, ‘El irlandés’ ha llegado a algunos cines sólo para que puedan competir en la gala de los Oscar, el próximo 10 de febrero. Ya pasó el año pasado con ‘Roma’. Sólo la insistencia de Alfonso Cuarón y la posibilidad de lograr la estatuilla doblegaron la intención inicial de Netflix de emitirla sólo para sus abonados.

Es evidente un aspecto positivo: la enorme inversión de los nuevos estudios está dando lugar a más producciones y más puestos de trabajo. En España, por ejemplo, son muchas las productoras y profesionales que se están beneficiando de ello. J.A. Bayona está rodando una nueva versión de ‘El señor de los anillos’ para Amazon; Alejandro Amenábar está adaptando el cómic ‘El tesoro del Cisne Negro’ para Movistar+ y Nacho Vigalondo ha dirigido ‘El vecino’ para Netflix.

“Si uno piensa en un montón de directores españoles de primera línea, todos estáis haciendo series. Y yo me pregunto: ¿cuál va a ser la producción española cinematográfica del año que viene? Las plataformas han llegado como un tsunami, con aspectos positivos como que todo el mundo está trabajando, o que haya más oferta de ficción que nunca, pero está cambiando el modelo de ver la ficción. Eso pretendían desde el principio y lo están consiguiendo”, le decía precisamente Almodóvar a su colega Amenábar en El País.

Se retoman las viejas prácticas de los estudios: contratar a los mejores creadores para que trabajen en exclusiva para ellos. Pero las plataformas y televisiones privadas hacen más caso de los algoritmos que de la creatividad artística. Apuestan por cierto tipo de productos que, salvo contadas excepciones, limitan y condicionan la labor de productores, guionistas, realizadores y actores en favor del número de visionados.

Y aquí entra en escena el factor público. Es evidente que los clientes de las plataformas de vídeo a la carta tienen a su alcance una enorme oferta audiovisual, algo que incide mortalmente en la afluencia a las salas de cine. Hay tantísimas series, películas y documentales que se necesitarían varias vidas para consumirlas.

En su contra juega la dificultad de separa el grano de la paja, el producto de calidad del mediocre y la obra de arte del último éxito comercial. Existen pocas alternativas (televisiones públicas como TVE y TV-3, y plataformas como Filmin, entre ellas) para que el buen cine español independiente y las series europeas minoritarias, pero de gran calidad, encuentren su público.

Como decía Almodóvar, sólo el apoyo del Estado y una fiscalidad más favorable permitirá que el futuro del cine español no sea tan negro como se barrunta.

La vuelta al mundo de cine de Sergi Ramis

En la sección dedicada a los viajes cinéfilos que voy publicando en la web de Nosolocine.net no pude dejar de comentar un libro que lleva precisamente por título ‘Viajes de cine’ y, como subtítulo, ‘La vuelta al mundo en casi 80 películas.

Aunque no sea un libro de rabiosa actualidad (data de 2011, hace ocho años) su contenido sigue siendo muy válido. Además, la posibilidad de encontrar algún ejemplar en Amazon y en otras tiendas digitales, me lleva a hablar del mismo, por el interés que creo puede suscitar y dada la desaparición de la editorial Raima, que lo publicó en su día.

De entrada, las 260 páginas dedicadas a 76 películas y medio centenar de países de los cinco continentes hablan del esfuerzo del autor: Sergi Ramis, periodista viajero y amante del cine, que ha colaborado en numerosas publicaciones de primer orden (‘El País’, ‘La Vanguardia’, ‘El Periódico’, ‘National Geographic’) y ha sido director de las revistas ‘Altaïr’ y ‘El mundo de los Pirineos’). Actualmente es co-editor de Ecos Travel Books.

Explica Ramis en la presentación de su texto que, viendo a John Wayne “lacear rinocerontes por la sabana africana”, supo que querría viajar y que siempre le gustaría el cine. Por eso, en esta vuelta al mundo en 76 películas viaja “desde la sabana africana y el desierto australiano, hasta las interminables llanuras americanas, las montañas del Himalaya y las paradisíacas playas polinesias”, dice.

Añade Ramis en la contraportada que estos filmes y viajes son “encuentros [literarios] con Cary Grant, Ava Gardner, Robert Redford, Marilyn Monroe, John Wayne, Ingrid Bergman, Peter O’Toole, Humphrey Bogart, Sigourney Weaver, Marlon Blando, Jeanne Moreau, Clint Eastwood… en los mejores escenarios del planeta”.

Ah… también aparece la Costa Azul francesa de ‘Atrapa a un ladrón’, el filme de Alfred Hitchcock, un título indirectamente de actualidad gracias a la serie homónima de Paramount Channel, dirigida por Pablo Vásquez. Se trata de una ficción que cuenta con guion de Jordi Calafí y Javier Olivares (el creador de ‘El Ministerio del Tiempo) a partir del filme original de Hitchcock, con Pablo Echarri y la encantadora Alexandra Jiménez como protagonistas.

Que este libro cuente con el prólogo de Sebastián Álvaro, el creador de la serie documental ‘Al filo de lo imposible’, lo avala aún más. Pero su autor insiste: “Este no es un libro de cine. Es un libro de un viajero aficionado al cine”. Avisados quedamos.

Sin extenderme más, para que el posible lector pueda saborearlo, diré que este itinerario de cine lo abre ‘El bosque animado’ y Galicia, sigue con ‘Jamón, jamón’ y Aragón, y circula por las ‘Carreteras secundarias’ de la Costa Brava, antes de penetrar en Francia y proseguir por Inglaterra, Irlanda y una decena de países europeos más.

África y la hitchockiana ‘El hombre que sabía demasiado’ cierran esta aventura, que incluye detalles de cada película y breves recuadros informativos sobre los lugares donde se rodaron las mismas, así como detalles útiles de cómo viajar a los mismos.

Venecia y ‘l’acqua alta’ en el cine

Andrea Segre, director de ‘La pequeña Venecia’, en plena acqua alta.

Estos días, Venecia vuelve a ser noticia a causa de las graves inundaciones que están provocando las ‘acqua alta’. El mal tiempo ha dado lugar a unas condiciones meteorológicas propicias para la llegada de estas mareas altas extraordinarias, que suelen darse con frecuencia en la laguna veneciana, afectando sobre todo a la famosa ciudad y a Chioggia. Curiosamente, entre las muchas películas rodadas en Venecia, hay muy pocas que reflejen este fenómeno.

Ninguno de los grandes títulos filmados en la ciudad de los canales, como ‘Locuras de verano’ (1955), ‘Anónimo veneciano’ (1970), ‘Muerte en Venecia’ (1971), ‘Amenaza en la sombra’ (1973), ‘Moonraker’ (1979), ‘El placer de los extraños’ (1990), ‘Todos dicen I love you’ (1996) o ‘The tourist’ (2010), reflejan el ‘acqua alta’.


Que yo recuerde, solo una pequeña y encantadora película ha sabido ofrecer (en algunas pocas escenas) una mirada melancólica, romántica y dramática del ‘acqua alta’: ‘Io sono Li’ (2011), de Andrea Segre, también traducida como ‘Shun Li y el poeta’ y ‘La pequeña Venecia‘, nombre que suele darse precisamente a Chioggia, una encantadora localidad situada a unos 50 kilómetros de Venecia, en el extremo sur de la laguna.

Tao Zhao y Rade Serbedzija, en una escena de la película.

Si podéis, encontrad este filme, protagonizado por la actriz china Tao Zhao y el actor croata Rade Serbedzija. Narra la relación que se establece entre ella, una inmigrante irregular, que trabaja como camarera en un bar de esa población, y un pescador eslavo (apodado el Poeta), que intenta ayudarla ante la incompresión de los lugareños y la sospecha de los jefes de la chica.

También os invitaría a ir a Chioggia y a otras islas menores. A menudo nos olvidamos de que, además de Venecia, hay otros lugares en la laguna veneciana que merecen nuestra visita.

Para llegar a Chioggia –si se dispone de tiempo– escoja al menos una vez la opción marítima: tomar el vaporetto desde la parada de San Zaccaria y llegar hasta el Lido; coger el autobús hasta el extremo sur de esta isla; pasar con el trasbordador hasta Pellestrina; recorrer en autobús esta larga y estrecha isla, y finalmente, tomar un último ferry hasta Chioggia. Una vez visitada esta localidad, quizá sea mejor, eso sí, regresar a Venecia en autobús, que le dejará en la plaza de Roma.

Este mismo viernes, por ejemplo, el actor y director italiano Stefano Accorsi aprovechaba la situación para rodar en la plaza de San Marcos unas escenas de la película que protagoniza la actriz Valeria Golino, pero parece que este tipo de imágenes no es algo que le guste al Ayuntamiento de la ciudad. Quizá tenga que incluirla en la próxima revisión de mi libro ‘Venecia de cine’.
Nota: originalmente publiqué este artículo en Nosolocine.net

Viajes de cine: el castillo de Loarre

El amigo José López Pérez celebra estos días los ocho años de Nosolocine.net, un espacio que va mucho más allá del blog personal para ser una web en la que JLP ha dado cabida a un amplio equipo que le arropa. De su enorme capacidad de seducción dan fe un puñado de profesionales que colaboran con él cuando buenamente pueden, como Miguel Fernando Ruiz de Villalobos, Oti Rodríguez Marchante, Jordi Izquierdo y Natxo Torres Zenarrutzabeitia, entre otros muchos.

JLP ha tenido el generoso gesto de invitarme a sumarme a esta lista de maestros de la crónica y la crítica de cine, en una sección que aúna dos de mis placeres: los viajes y el cine.

Y para empezar, nada mejor que un monumento que visité este verano, de camino hacia el Pirineo de Huesca. Un edificio histórico que ha sido escenario de varias películas y alguna que otra serie de televisión: el Castillo de Loarre.

Situado a unos 300 kilómetros de Barcelona y a sólo 36 de la capital oscense, el Castillo de Loarre es la fortaleza románica mejor conservada de Europa. Construida en el siglo XI por orden del rey Sancho III, sobre un promontorio rocoso que dominaba la llanura de la llamada Hoya de Huesca, ocupada entonces por los árabes, la pronta retirada de los musulmanes de la zona hizo que no sufriera daños estructurales. La capilla, la Torre de la Reina, el patio de armas y la Torre del Homenaje se mantienen perfectamente en pie.

Abandonada su faceta militar, el castillo incorporó a finales del siglo XI una ampliación monástica, en la que destaca la iglesia de San Pedro. El recinto amurallado data del siglo XIII y consta de varios torreones semicirculares y uno cuadrado, cercano a la imponente puerta de entrada.

Una escena de ‘El reino de los cielos’.

El hecho de que la edificación se mantenga casi como era en sus orígenes fue la razón principal que llevó a Ridley Scott a escogerlo como escenario de su película a ‘El reino de los cielos‘ (2005), protagonizada por Orlando Bloom, Eva Green, Liam Neeson y Jeremy Irons, entre otros. El filme narra la peripecia de un joven herrero que se suma a las Cruzadas del siglo XII. Muchos vecinos del pueblo de Loarre participaron en la producción como figurantes.

Pero mucho antes, ya en el año 1982, Antonio José Betancor también rodó algunas escenas de su película ‘Crónica del alba: Valentina‘, basada en la novela de Ramón José Sender y protagonizada por un jovencísimo Jorge Sanz. Narra el primer amor de un niño de 10 años por una niña de su edad (Paloma Gómez), ante los ojos comprensivos del cura del pueblo (el gran Anthony Quinn).

En 1993, TV-3 y la productora Ovideo aprovecharon también la majestuosidad del lugar para grabar varias escenas de la miniserie histórica ‘Arnau‘. En tres episodios de hora y media, la producción, dirigida por Lluís Maria Güell y con premiado guión de Doc Comparato y Xesc Barceló, puso en imágenes la leyenda catalana del Conde Arnau con un reparto de altura, encabezado por Pere Arquillué, Silvia Munt y Carme Elias, y con Fernando Rey, Imanol AriasAriadna Gil también en el elenco.

De la misma forma, en el 2006, un año después de que Scott y su equipo estuvieran en Loarre, la guionista y directora española Inés París filmó parte de su película ‘Miguel y William‘, con Juan Luis Galiardo, Will Kemp y Elena Anaya al frente del reparto. Esta última es la fascinante mujer que une en la ficción los talentos de Cervantes y Shakespeare en la escritura de una improbable obra teatral común. En esta ocasión también actuaron como extras medio centenar de vecinos de la localidad.

Ese excelente estado de conservación hace que recorrer el castillo sea toda una experiencia para los amantes del medievo. Las murallas, la cripta de santa Quiteria y la iglesia del castillo, con su bonita cúpula, son algunas de las partes excepcionales. Es muy recomendable efectuar la visita con los guías del monumento.

El horario actual es de 10.00 a 19.00 horas y la entrada cuesta 5,50 euros (niños pequeños, gratis) y 7 euros si se opta por la visita guiada. Podéis ver esta información en la web del monumento.

Entrevista con Jaume Ripoll

Recién entregados los premios Emmy, con ‘Juego de Tronos‘ como mejor serie dramática del año y , no está de más reflexionar sobre el momento actual, en el que gigantes como Netflix, HBO o Amazon se disputan la tele de pago en ‘streaming’. Por ello, hablamos con el mallorquín Jaume Ripoll (1977), cofundador y director de Filmin, la primera plataforma íntegramente española de vídeo a la carta a través de internet. Es, además, la única que ofrece la posibilidad de ver todos sus contenidos en catalán. Esta entrevista se ha publicado originalmente en Catalunya Plural.

Además de dirigir Filmin, creo que también imparte clases de cine en la prestigiosa ESCAC, donde usted estudió.
Bah… Unas pocas horas, nada más. Este año, daré clases de producción y quizá algún que otro máster. Pero déjeme decirle que el cine debería estar en el bachillerato como actividad curricular.

Explíquese
Hoy en día, cualquier chaval con un móvil es capaz de crear cosas fascinantes. Todos estamos sobreexpuestos a lo audiovisual, pero no estaría nada mal que a los jóvenes se les enseñara ciertos parámetros, algunos fundamentos y cultura base de lo audiovisual. Estaría bien que sepan quién es Charles Chaplin, Orson Welles o Sidney Lumet, por ejemplo. Porque el cine te abre otros caminos y, hasta ahora, se imparte de forma extracurricular por profesores voluntariosos que aman el cine. Ya sé que proponer ahora esto, con el panorama electoral que tenemos y la reforma educativa, puede parecer estúpido, porque es algo de ciencia ficción. Pero, por otro lado, cómo hacemos que estas nuevas generaciones, acostumbradas a lo visualmente rápido, puedan saborear películas de tempo lento. Pues como con la comida: se tienen que acostumbrar. La primera vez que comes un espárrago quizá no te guste, pero a la tercera o la sexta vez piensas que está delicioso. Esta labor formativa se ha de hacer. Nuestra obsesión es buscar nuevos públicos, pero sin dogmatizar, porque hay diferentes gustos y ya decidirás lo que te interesa o no. Cuanto más amplia y variada sea la dieta cultural del ser humano, mejor será.

Y usted, ¿cómo llegó a gustarle el cine?
En mi caso fue muy fácil. A mi padre siempre le gustó mucho el cine. Con 30 años fue programador de muchas salas de Mallorca y luego tuvo varios videoclubs y hasta una sala en Alaró, en el interior de la isla. Y yo, desde que tenía 6 o 7 años, cuando acababa las clases los viernes en el pueblo y durante los fines de semana, iba a las tiendas y ponía y quitaba las etiquetas de ‘alquilada’ en cada película. En mi casa teníamos unas 3.000 cintas en VHS. Lo nuestro era hablar de cocina y de cine. ¡Mi padre llegó a participar, incluso, en la creación de un concurso de cine en la televisión balear!

Parece lógico que fuera a estudiar a la ESCAC.
Nooo. Casi fue una tragedia griega. Yo era un buen estudiante que no había suspendido nunca. Cuando estaba estudiando primero de Informática, que era una carrera con mucho futuro, un día, de repente, le dije a mi padre que no me gustaba la informática, que no me gustaba aquella carrera y que quería estudiar cine. Pero, claro, hace 23 años, nadie estudiaba cine. Mis padres pensaban que era algo que no tendría salida, pensaban que era un capricho. “Pero, ¿qué serás? ¿Crítico?”, me decían. Además, era una escuela privada, que era muy cara. Al final, después de insistir durante días, mi madre aceptó.

Y fue a las Escoles Pies de Sarrià, donde estaba la primitiva ESCAC, con JA Bayona!
Bueno, yo soy de la tercera promoción, y Jota era de la primera. En la mía estaban el director de fotografía Arnau Valls (Eva, Anacleto, Superlópez), la montadora Elena Ruiz (El orfanato, Lo imposible) y el director Javi Ruiz Caldera (Superlópez, Anacleto, Tres bodas de más, Promoción fantasma), entre otra gente. Javi y yo hacíamos guiones juntos.

¿Qué rama escogió?
Dirección. Y tenía muy buenas notas. Pero, a mitad de tercero y a falta del trabajo de fin de carrera de cuarto, murió mi padre de un infarto y tuve que volver a Mallorca de un día para otro, para hacerme cargo de su trabajo: la representación de Manga Films en Baleares y los diferentes videoclubs que tenía. Así que estudiaba en Barcelona y trabajaba en Mallorca. Acabé los estudios, pero mi proyecto de fin de carrera como director no fue elegido entre los que se tenían que producir. Me propusieron hacerlo igualmente, con menos presupuesto, pero dije que no. No tenía ganas de rodar y no lo he hecho nunca más.

Pero sí que hizo cosas durante la carrera…
Había hecho algunos cortos, algo de publicidad y videoclips con Pau Freixas y otra gente como ayudante de dirección y en producción, pero ya no quise hacer más cine. Rodé incluso un documental sobre Gil de Biedma con testimonios muy interesantes del círculo del poeta, como Ana Maria Moix, Fabià Estapé, Goytisolo, el mayordomo y la hermana de Gil de Biedma. Lástima que se haya perdido, porque rodamos en U-matic, un formato de vídeo analógico de calidad muy baja. Fue de las últimas cosas que rodé y, por suerte, lo pudo ver mi padre. Pero ya no volví a dirigir. Volví a Mallorca a llevar los negocios de mi padre, donde estuve 5 o 6 años, hasta que regresé a Barcelona.

¿Cómo surgió la idea de Filmin?
Yo trabajaba con Juan Carlos Tous, que había sido mi jefe en la división de vídeo y DVD de Manga Films cuando yo estaba en Mallorca. En 2003, Tous fundó la distribuidora de cine independiente Cameo y, como sabía que me gustaba y había estudiado cine, me pidió que fuera a su empresa para llevar la web, el comercio electrónico, la newsletter… Yo entré en el 2005 y en ella he ido creciendo, pero desde el principio tuve muy claro que Cameo tenía que ser, además, una plataforma de cine on line. De hecho, la idea de Filmin nace en el verano del 2006. Era el momento.

¿Pero tenía algún referente?
No. Ninguno. Pero sabía que se tenía que hacer. Existía DvdGo, que vendían DVD por correo, pero aún no había llegado Amazon. Netflix, en aquel momento, aún no hacían nada (alquilaban DVD), e iTunes empezaba a alquilar y vender películas por Internet. La gente se bajaba las películas de las webs piratas. Esto era así. Sabíamos que el camino a seguir era internet pero teníamos que encontrar la forma de hacerlo. Teníamos que combatir el pirateo de una forma legal. De la misma manera que se creó Cameo con una mentalidad muy clara, la de ofrecer cine independiente, que tiene su nicho de mercado, esta fue la idea con Filmin. El cine independiente puede quedar diluido en una tele más generalista, pero si ofreces una plataforma dedicada en exclusiva a esta parcela, puedes llegar a más público y este puede escoger más títulos. Esta era la función que queríamos lograr e implementar.

¿Hubo problemas?
Cuando empezamos los problemas eran claros: tecnológicos, de mercado y de público. En el 2007, el ancho de banda, la capacidad de codificar películas y la usabilidad, en aquel momento, eran muy limitadas. Y todo ello, con ordenadores. No había los dispositivos de ahora. Los distribuidores fueron muy atrevidos y generosos a la hora de ceder títulos. Y eran para alquilar. Durante un par de años sólo alquilábamos películas: fuimos un videoclub on line y con un catálogo aún corto. El tercer escollo, el público, que si podía ver gratis películas en internet, no las iba a pagar. Aquellos dos años fueron la prueba de fuego. Cuando tuvimos a punto la tecnología, ya teníamos el contenido a punto. Era cuestión de llegar al público. Y eso empezó en mayo de 2010, que para mí fue el verdadero nacimiento de Filmin, con la tarifa plana.

¿Con todo lo que hay en el mercado, es necesario Filmin?
Claro. Yo era un cinéfilo adolescente que tuve la suerte de que mi padre tenía una videoteca impresionante, con clásicos de todo tipo. Para un joven cinéfilo actual es una bendición poder tener en Filmin desde lo más nuevo a clásicos como Pasolini, Visconti, Fellini, Bergman, Rohmer o Haneke. Esta función que hacemos nosotros es necesaria, porque se ha de luchar y cultivar la diferencia y el riesgo, y no ofrecer solo puro entretenimiento.

¿No le gusta el entretenimiento?
Sí, sí, estoy muy a favor del entretenimiento. Pero también es importante ver otro tipo de cine y dedicar esfuerzo y dinero para que se mantenga y llegue a más público.

Hace unos días, decía en Twitter que “la combinación Filmin + Netflix + Amazon + HBO + Disney sale por unos 35€ al mes, menos que ver el fútbol».
Sí, el fútbol seguro que sale más caro que varios de nosotros juntos. Nuestras tarifas no las hemos subido nunca. De hecho, la hemos bajado un céntimo. De 8€, que costaba ya al inicio, a 7,99€ que cuesta ahora. Si calculas la inflación, pues ya verás.

¿Que hay de diferente en Filmin?
Todo tipo de películas y series independientes, básicamente europeas, pero también algunas americanas. Ese tipo de cine que arriesga e inicia nuevos caminos en la ficción y documental. Y ofrecemos diferentes vías para esta especie de selva audiovisual contemporánea: cine europeo premiado; cine clásico; documentales de música, política o pintura; teleseries europeas galardonadas de calidad, y producción infantil diferenciada.

¿Ve las otras plataformas?
Yo soy usuario de todas. Pago todas. Claro que también lo hago por razones profesionales.

¿Y es necesario ver todo?
Por supuesto que no. Hemos de diferenciar. Y en algún momento hemos de parar y decidir si lo que vemos es por placer o por esa falsa obligación de ver la última serie del momento por el hecho de mantener una conversación al día siguiente. Esto es un error.

Por ejemplo, ahora todo el mundo habla de la serie ‘Chernobyl’ (HBO).
Sí, pero hay alternativas. En Filmin tenemos una docuficción muy buena, ‘Voces de Chernobyl’, basada en el libro de 1997 de la periodista y premio Nobel bielorrusa Svetlana Aleksiévich.

¿Mejor o peor que la serie de HBO?
Son diferentes, compatibles y complementarias. Una es una aproximación más artística y poética y el otro, un documental de 80 minutos.

¿Hay un exceso de oferta?
Claro. La clave es saber gestionar la abundancia. Si no lo hacemos bien, estaremos permanentemente frustrados. Pero ese exceso no lo corregirás: está ahí y no lo cambiarás. Cuando llegas a casa, a la noche, has de pensar qué quieres ver sin sentirte ahogado por ello.

Además de Filmin, HBO, Netflix, Prime Video, Rakuten, llegarán Disney y Apple, y las telefónicas ofrecen un montón de canales de pago. ¿Hay clientes para tanta tele?
No hemos tocado techo y nos queda mucho camino por recorrer. Estamos muy lejos. Hay centenares de miles de personas que aún se pueden suscribir a las plataformas, sobre todo por dos motivos: no tiene el dispositivo adecuado (teles, ordenadores, tabletas o móviles desfasados) o no saben cómo hacerlo.

¿Diría que la tercera edad se conecta menos?
No, no. La gente de más de 65 años cada vez se conecta más. Porque tienen teles nuevas y más tiempo libre. Es el público con más potencial de crecimiento. Además, son personas que disponen de conocimientos de cine y televisión de muchos años y lo mismo repescan una serie antigua que ven una película actual.

¿Aguantarán todas esas compañías?
La inversión que están asumiendo y alcanzando estas grandes compañías es para quedarse con un gran porcentaje de mercado, no un trozo pequeño del pastel, porque no llegarías a cubrir los gastos de producción. Ahora hay una guerra muy clara para convertirse en la plataforma hegemónica. Y lo que se intuye que pasará, tarde o temprano, son fusiones. En el mundo del cine ya ha pasado y en las plataformas lo veremos también pronto. Hay mercado, pero no dinero para que cada una de ellas invierta 15.000 millones de euros al año en producción y sea rentable. Esto no es posible.

Entonces, ¿estamos ante un boom o un bluff?
No. Un bluff no será. Si miras atrás, ves que el camino va por aquí. Te puedes suscribir a varias plataformas y pagas menos de lo que costaba Canal+ hace 20 años.

¿Y las telefónicas?
Hay teleoperadoras que te ofrecen paquetes, como lo que pasa ahora, y otras que te ofrecen un acceso a internet más económico, donde tienes una tarifa plana de internet sin fútbol ni series ni nada, pero donde tú pagas aquello que quieres usar. No hay vuelta atrás.

Netflix está invirtiendo muchísimo. ¿Puede mantener este ritmo?
No sólo Netflix, sino todas el resto de grandes plataformas están invirtiendo mucho dinero en producción. Y esto lo celebro por los creadores, que pueden rodar películas y series de gran calidad. Pero a cinco o seis años vista, me parece inviable. ¿Quién será la primera en parar? Eso no lo sé.

¿Hay series más progresistas ahora que antes?
No creo que sea necesariamente así. Lo era el famoso episodio ‘Isaac e Ismael’ de ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, en el que Aaron Sorkin, su creador, reflexionaba sobre el atentado a las Torres Gemelas. ¿Son progresistas las series que tratan sobre homosexualidad? Pienso en ‘Els joves’ y era una serie más arriesgadas que muchas de las de ahora. Lo era ‘Sí, ministre’ o la ‘House of cards’ original inglesa, que era mucho más radical que la de EEUU, rodadad justo después del relevo de Margaret Thatcher. Quizá la oferta actual sea más amplia, pero no por ello son más progresistas.

¿Qué títulos recomendarías, en general?
Un reciente artículo del diario ‘The Guardian’ cita las –para ellos– 100 mejores series del siglo XXI: ‘Los Soprano’, ‘The Wire’, ‘Mad Men’, ‘Breaking Bad’ y ‘Juego de Tronos’ están entre las 10 primeras. Pero yo añadiría, por ejemplo, ‘Buffy, cazavampiros’ (1997-2003), una revolución a muchos niveles cuando nació y la semilla de todo lo que hace la Marvel con sus superhéroes.

¿Y de Filmin, en concreto?
‘Inside number 9’ (2014), que también la citaba ‘The Guardian’, una serie británica brillantísima, gamberra, ocurrente, de humor negro, con episodios autoconclusivos de 25 minutos, que tienen en común que en cada uno de los capítulos pasa algo con el número 9. Van por la cuarta temporada y estrenaremos la quinta en el festival Serializados (viernes, 25 de septiembre), con coloquio posterior a cargo de su cocreador, Steve Pemberton. También ‘The Virtues’, una miniserie con un nivel de calidad técnica, artística y dramática muy potente. Y ‘Home Ground’, una ficción noruega que trata el tema del fútbol de una manera muy diferente, cuya protagonista es la primera mujer entrenadora de un club masculino, con todo lo que eso significa, y también el tema de la homosexualidad en este deporte, algo de lo que nadie habla. Si esta serie estuviera en una de esas grandes plataformas, ahora mismo todo el mundo estaría hablando de ella.

Los ‘Robots de cine’ de Jordi Ojeda

Estamos rodeados de robótica y no nos damos cuenta”, explica este conocido ingeniero catalán, experto en cómics, robótica y ciencia ficción. Aquí le entrevistamos para hablar de seres artificiales, reales e imaginarios, a raíz de la reciente publicación de su libro ‘Robots de cine. De María a Alita‘ (Diábolo Ediciones). Este texto ha sido publicado primeramente en el diario digital Catalunya Plural.

Jordi Ojeda (Barcelona, 1966) es de los pocos especialistas en ciencia ficción que sabe realmente de qué habla y escribe: es ingeniero industrial con un Máster en Producción Automatizada y Robótica por la Universitat Politècnica de Catalunya. Hace una década creó la empresa Rational Time, centrada en algo tan actual como la organización del tiempo de trabajo, que mantiene en standby. Responsable desde hace años del proyecto ‘Cómic, Ciencia y Tecnología‘, en el que usa la historieta como instrumento pedagógico y divulgativo, también es profesor del Departamento de Empresa de la Universitat de Barcelona y ha comisariado diversas exposiciones, las más populares, en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona y el Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya.

-Usted es una rareza: ingeniero, experto en gestión del tiempo y comiquero de pro. ¿De dónde sale?
-Soy hijo de emigrantes andaluces. Mi padre era albañil y mi madre, ama de casa. Currantes que han trabajado toda la vida para que sus hijos pudieran estudiar y vivir bien. De pequeño era muy buen estudiante y un día descubrí que existía la carrera de Ingeniería Industrial, una formación que me permitía dedicarme a casi cualquier cosa.

-¿La descubrió, así, sin más?
-Me gustaba la ciencia. De pequeño decía que quería ser físico. Cuando estaba en el instituto, daba clases particulares de Matemáticas y Física a otros chicos, incluso de clases superiores, lo cual suponía una pequeña fuente de ingresos. Los profesores se enteraron y mi profe de Física, con el que con el que me llevaba muy bien, me propuso acudir a unos seminarios nocturnos que él daba en la Universidad.

-¿Y eso, con sólo 15 o 16 años?
-Sí, pero aunque me esforzaba mucho, no me enteraba de nada, porque eran temas muy avanzados: Física cuántica, Teoría de la Relatividad y similares. Un día, el profe me preguntó si me lo estaba pasando bien. Le respondí que me estaba costando mucho seguirle, pero que no se preocupara, porque me iba a esforzar, con la idea de ser físico como él. Y él, que ya empezaba a ser amigo mío, me miró y me dijo que muchas gracias, pero que él no era físico, sino ingeniero industrial.

-¡Vaya chasco!
-Sí. Casi me dejó hecho polvo. Pero me explicó bien en qué consistía la carrera y donde estudiarla, y decidí que eso era lo que quería hacer. La Ingeniería Industrial de hace 30 años te permitía formarte para muchas cosas. Allí se daban las Matemáticas más difíciles después de Exactas, la Química más difícil después de Químicas y la Física más difícil después de Físicas. Te formabas de manera más generalista y te preparabas para todo lo que vendría después: ¡yo estudié Informática con cartulinas perforadas!

-No me diga…
-Yo entré en la Universidad en 1984 y me convertí en becario de la Escuela de Ingenieros en 1987, con 20 años. Anécdota: ¡yo fui quien sacó de las cajas y montó los primeros ordenadores personales que se compraron en la Universitat Politècnica (UPC)! Ahora puede parecer ridículo, pero en aquel momento, casi nadie sabía lo que era un ordenador. Incluso organizamos visitas de profesores para enseñarles qué era un PC. Pero yo tengo correo electrónico desde 1988, uno de los primeros.

-¿Cómo entraron los robots en su vida?
-En aquella época asistí a un máster de robótica que dirigía Gabriel Ferraté, que era el rector de la UPC. Entonces era el Instituto de Cibernética, que luego cambiaría de nombre. Era todo muy novedoso, con los primeros robots, las primeras computadoras industriales… Y como yo destacaba mucho, me pidieron que coordinara el máster al año siguiente. Yo soy ingeniero, especializado en organización industrial. De ahí que me interesaran los grandes proyectos de esa parcela, la automatización en general, más que la robótica.

-¿Qué leía de pequeño?
-Soy el tercero de cuatro hermanos. Mi hermana es un año menor que yo pero mis hermanos son más mayores: cuando yo tenía 10 años, ellos ya eran unos jóvenes de 18 y 23 años. De ahí que yo crecí con los cómics y libros que leían ellos y con la música que escuchaban, nos llevaban al cine… Así que toda mi vida he visto, leído y escuchado cosas que no eran las propias de mi edad. Y de todas ellas, a mí me interesaba mucho la ciencia ficción, no sólo la tecnológica, sino la sociológica, la que reflexionaba sobre sociedades del futuro, de escritores como Aldous Huxley o H. G. Wells. Entre los 12 y los 15 años, los viernes y sábados iba de ‘caza’ por las bibliotecas de Barcelona en busca de libros raros. Si me hablaban de un libro de Isaac Asimov, por ejemplo, miraba qué otros libros había escrito y dónde los podía consultar.

-¿Y su afición por los tebeos?
-Como le decía, leía muchos cómics gracias a mis hermanos, ya que no tenía dinero para comprarlos. En especial, gracias a uno de mis hermanos, que se casó muy joven, a los 20 años. Sus suegros tenían un quiosco y durante muchos años nos pasábamos la noche del viernes al sábado leyendo todas las novedades de la semana. Eso sí, a las 6 de la mañana, volvíamos a dejar todo el material bien colocado y en perfecto estado.

-¡Qué suerte!
-Pues sí. Hasta que fui a la Universidad y ya no lo podía hacer, porque tenía que estudiar. Pero yo, con 18 años, estaba al día de todos los cómics que se publicaban y vendían en los quioscos: recuerdo en especial el primer número de la revista ‘Totem”, porque en ella salían el Corto Maltés de Hugo Pratt, la Valentina de Guido Crepax, lo mejor de Moebius… ¡Espectacular! ¡Y yo sólo tenía 11 años!

-Leía gratis, pero no tenía tebeos propios…
-No. Hasta que empecé a trabajar de ingeniero y pude comprar mis propios cómics e ir haciendo mi biblioteca. Pero esas lecturas me ayudaron a tener una cultura de la que aún ahora me aprovecho. Cuando acabé la carrera, en 1990, entré a trabajar en el Institut Català de Tecnologia y me empecé a encargar especialmente de proyectos de formación y divulgación. Me interesaba cómo podía explicar mejor la ciencia para que la sociedad la entendiera mejor. Y en 1997 surgió el proyecto ‘Cómic, ciencia y tecnología’, es decir, divulgar la ciencia y la tecnología utilizando como instrumento pedagógico las historietas.

-¿Qué pensaban sus jefes?
-En aquel momento, nadie tenía ni idea de lo que estaba haciendo, porque hubieran pensado que me pasaba todo el día leyendo ‘Mortadelo y Filemón’. De los 22 años que llevo en este proyecto, salvo mi familia y amigos, hace sólo siete u ocho años que lo saben mis jefes; cuando empecé a salir en la prensa, la radio y la tele.

-¿Y le han ayudado?
-Siempre me he buscado la vida. En la UPC ha habido gente que me ha ayudado y jefes que me han puesto todas las trabas del mundo, porque no saben ni qué son los cómics ni entendían la importancia de que pudieras cautivar y animar a estudiar carreras científicas a la gente joven a partir de la lectura de los cómics. Fíjate que, en los años 60, en plena guerra fría, el Gobierno de EEUU pidió a las editoriales que introdujeran motivos científicos y tecnológicos en las historietas, sobre todo en los de superhéroes. Este fue uno de los motivos por los que Stan Lee desarrolló en Marvel personajes que eran científicos. Así, Reed Richards, el líder de los Cuatro Fantásticos, es un científico; Spiderman es estudiante de Química; IronMan es ingeniero… Cuando lees que Hulk era un físico que investigaba los rayos gamma, te interesa saber qué son.

-Pura miopía de esos jefes suyos…
-Es no ver que la cultura popular, como son los cómics, enfocados a cualquier edad, pero especialmente a los jóvenes, puede ayudar no sólo a que estudien ciencias, sino simplemente para adquirir el hábito de la lectura. Yo corrijo muchos exámenes y veo que la gente no sabe leer, no sabe escribir, no sabe expresarse. Tienen problemas de compresión lectora.

-¿Y usted cree que la historieta puede ayudar?
-Para mí, el cómic tiene cuatro usos: como una lectura, un libro de texto, temático, histórico, genérico; como recurso pedagógico, que te ayuda a explicar una lección; como plataforma para estudiar otras disciplinas artísticas, y como herramienta de comunicación, porque un dibujo te permite transmitir o expresar emociones o sentimientos.

-Volvamos al proyecto ‘Cómic, ciencia y tecnología’.
-Surgió en 1996 tras una charla sobre el tema a cargo de Francesc Solé Parellada, un catedrático de Economía que es un gran amante y coleccionista de cómics, a la que únicamente asistí yo. Solé, que había sido profesor mío, me invitó a ir a su casa para enseñarme los cómics que tenía. Fui a su casa y aluciné con su colección. ¡Brutal! Yo le propuse hacer un libro entre ambos con toda aquella documentación.

-No recuerdo un libro suyo así…
-No, no, espera. Como aquello era un trabajo colosal (íbamos con fotocopias, no había ordenadores), le propuse a Solé cambiar el proyecto de libro por algo más sencillo, como una exposición. Y podíamos convencer a algunas instituciones para que nos ayudaran, como el Col·legi d’Enginyers Industrials, la UPC y el Institut Català de Tecnologia. Y en 1997 expusimos en la UPC, en la que sería la última muestra exhibida en su sala de exposiciones.

-¡De esa exposición sí que me acuerdo!
-Sí, porque al año siguiente, en 1998, estuvo en el Salón del Cómic, y viajó a siete u ocho sitios más de Catalunya, casi siempre acompañada de una conferencia que daba yo. Y después, estuvo en Pamplona, Logroño, Madrid, Castellón, Valencia… 25 lugares diferentes hasta el año 2006 o 2007.

-También ha organizado otras muestras…
-Cuando llevamos la expo a Cantabria, en 2006, entre los asistentes se encontraba el responsable de cultura del Puerto de Santander, y nos propuso un proyecto en el que explicáramos la contribución de los puertos al desarrollo histórico, económico y sociológico de los territorios y ciudades donde había. Y este sería el germen de ‘Cómics a puerto’ y ‘Faros de papel’. Del 2007 al 2011 me dediqué a este proyecto, del que salieron exposiciones, libros, conferencias, artículos, congresos.

-Y luego llegaron los robots…
-En el 2011, Carles Santamaría, director del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, me pidió organizar una gran exposición central sobre los robots en el mundo del cómic, que se acabaría titulando ‘Robots en su tinta‘. Acepté con la condición de que el marco no fuera únicamente la historieta, porque los robots en la ficción surgen especialmente de la literatura y se han hecho muy populares en el cine y la televisión, pero son residuales en el cómic. Estuve trabajando en ello todo un año y la exposición se inauguró en la edición 30ª del salón, en el 2012, año que superó por primera vez los 100.000 asistentes. Fue un espectáculo, la mayor exposición sobre robótica que se había hecho en España hasta ese momento.

-Y fue el germen de más exposiciones sobre robots.
-Sí, a raíz de ‘Robots en su tinta’, realicé la exposición ‘Robots de película: de María a Eva’. Ambas son el germen de mi libro, junto a una tercera, pendiente de montaje, que se exhibirá en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) de Alcobendas (Madrid) a lo largo de 2020. Es un proyecto que inicié en el 2017, pero que tiene ocho años de investigación y trabajo detrás, desde el 2011. Y que, al retrasarse su puesta en marcha, me ha permitido trasladar el trabajo de investigación realizado a este libro.

-¿Todo sobre robots?
-En realidad, sobre el ser artificial. No me podía referir solo a robots como R2D2 y C3PO, de ‘La guerra de las galaxias’, sino que tenía que hablar del tema de forma global. Por ello, empiezo por los autómatas del siglo XVIII y la literatura de ciencia ficción y seres artificiales del siglo XIX (la palabra androide se inventa en una novela francesa). Ya en el siglo XX paso por el teatro, donde se inventó la palabra robot (aunque referida al ‘trabajo esclavo’) en una obra de Karel Capek, en 1921, y el cine, con la María de ‘Metrópolis’, así como la literatura de Isaac Asimov. Hasta los años 80 hablo de robótica de forma cronológica, pero después hablo también de cíborgs, exoesqueletos, drones, la realidad aumentada…

-¿Para usted, cuál es ese primer ser artificial?
-El que marca el inicio de la ciencia ficción moderna es la criatura de Frankenstein en 1818, el primer robot biológico, porque tal y como aparece en la novela de Mary Shelley, se crea a partir de trozos de varios cadáveres. Fíjate que en ‘Avatar’ (2009), una película tan interesante como taquillera, los cuerpo azules de los na’vi que usan los protagonistas no dejan de ser unas fundas con el cerebro de esos humanos. En el fondo, son robots biológicos.

-¿Están todas las películas del género?
-No. El libro no es completista, sino que destaco las películas que yo creo que son interesantes para el lector con una serie de salvedades: no salen muchos títulos orientales ni de animación porque es probable que escriba una segunda parte sobre el cine asiático y el anime japonés. Como no se trata de un encargo, utilizo un lenguaje divulgativo para todos los públicos. Y lo he dividido en muchos capítulos para facilitar su lectura y consulta posterior.

-En el libro hay títulos buenos y otros, más regulares.
-Es que no hago crítica de cine, sino que hablo de robots de película. Podría estar todo un día hablando de ‘2001’ (de hecho, el año pasado impartí un curso de 20 horas sobre esta película de Kubrick), pero en el libro sólo hablo de HAL.

-El prólogo lo firma Kike Maíllo, el director de las películas ‘Eva’ y ‘Toro’.
-Cuando Kike estaba a punto de estrenar ‘Eva’ en el Festival de Sitges del 2011, yo era jurado en aquella edición. Nos conocemos y hemos ido coincidiendo en diferentes conferencias y presentaciones. Le comenté lo del libro, le envié el texto y me dijo que le había gustado mucho y que no tenía ningún problema en escribir el prólogo. Que lo haya hecho le da una pátina de calidad, de que haya confiado en mi. También fue importante para el editor y para la promoción del libro, claro.

-¿Podemos sacar alguna conclusión de su libro?
-Que cada vez más estamos rodeados de robótica y no nos damos cuenta. Mira tu móvil: funciona con inteligencia artificial. Por eso, este no es solo un libro sobre robots en el cine, sino una reflexión sobre tecnología y el concepto de criatura artificial. Todo nuestro entorno, hasta nuestro ocio, tiene relación con la robótica. Es fácil imaginar que dentro de unos años podamos hacer una réplica de nuestro cerebro y tener una copia de seguridad en internet. O podríamos tener una impresión en 3D de nuestro cuerpo, una funda, como en ‘Avatar’. Pues quizá esto ocurra dentro de 20, 50 o 100 años. Y todo esto, en la ficción, ya lo ha plasmado alguien de alguna manera, como Richard K. Morgan, en ‘Altered Carbon’ (2002) y que Netflix ha convertido en serie (2018).

Miquel Porter i Moix, historia del cine catalán


Miquel Porter i Moix
Un documental del Canal 33 coproducido por TV-3 analiza la vida y trayectoria de Miquel Porter i Moix, figura clave de la cultura catalana del último tercio del siglo XX, uno de los fundadores de la Nova Cançó y de Els Setze Jutges, así como gran estudioso y divulgador del cine catalán.

Miquel Porter i Moix (1930-2004) fue uno de los primeros catedráticos de Historia del Cine de la Universidad española, propició la creación de la Filmoteca de Catalunya e inspiró el nacimiento de la notable escuela de cine ESCAC. La película ‘Miquel Porter i Moix: La república de la llibertat i el bon humor’, que el Canal 33 emite el sábado, día 1 (22.15 horas), está dirigida por Anastasi Rinos, un notable montador de Bigas Luna, Francesc Bellmunt, J.A. Salgot, Simó Fàbregas, Antonio Chavarrías, Eduard Cortés, Jesús Garay y otros conocidos realizadores catalanes.

“Por desgracia, pese a su importancia, Miquel Porter i Moix es un personaje poco conocido. Y no solo por la gente joven, sino también por muchas personas no tan jóvenes”, explica el director del documental. De ahí, que el filme se abra con estas palabras: “La historia está llena de hechos y personajes que dejan huella. Algunos, como los cimientos de un edificio, quedan soterrados. Pero saber quiénes son es saber quiénes somos”.

La familia de Miquel Porter ha estado directamente implicada en el proyecto, ya que fue la que contactó con el conocido productor Paco Poch y este, a su vez, quien fichó a Rinos. “Yo estaba en pleno montaje de un trabajo anterior, ‘Ana María Moix. Passió per la paraula‘ cuando Poch me explicó la idea. Con la colaboración de dos nietos de Porter i Moix, Tariq Porter, como coguionista y ayudante de dirección, y de Manuela Porter, como narradora, voz en off e hilo conductor de la película, el documental intenta explicar quién es este polifacético personaje.

Lluis Llach, en el documental.

“Miquel Porter era un optimista hiperactivo en diversas áreas. En el mundo de la escena catalana, inventando nuevas fórmulas teatrales, como fue el teatro vivo, el de improvisación. En el de la música, Creó, junto con otra gente [Remei Margarit, Josep Maria Espinàs, Lluís Serraïma] el grupo de Els Setze Jutges e impulsó la Nova Cançó”, añade Rinos. Y de ello hablan en el documental el citado Espinàs, Martí Llauradó, Quico Pi de la Serra i Lluís Llach. “Porter se convirtió en cantante sin serlo o en actor, sin serlo. Simplemente lo hacía”.

Uno de los grandes valores de este audiovisual es contar con una larga lista de personajes que hablan de Miquel Porter desde las diferentes áreas, desde sus inicios como librero en la librería familiar de su padre, la Llibreria Porter; su pasión por el cineclubismo y el coleccionismo cinematográfico, cuyos materiales pasarían a formar parte de la Filmoteca de Catalunya, de la que fue artífice. La productora Isona Passola, presidenta de la Academia del Cine Catalán, los directores Agustí Villaronga y Rosa Vergés, y la historiadora Palmira González son testimonios de su pasión por el cine.

“Porter era un estudioso del cine, un historiador. Y un experto como pocos del cine soviético”, comenta el director del documental. Y Vergés, por ejemplo, recuerda siempre las proyecciones de ‘El acorazado Potemkin’ en la facultad. “Era un gran maestro –añade Rinos, que le recuerda como profesor suyo en la Escuela Aixelà, junto con Pere Portabella y Romà Gubern.

“Creó en la Universitat de Barcelona la cátedra de Historia del Cine, dentro de Historia del Arte, una asignatura que existía en muy pocas universidades españolas”. Esa pasión por la docencia, que había ejercido antes y ya más tarde en la Universitat Catalana d’Estiu, le llevaría a contactar con Josep Maixenchs, a quien ayudaría a fundar las bases de lo que finalmente sería la ESCAC, la prestigiosa  Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya.

Fue en una época en la que Porter, hombre inquieto, de izquierdas y catalanista, también aportó su granito de arena en la política catalana: fue jefe del Servei de Cinematografia de la Generalitat de Catalunya entre 1977 y 1986, e incluso fue diputado por Esquerra Republicana de Catalunya (de 1982 a 1984). Vicenç Altaió, Miquel de Palol, Josep Lluís Carod-Rovira y hasta 35 personajes hablan de todas las múltiples facetas del personaje.

Y en el tramo final, aparece el Miquel Porter más cercano e íntimo, gracias a la presencia de buena parte de su familia, en especial su hermana Maria y sus seis hijos, quienes hablan de la madre y de la vida cotidiana del matrimonio. Un colofón emotivo para un documental necesario.

El héroe de Mauthausen

Una novela gráfica y una película han coincidido en rescatar del olvido a un héroe: Francesc Boix, el fotógrafo que logró robar miles de negativos a los nazis y el único español que declaró contra ellos en los juicios de Nuremberg, mostrando las fotos de los horrores del campo de exterminio de Mauthausen.

“Tenemos en España y en Catalunya un héroe desconocido, que logró una hazaña que muy poca gente hubiera conseguido, robar unos negativos a los nazis, comprometedores para ellos, y después denunciarles y hacerles caer delante de la justicia”. Ese héroe se llamaba Francesc Boix. Así lo retrata Alfred Pérez Fargas, coguionista de la película ‘El fotógrafo de Mauthausen’, recién estrenada, dirigida por Mar Targarona y con Mario Casas como protagonista. Fue un “rebelde valiente”, como lo define Salva Rubio, guionista de un cómic previo que tiene el mismo título.

Francesc, Francisco, Franz o François Boix, según el idioma en que le llamaban, nació en Barcelona en el año 1920. Joven inquieto, de ideología comunista, se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas de Catalunya, rama juvenil del PSUC. Amante de la fotografía, al estallar la guerra civil fue reportero gráfico de la revista ‘Juliol’ y durante el año 1938 combatió con el Ejército republicano en el frente de Aragón.

Derrotados por el Ejército franquista, los supervivientes de su compañía pasaron a Francia en febrero de 1939. Boix y otros muchos compañeros fueron internados en campos de refugiados y, más tarde, integrados en el Ejército francés. En mayo de 1940, junto con otros muchos compatriotas, fue hecho prisionero por los alemanes, que acaban de invadir Francia. A principios de 1941, tras pasar por otro campo de prisioneros, fue enviado a Mauthausen, un campo de concentración situado en Austria, donde hubo más de 8.000 españoles internados. Sobrevivieron sólo menos de la tercera parte.

En realidad, Mauthausen-Gusen fue el nombre de un complejo de cuatro subcampos situados junto a esas dos pequeñas localidades austriacas, que los nazis levantaron junto a unas canteras de la zona, y en donde encarcelaban en condiciones infrahumanas a sus enemigos desde el año 1938. Estos presos eran utilizados como mano de obra barata, tratados como esclavos, humillados, castigados, maltratados y asesinados de diferentes maneras, como explica el cómic de Salva Rubio, que incluye una impresionante documentación adicional en su parte final.

Francesc Boix se integró pronto en una organización clandestina de presos que le proporcionó un trabajo de confianza en el laboratorio fotográfico del campo. Junto con sus compañeros, logró ocultar miles de negativos que mostraban la realidad de Mauthausen: cientos de muertes, muchas de ellas camufladas como suicidios, y la presencia de altos cargos nazis en el lugar.

Precisamente el testimonio de Boix, en 1946, ante el Tribunal Internacional de Núremberg, durante los juicios contra criminales de guerra nazis, permitió condenar a algunos de ellos, como Ernst Kaltenbrunner y Albert Speer. Durante su declaración pudieron verse algunas de las fotos que, con la ayuda de otros prisioneros, había logrado ocultar de la destrucción.

Simpático, siempre sonriente y con un pose de seductor hacia las chicas que se ponían al alcance de su objetivo, Francesc Boix sería considerado un héroe en cualquier país normal. Pero su situación tras la liberación no fue fácil: los comunistas rusos no se fiaban de los supervivientes españoles del Holocausto y regresar a España era imposible, en pleno franquismo. Así que el joven fotógrafo se quedó a vivir en Francia, donde pudo ejercer de reportero gráfico para publicaciones próximas al Partido Comunista, como ‘L’Humanité’. Pero Boix moriría joven, un mes antes de cumplir 31 años, posiblemente a causa de una tuberculosis contraída en Mauthausen.

Cronológicamente, el cómic con guion de Salva Rubio, dibujos de Pedro J. Colombo y color de Aintzane Landa (vídeo ‘making of’ ), nació antes que la película de Mario Casas y tiene su origen también en un libro escrito por Benito Bermejo hace 16 años. Bermejo, guionista, escritor e historiador, fue quien desenmascaró en el 2005 a Enric Marco, un impostor que fue presidente de la asociación de deportados de Mathausen sin haberlo sido.

Bermejo fue quien efectuó la investigación histórica y el guion del excelente documental sobre el tema ‘Francisco Boix, un fotógrafo en el infierno’ (2000), dirigido por Llorenç Soler y con la voz de Pepe Sacristán como narrador, que estuvo nominado a los Emmy.

Luego, con todo el material recopilado, escribió el libro ‘El fotógrafo de Mauthausen’, que RBA editó en el año 2002. En el 2015, al publicarse una nueva y más amplia versión del texto, titulada ‘El fotógrafo del horror. La historia de Francisco Boix y las fotos robadas a los SS de Mauthausen’, la historia tuvo una mayor repercusión y propició tanto la traducción de la novela gráfica como la película que acaba de estrenarse.

Traducción, porque el cómic se editó antes en Bélgica que en España. Y es que el guion de Salva Rubio es previo. Este joven escritor y guionista madrileño, que acaba de cumplir los 40 y trabajó de librero para mantenerse mientras estudiaba Historia del Arte y Guion de Cine, se interesó en Francesc Boix al publicarse el texto de Bermejo.

“Cuando descubrí la historia de ese hombre, me apunté su historia y pensé que, si algún día podía, querría contarla y la transformaría en guion de cine. A partir del año 2007 llevé la idea a varias productoras, que fueron muy receptivas. Pero llegó la crisis, y hacer una película tan cara se convirtió en algo prácticamente imposible. Así que cambié de plan: si no podía hacer la historia en cine, la haré en cómic”.

“Hice un dosier con el argumento y un estudio de personajes bastante completo. Como sabes, en España no se puede vivir del cómic, así que me fui a Bélgica y presenté la historia a la editorial De Lombard, una de las especializadas en estos temas. Les gustó mucho la idea y me dijeron que buscara un dibujante. Busqué uno, que fue Pedro J. Colombo, que me gustaba mucho. El editor dio luz verde al libro y tiramos para adelante. Eso fue en el 2011”, añade Rubio. Pero una novela gráfica lleva su tiempo, y la primera edición en De Lombard fue en el año 2017, mientras que en España, Norma Editorial la ha publicado en este 2018.

Para Rubio, “Francesc Boix fue un rebelde y un valiente. Lo que hizo, en el contexto que lo hizo, fue extremadamente peligroso y muy arriesgado. Por la posición que tenía en el campo de Mauthausen, en el laboratorio fotográfico, su vida no corría peligro inmediato. Era un preso de confianza que podía no haber hecho nada y, quizá, podía haber salvado la vida sin haber hecho nada. Pero meterse en esa aventura de robar aquellas fotos le podía haber costado la vida, a él y a otros presos”.

No menos largo ha sido el proceso que ha culminado con el reciente estreno de la película ‘El fotógrafo de Mauthausen’ (2018), dirigida por Mar Targarona, con Mario Casas como protagonista, y que ha recibido buenas críticas.

Fue Alfred Pérez Fargas, coguionista junto con Roger Danès de telefilmes como ‘Jo, Ramon Llull’, ’13 dies d’octubre’, ‘L’últim ball de Carmen Amaya’ y la miniserie ‘Carta a Eva’, quien supo de la existencia del personaje a partir de una noticia en televisión y “unas fotos de la guerra civil y el historión de Francesc Boix”. Se sintió interesado, habló con su amigo Danès y empezaron a investigar.

“Era un filón del que no se había hablado mucho. Existía el documental de Llorenç Soler y el libro de Benito Bermejo, que es la biblia del tema. Pero poco más. Si hubiéramos estado en Hollywood, ya se habría hecho una trilogía sobre el personaje. Le presentamos la idea a Mar Targarona, a quien habíamos conocido en el Festival de Sitges. La idea le encantó y empezamos a tirar millas”.

“El hecho de que fuera militante comunista le ayudó, porque allí dentro los miembros del partido montaron un tinglado para poder sobrevivir. En la peli, nosotros le hemos colocado como jefe del comando que robó los negativos, pero evidentemente fue una tarea colectiva. Pero eso también tuvo sus consecuencias, porque al acabar la güera, el partido comunista de Stalin les consideró unos traidores. De hecho, las fotografías no las quería nadie. Boix las intentó colocar y no se las publicó nadie”.

La diferencia principal entre película y cómic es que la primera se centra en la estancia de Boix en el campo de exterminio, mientras que el cómic abarca un tiempo más largo, desde su juventud hasta poco tiempo antes de su muerte. La novela gráfica, además, incorpora como compañeros de Boix a personajes de ficción, para evitar especular con lo que hicieron o no los otros presos reales de Mauthausen y de los que no hay tantos detalles.

Tanto Pérez Fargas como Rubio fueron a visitar el campo de exterminio. El primero recuerda haberlo hecho en febrero, en la misma época en la que entró Boix y otros españoles: “Es superimpactante, fantasmagórico. Había niebla, nieve, hacía frío. Es impresionante. Yo salí enfermo. Es una tema que me ha marcado, que me ha afectado mucho”. Y Rubio reafirma una idea común a ambos: “Que esta historia haga que nadie olvide lo que pasó; las historias que no se cuentan, mueren”.

Nota: Este texto se ha publicado inicialmente en la RevistaXQ, de la Fundación Periodismo Plural.

Ignacio Martínez de Pisón

Hace unos días, la Fundació Periodisme Plural, y más en concreto su responsable, Josep Carles Rius, me invitó a escribir en la web de Catalunya Plural de vez en cuando. Es una colaboración altruista que he iniciado con esta entrevista al escritor Ignacio Martínez de Pisón, con quien hemos hablado de la magnífica serie ‘El día de mañana’ (Movistar Plus), basada en su novela homónima.

Estrenada en medio del Mundial de Fútbol por Movistar+, la miniserie ‘El día de mañana’ se ha ganado, sin demasiada publicidad, el fervor de la crítica y, en menor medida, de un público cada vez más diversificado. Dirigida por Mariano Barroso a partir de un guion escrito por Alejandro Hernández y basado en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón, la ficción narra la vida y milagros de un chaval de pueblo que llega a Barcelona a mediados de los años 60 acompañado de su madre enferma. Sus relaciones, especialmente con una joven y un inspector de policía, así como con diversos miembros de la burguesía catalana y la ultraderecha durante la Transición, retratan a un personaje que es mucho más que el chivato al que le reducen algunas sinopsis. El magnífico elenco de actores viene encabezado por Oriol Pla, Aura Garrido, Jesús Carroza y Karra Elejalde, entre otros.

He acudido a la biblioteca de mi barrio y no quedan ejemplares de ‘El día de mañana’.

¡No me diga!

He tenido que apuntarme a una lista de espera. Le confieso también que he intentado mirar si había alguna forma de leerlo por internet.

Ya, ya sé que hay webs piratas donde aparecen mis libros.

No se crea. Están cerrando muchas. Solo he visto un fragmento de su libro en un sitio. Pero ha sido más fácil: la novela está a la venta en la mayoría de librerías digitales y a un precio razonable.

Menos mal. Ya estoy acostumbrado a recibir alertas digitales sobre el tema.

Volvamos a ‘El día de mañana’, si le parece. ¿Ha visto la serie?

Sí, sí, claro.

¿Y qué le parece?

Yo creo que han construido una buena historia, que tiene ritmo, que los personajes funcionan, mantienen su complejidad. A veces te caen mal y a veces te caen bien, pero siempre te interesan..

Teniendo en cuenta su experiencia previa (‘Carreteras secundarias’, ‘Las 13 rosas’, ‘Chico & Rita’), por qué no ha participado en el guion de la serie?

Cuando me contactaron los productores Fernando Bovaira y Guillem Vidal-Folch, yo estaba liado con otras historias y ni me propuse yo ni me propusieron ellos redactar el guion. Además, cuando me dijeron que tenían a Mariano Barroso y que el guionista era Alejandro Hernández, no tuve dudas. Es un escritor cubano que lleva ya tiempo en España y que ya había hecho con Barroso ‘Todas las mujeres’. También ha escrito ‘Caníbal’ y ha adaptado la novela de Javier Cercas ‘El autor’. No le conozco personalmente, pero por lo que he visto es un muy buen profesional. El mérito de que la serie funcione es que el guion está muy bien construido.

¿Cree que han respetado el espíritu de su novela?

Yo no hablaría tanto de respetarla, sino de que han hecho suya la historia. Algunas de las tramas las han suprimido, porque no cabían, y otras las han modificado y enriquecido, porque era necesario tener dos hilos narrativos fuertes. Y lo han conseguido a través de la relación de Justo Gil con la chica, Carme Román, y con el policía, Mateo Moreno. En la novela son muchas las personas que hablan y que, al mismo tiempo que explican sus vidas, están contando la historia de ese que nunca habla, que es Justo. Es una visión plural con muchas perspectivas sobre el personaje. En la serie han tenido que reducirlas a una perspectiva central. Pero han logrado sacar de una novela bastante desperdigada dos hilos narrativos centrales que se siguen muy bien. Yo creo que es un guion estupendo.

Volviendo a la novela, ¿cual es su origen?

Aunque la novela la publiqué en el 2012, yo ya tenía antes en la cabeza contar algo sobre la Brigada Político Social (BPS) desde el punto de vista policial. Existen muchos libros de personas que fueron torturadas por [el comisario Antonio Juan] Creix y su gente en la Via Laietana [sede de la Jefatura Superior de Policía, en Barcelona] o por policías de la Puerta del Sol, en Madrid. Me faltaba el punto de vista de esta otra gente. A través de Pedro Costa me puse en contacto con Xavier Vinader y este me facilitó el contacto con un policía jubilado de la BPS, que fue quien me contó cómo eran las cosas en Via Laietana en los años 60. Eso era lo que me interesaba, porque nadie de esa brigada te explicará abiertamente todo lo que hicieron. Ese hombre, que vivía en Murcia, y al que vi varias veces y hablé luego mucho por teléfono, me ayudó mucho. Así, junto al testimonio que nunca ha faltado de gente que fue torturada durante el franquismo, pude incorporar este personaje de Mateo Moreno, que interpreta Jesús Carroza.

¿Qué le contó ese policía?

Que a partir de 1968, cuando Creix fue destinado al País Vasco, después del asesinato de Melitón Manzanas, y aquí –según esa fuente que yo tenía- la cosa se suavizó un poco. Y aunque seguía habiendo malos tratos, la represión parece que no era fue fuerte como los años previos. Pero bueno, él me contaba algunas cosas que demuestran que el respeto hacia el ser humano era mínimo o nulo.

¿Recuerda alguna anécdota en especial?

Me acuerdo de una historia que yo metí en la novela y en la serie sale un poco cambiada: cómo hacen desaparecer un cadáver en El Garraf. Me contó que había una manifestación contra la guerra de Vietnam cerca del Consulado Norteamericano y que estaba tomando algo en un bar. Cuando salió, chocó contra un manifestante, y a este se le cayeron unas octavillas que llevaba ocultas. Total, que le detuvo, le llevó a Via Laietana, le esposó a un radiador y volvió a salir de Jefatura para vigilar la manifestación. Cuando volvió, al cabo de un par de horas, se encontró con que el chico se había muerto. Como no habían hablado con él, nadie sabía quién era, no sabían si era español o extranjero, y no llevaba documentación, pues decidieron despachar el cadáver por un acantilado del Garraf. Y por allí deben estar aún sus huesos. Quizá fuera cierto lo que decía: que empezaban a suavizarse las cosas, ya no que estaba Creix. Y probablemente se olían que se estaba acercando un cambio en España. Pero, al mismo tiempo, seguían comportándose como la policía de una dictadura.

En la novela, el protagonista, Justo Gil, sale peor parado que en la serie…

La historia de Justo es la de un tío que se degrada moralmente desde el momento en que se ofrece a hacer de confidente, porque una cosa es comerciar con objetos y otra, hacerlo con las personas que le rodean. El único objetivo de cada amistad que tiene es vendérsela a la policía. Y lo que logra la serie es que el tipo te caiga bien aunque sepas que las cosas que hace están mal. En la novela, en cambio, no necesariamente se produce esa identificación y hay momentos en que detestamos al personaje.

¿Justo reacciona así porque previamente le han maltratado?

Él en el fondo cree que los méritos que hace le pueden abrir camino. Y lo que estamos viendo es que estamos en una España donde los méritos no te abren ninguna puerta. El chico al que conoce y que es hijo de un empresario franquista ese sí que tiene todas las puertas abiertas. Pero él, que viene de un pueblecito aragonés, con una madre enferma a cuestas, él será quien reciba todas las tortas. Además también tiene una visión muy mercantilista de la vida que, en cierto momento, traspasa una barrera moral: pasa de vender productos por catálogo a vender a sus amigos y a las personas que te rodean. Y, además, a la policía, en una dictadura, donde las informaciones afectan a gente que están ejerciendo lo que ahora son derechos, pero que en aquella época eran delitos y eran perseguidos.

¿Qué opina del actor que lo interpreta?

Oriol Pla lo hace muy bien. Es muy buen actor. El personaje está muy bien construido. Han conseguido darle muchos matices y complejidad, y él los capta y los expresa muy bien. Y tiene la complicidad del espectador, que se identifica con él aún sabiendo que las cosas le van a ir mal.

En la década que acontece la trama, se ve cómo se pasa de la dictadura a una democracia incipiente.

Y el inicio de un antifranquismo que empezó a sacudir las conciencias a partir del Proceso de Burgos, en 1970. Estamos hablando de que aún le quedan cinco años de vida a Francisco Franco, pero que van a ser muy duros y de gran regresión, precisamente porque empieza a haber una mayor organización obrera y estudiantil. Por eso, el régimen, que en apariencia pretendía hacer un esfuerzo aperturista, se bunqueriza y se protege mucho más. Lo cual es realmente llamativo, porque si en los años 60 había habido pocas condenas a muerte, en cambio, en los últimos años de Franco hay un rebrote violento y empieza a haber muchas más y culminan en 1975 cuando matan a cinco activistas solo unos meses antes de la muerte del dictador.

La novela acaba casi con la legalización del Partido Comunista.

Un poco más tarde, en la época en que la ultraderecha era muy fuerte en Barcelona, cuando pusieron la bomba en ‘El Papus’ [septiembre de 1977].

Los primeros años de la Transición…

Sí, una época, y siempre se ha dicho y creo que es verdad, en la que desde Gobierno Civil se alentaban esas actividades. Y una parte de ese terrorismo y activismo de la ultraderecha estaba protegido o auspiciado por la Policía, como forma de contratacar y hacer frente al activismo revolucionario, de izquierdas. Ese terrorismo ultra gozaba de cierta protección, como me dio a entender Xavier Vinader. No sé si sabes que Vinader llegó a tener un carnet de Fuerza Nueva para colarse en la reuniones de aquel grupo, a las que acudían policías. Al principio, cuando aún no era muy conocido, se colaba en todas partes. Luego tuvo que marcharse para evitar que le encarcelaran por aquellos reportajes de Interviu. Más adelante, a la Policía ya no le interesó proteger a esa gente, cerró el grifo y ahí se acabaron los atentados de ultraderecha.

De hecho, el personaje de Mateo Moreno acaba saliéndose de la policía, montando un bar y en el PSOE…

Es que pertenece a ese grupo de policías que no tienen ideología, que igual trabajan para el Régimen de Franco que para el partido que gobierne en la democracia. Ellos trabajan para el Estado, con sumisión al poder, que en un momento dado es una dictadura y luego una democracia, con Martín Villa y luego con Felipe González. No tienen ideología, pero tampoco escrúpulos… En efecto: si tienen que zurrar en nombre de la dictadura, zurran, y si tienen que hacerlo en el de la democracia, también.

Pero eso también pasa con los Mossos, que el 15-M desalojaron a los indignados de la plaza de Catalunya…

Hicieron lo que les dijera el ‘conseller’ de turno. Si les ordena evacuar la plaza de Catalunya, la evacúan, claro.

¿Ve usted algún paralelismo entre la situación actual y la que acontece en la novela y la serie?

Aunque nos parezca que estos momentos son muy convulsos, y el otoño pasado nos pareciera muy caliente, hay que tener un poco de memoria para recordar lo convulsos que eran los años posteriores a la muerte de Franco. Realmente allí había muertos en las manifestaciones, había mucha violencia, existía la sensación de que en cualquier momento los militares podían, como de hecho lo intentaron en 1981, volver a tomar el timón de la situación. En aquellos momentos, el terrorismo, de diferentes signos, mataba a cientos de personas cada año. Nos hemos acomodado en una realidad tan confortable, como es la de la democracia y la Unión Europea, que ya nos hemos olvidado de lo agitados y convulsos que fueron los años de la Transición. Moría mucha gente y las manifestaciones y la represión eran muy duras, y la tortura seguía existiendo durante mucho tiempo en los calabozos. Y las condiciones de los presos en las cárceles eran terroríficas. Por eso, cualquier paralelismo es siempre forzado, porque las circunstancias son muy diferentes.

¿Cómo vive un escritor como usted, que escribe en castellano, en esta sociedad que prima tanto a los autores en catalán?

La sociedad catalana sabe que tiene un patrimonio tremendo con la lengua y la literatura castellana y creo nadie en sus cabales va a renunciar a eso. Habría que ser muy fanático para renunciar a esa otra parte que es muy enriquecedora. Sería absurdo. Es cierto, por otro lado, que existe una ultraprotección de lo catalán que hace que los escritores en castellano pues estemos un poco ‘marginados’… vamos, que no tengamos la protección que tienen los otros. Tampoco es que me parezca mal: la obligación de las autoridades de aquí es proteger esa cultura, que es más débil.

¿Apoya usted esas políticas proteccionistas?

Desde un punto de vista estrictamente cultural, me parece bien que se apoye la literatura y el cine en catalán, porque tienen que existir y, además, porque se están haciendo cosas muy buenas. No ha habido un momento tan bueno del cine en catalán como ahora. Y lo mismo pasa con la literatura en catalán, donde varias generaciones de autores en catalán conviven y escriben buenos libros. Y al final, en definitiva, ese apoyo está muy bien. Lo que pasa es que a veces ese apoyo se ha politizado y parece como si, a cambio de ese apoyo, a esos autores se les hubiera pedido una lealtad a una cierta idea, al procés o a lo que sea.

¿Saldremos del callejón político actual?

Yo creo que sí. Hemos tenido mucha suerte con esta extraña jugada de Pedro Sánchez que, creo, va a tranquilizar bastante las cosas. Espero que ni Puigdemont ni Torra vayan a bunquerizarse. La sociedad está deseando que las cosas se arreglen. Hemos vivido con gran tensión estos últimos meses, pero se ha de recordar que no ha habido ningún muerto, ningún estallido de violencia. No ha habido grandes heridas que no se puedan cicatrizar. La sociedad está deseando tranquilidad. Cuando una revolución funciona, lo hace porque las cosas están muy mal, porque la gente de muere de hambre, porque hay una opresión muy seria. Las revoluciones las protagonizan gente desesperada y yo creo que ahora no hay tanta gente desesperada en Catalunya. Vivimos en un estado de derecho y en uno de los núcleos más prósperos de la Unión Europea.

Una Colombia diferente

TRAILER JERICO from COMPACTO.coop on Vimeo.

Tengo algunos amigos colombianos, como el escritor Mauricio Bernal, uno de los mejores periodistas de El Periódico, que me hacen recordar que Colombia es mucho más que ‘Narcos’ (realidad, películas y Netflix).
Un ejemplo es este premiado documental de Catalina Mesa, que no encuentra acomodo para ser visto en nuestras pantallas.
Una pena. De ahí, que Aritz Cirbián y su equipo de Compacto, junto con Verkami, se hayan propuesto ofrecer a quien desee verlo hacer una microaportación.
Viene a ser como pagar la entrada o el DVD por anticipado para disfrutar la película después, al tiempo que echas una mano a sus autores. O como ellos lo explican mejor:
«Colaborando con el proyecto no sólo nos ayudas a volar más lejos y poder exhibir esta joya documental, también puedes conseguir un buen número de recompensas y ayudar a la comunidad local de Jericó».

10 películas que deberías ver sobre Venecia

Aquí tenéis mis diez películas imprescindibles que deberíais ver antes de visitar Venecia o después de haberlo hecho, si antes no tuvisteis tiempo.
Recordad que todas las anécdotas y lugares los podéis encontrar en mi libro ‘Venecia de cine‘.

1. ‘Senso‘ (1954), el melodrama de Lucino Visconti, con Alida Valli y Farley Granger.
2. ‘Locuras de verano‘ (1955), la comedia romántica de David Lean, con Katharine Hepburn y Rossano Brazzi.
3. ‘Anónimo veneciano‘ (1970), el drama romántico de Enrico Maria Salerno, con Tony Musante y Florinda Bolkan.
4. ‘Muerte en Venecia‘ (1971), el drama homosexual de Lucino Visconti, con Dirk Bogarde.
5. ‘Amenaza en la sombra‘ (1973), el terror psicológico de Nicolas Roeg, con Donald Sutherland y Julie Christie.
6. ‘Moonraker‘ (1979), las aventuras de James Bond en góndola, de Lewis Gilbert, con Roger Moore y Lois Chiles (o ‘Casino Royale‘, si prefieren otro 007)
7. ‘El placer de los extraños‘ (1990), el drama psicológico de Paul Schrader, con Rupert Everett y Natasha Richardson.
8. ‘Todos dicen I love you‘ (1996), el humor del tímido de Woody Allen en pos de la bella Julia Roberts, corriendo por la ciudad.
9. ‘Pan y tulipanes‘ (1999), la magia cotidiana de Silvio Soldini, con la maravillosa Licia Maglieta y el ajustado Bruno Ganz.
10. ‘The tourist‘ (2010), de Florian Henckel von Donnersmarck, la última de las grandes superproducciones rodada casi íntegramente en la ciudad italiana, con Johnny Depp y Angelina Jolie paseando por sus canales.

El documental de creación

El martes 24 acudí a una mesa redonda sobre Las fronteras del documental, en la sede de la Filmoteca de Catalunya. Los ponentes eran muy interesantes: Mercedes Álvarez, Neus Ballús, Carles Bosch y Albert Solé, con Jordi Balló como moderador. Este último es el impulsor del Máster en Documental de Creación de la Universitat Pompeu Fabra.
El coloquio se enmarcaba en unas jornadas que la Filmoteca catalana dedica a Joaquim Jordà, fallecido hace 10 años.

En el debate se vio pronto la existencia de dos corrientes básicas: una, procedente de una base periodística, a la que pertenecen tanto Bosch como Solé, y otra, más experimental, más cercana a la realidad ficcionada o ficción con base documental, defendida por Álvarez y Ballús.

Sus propios trabajos evidencian esas diferencias: mientras el primero procede del reporterismo televisivo y es el autor de la excelente ‘Balseros‘, candidata al Goya y al Oscar, y el segundo recuperó la figura del gran Jordi Solé Tura, su padre, en ‘Bucarest, la memoria perdida‘, que ganó el Goya y el Gaudí, en el 2009; Ballús ganó el Gaudí con ‘La plaga‘, y Álvarez, varios premios con ‘El cielo gira‘.

Los cuatro invitados se mostraron totalmente diferentes entre sí. Así, Solé incidía, y mucho en que escribe, produce y rueda con la idea del público en la cabeza.
A su vez, Ballús apostaba por el atrevimiento formal y explicó cómo su filme, ‘La plaga’, fue mejor aceptado como ficción en numerosos festivales normales que en certámenes específicamente dedicados al documental.

Bosch se mostró ligeramente ofendido por el hecho de que sus documentales no entren en la categoría de «creación» para Balló y la UPF: «Nosotros nos hemos partido el coco en ser creativos. Puedo seguir siendo periodista y creativo», afirmó. E incidió en la falta de libertad actual: «Éramos mas libres en 1984, cuando hacíamos el 30 minuts en TV-3, que ahora».
Balló se defendió alabando la ruptura creativa que supuso, por ejemplo, el reportaje en primera persona que Carles Bosch realizó en Checoslovaquia, justo durante la caída del Muro de Berlín.
Mercedes Alvarez quiso alejar el documental-reportaje del de creación: «Una cosa es la información y otra el cine; este aporta otra concepción, transmite emociones; hay una secuenciación. Los cambios, en el cine, provienen desde el lado artesanal, de la experimentación», afirmó. «Es la necesidad de libertad de discurso, de estar en la frontera, de romper con la forma».

Evidentemente, películas que han marcado hitos del documental de autor (he aquí una denominación quizá mejor que la de creación) como ‘El sol del membrillo’, de Víctor Erice; ‘Innisfree’, de José Luis Guerín, y ‘Monas como la Becky’, del añorado Joaquim Jordà fueron ampliamente citados.
Un respetuoso debate que, lógicamente, no se acabó al finalizar el coloquio.

Aritz, en ‘Variety’

Me llega un mensajito desde Cannes: «Echa una ojeada a este ‘link‘.»
El enlace en cuestión me lleva a la imagen que estáis viendo: «10 Talents To Watch In Spanish Cinema».
Sí, sí, ahí están los diez jóvenes talentos del cine español a vigilar, a tener en cuenta.
Y en segundo lugar, estrictamente en orden alfabético, Aritz Cirbián es uno de esos diez, para Emilio Mayorga, el corresponsal de la famosa revista Variety.
La lista entera es esta: Eduardo Casanova, Aritz Cirbián, Mayi Gutiérrez Cobo, Laia Costa, Leticia Dolera, Irene Escolar, Belén Funes, Juanjo Giménez, Jose Luis Montesinos y Clara Roquet.
Por lo que veo, sólo otra chica y él son del ramo de la producción. ¡Uau!
Salto de alegría y empiezo a enviar el enlace a los amigos.
Toca abrir una segunda caja de baberos…

Micromecenas de ‘Metamorphosis’

Es domingo y me he decidido a aportar una pequeña cantidad en calidad de micromecenas de ‘Metamorphosis‘, que ya ha sido seleccionado para participar en el Festival de Cine de Málaga y en el Docs Barcelona.
Diréis que para qué quieren la pasta. Muy fácil: «Aunque está prácticamente acabada, si esta película no llega a la gente, el trabajo hecho será en balde». Nuestras aportaciones son para hacerlo posible.
De hecho, cada día hay más películas americanas que pasan por las salas y copan las proyecciones. Ver otro tipo de cine es posible, si logra nuestro apoyo.
El documental ‘Metamorphosis’ está dirigido por Manuel Pérez, el realizador de la interesante película ‘Frontera‘ (podéis ver la ficha en Filmaffinity, por ejemplo), y retrata la construcción de la candidatura ciudadana de Barcelona en Comú desde abajo, a través de Laia, una de las personas que se integraron en la candidatura barcelonesa.
En ese sentido, se aleja del retrato de Ada Colau Ballano, que es la protagonista de otro documental, para ser un retrato de la gente que empuja desde abajo. Eso es lo que más me ha interesado a la hora de aportar unos euros al ‪#‎crowdfunding‬ del equipo, en cuya producción aparece Mikel Mas, que ya había estado en la citada ‘Frontera’, y mi hijo, Aritz Cirbián.
Los tres son los productores de la película, o sea, los que arriesgan su dinero, aunque los mecenas les echemos una mano.
Yo lo he hecho de forma humilde. Quien pueda y quiera más, aquí tenéis el enlace de Verkami para clicar, leer y quizá aportar.

 


 
Anexo del día 17
Por los pelos, pero el equipo de ‘Metamorphosis’ lo ha logrado en las últimas horas de crowdfunding‬: 12.850€ logrados sobre los 12.000€ necesarios para hacer más visible este documental.
Enhorabuena.

El camino más largo

Este lunes, día habitualmente horroroso, por aquello de volver al curro (y aquí soy aún afortunado de tenerlo), es especialmente feliz para mi, como padre.
Mi hijo, Aritz Cirbián, forma parte del equipo que ha sacado adelante el filme que acaba de ganar el premio Gaudí a la mejor película catalana del 2015.
Su título, ‘El camino más largo para volver a casa’, es también una metáfora de lo que ha costado realizar esta pequeña obra independiente, en la que ha trabajado mucha gente a lo largo de muchos meses y en cuya financiación también han participado cientos de micromecenas.
En el enlace de la gala emitida por TV-3, podéis ver el discurso de Sergi Pérez y de Aritz Cirbián, hacia el minuto 18 de la segunda hora.
En este enlace de Fotogramas podéis leer una entrevista con el director, Sergi Pérez.
Y en este otro, de Jot Down, un análisis muy interesante del filme.

¿Vienes o te quedas?

Cuando envié la imagen que encabeza esta entrada como felicitación de Navidad, una amiga mía, Asunción, me respondió con una descripción estupenda de la foto:

Una novia en el embarcadero se dispone a abordar la góndola.

Una última mirada al hombre que queda en tierra.

¿Vienes o te quedas? ¿Finalmente empezará el año acompañada?

 

Como soy un romántico, contesté que sí, que se quedaba con el chico y empezará el año con él.

 

Y pensé que era bueno añadir aquí, en esta entrada del blog, toda la serie, y que la disfrutéis.

Indiana Jones en Venecia

Como acabo de encontrar en internet a un fan de como yo de escenarios de películas y estamos en las fechas indicadas, os dejo aquí este regalito de Navidad: un fragmento del capítulo que he dedicado a Indiana Jones en mi libro Venecia de cine y el vídeo de Youtube que lo describe.

Quizá recordaréis que Indiana Jones y su amigo Marcus toman un avión hacia Venecia en busca del padre de nuestro héroe, Henry Jones. Ambos toman un vaporetto del que desembarcan junto a la Basílica de Santa Maria della Salute y allí se encuentran con la doctora Elsa Schneider.

Los tres se adentran en el barrio de Dorsoduro y caminan por la Fondamenta Gherardini, cruzan el Ponte dei Pugni y continúan por la otra parte del mismo muelle hasta llegar al Campo San Barnaba.

Elsa Schneider quiere enseñarles a Indiana y a Marcus la biblioteca donde Henry desapareció mientras buscaba pistas del Santo Grial en la sección de mapas de la ciudad. La imponente fachada de la iglesia de San Barnaba, con la torre de ladrillo detrás de esa biblioteca de ficción.

En efecto, San Barnaba ya no es una iglesia, sino que ejerce la función de sala de exposiciones, con una muestra permanente dedicada a las máquinas de Leonardo da Vinci.

Tras una serie de peripecias en su interior (tumbas, fuego, agua y ratas), Elsa e Indiana logran escapar a través de una alcantarilla, que abren en medio de las mesas de un café de la plaza y salen corriendo, perseguidos por los defensores de la Hermandad de la Espada Cruciforme.

Digamos que el Campo San Barnaba también ha sido el escenario de otras muchas películas, en especial de Locuras de verano, de la que hay también otro capítulo en el libro y que podéis hojear íntegramente y comprarlo, si os apetece, en la web de la editorial Ecos. También lo tenéis en Amazon, El Corte Inglés, La Casa del Libro, Fnac, Apple y Google Play.

Elsa e Indy aparecen junto a la Calle de Santa Lucia y los muelles industriales de Venecia, deonde se inician las escenas de una persecución en lanchas por unos canales. Ah… pero el viajero no encontrará esta localización: la verdadera calle de Santa Lucia desemboca en el Rio Terà Lista di Spagna y la Ferrovia. En cambio, en la ficción de Indiana Jones y la última cruzada, esa escena fue rodada en los citados estudios Elstree, días antes, en Inglaterra.

Después de la pelea entre Indy y Kazim, con la gran hélice de un barco detrás de ambos destrozando una de las barcas, la otra motora vuelve hacia el centro tras pasar frente a algunas localizaciones venecianas reales, como el Canal Lavraneri, un lugar situado en la parte trasera Sacca Fisola, una zona tan alejadas que prácticamente no la pisan nunca los turistas. Una vez en el canal de la Giudecca, la barca se desliza frente al hotel Hilton Molino Stucky Venice, que ocupa el imponente edificio de una antigua firma harinera.

La escena finaliza en el Gran Canal, a la altura del Puente de la Accademia. Detrás de los dos hombres, que hablan del Grial, van desfilando lentamente las fachadas de algunos de los palacios de ambos lados, como el Palazzo Venier dei Leoni, que alberga la Colección Peggy Gugenheim, y la bonita fachada del Palazzo Barbarigo. Finalmente, Indy deja desembarcar a Kazim en el muelle del Palazzo Barbaro, donde le explica que su padre está retenido por los nazis en un castillo fronterizo entre Austria y Alemania.

La mejor forma de admirar esos palacetes al borde del Gran Canal es, lógicamente, en una embarcación: la más barata, el vaporetto. También se puede acceder a los muelles más cercanos para observar los edificios desde la orilla contraria. Por ejemplo, el más cercano al último lugar es el Ponte dell’Accademia, mientras que la mejor perspectiva del Guggenheim puede ser desde justo enfrente, en la Fondamente del Traghetto de San Maurizio, muelle al que se puede llegar a través de la Calle Dose da Ponte, no muy lejos de la Piazza San Marco.

Más cine por favor

Es lunes y faltan pocas horas para que se den a conocer las nominaciones a los premios Goya de este año, entregables dentro de un par de meses.
Gente a la que quiero ha depositado buena parte de su esfuerzo e ilusiones en ello.

Mientras esperamos, escucho la canción de Luis Eduardo Aute, esa Cine, cine, cuya letra os dejo aquí abajo y cuyos enlaces os llevarán a informaciones que marcaron mis inicios de cinéfilo.

Recuerdo bien aquellos cuatrocientos golpes de Truffaut y el travelling con el pequeño desertor, Antoine Doinel, playa a través, buscando un mar que parecía más un paredón.
Y el happy-end que la censura travestida en voz en off sobrepusiera al pesimismo del autor, nos hizo ver que un mundo cruel se salva con una homilía fuera del guion.
Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.
Al fin llegó el día tan temido más allá del mar, previsto por los grises de Henri Decae; cuánta razón
tuvo el censor, Antoine Doinel murió en su domicilio conyugal.
Pido perdón por confundir el cine con la realidad, no es fácil olvidar Cahiers du cinéma, Le Mac Mahon, eso pasó, son olas viejas con resacas de la nouvelle vague.
Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.

La gente del cine

Cada vez admiro más a la gente que hace cine, que es capaz de hipotecarse para llevar adelante sus sueños de celuloide (o de lo que sea en que ruedan ahora) y transitar el largo, larguísimo camino que va desde el guión hasta el estreno.
Y la lucha por mantenerse en cartel, en pugna con los ‘blockbusters’ de Hollywood que nos inundan y cuyo presupuesto de publicidad es mayor que el de la producción de una pequeña película independiente.
Y luego, ese perseguir la inclusión en un festival, una nominación a los premios de la Academia del Cine que te dé un empujito más.
No dejéis, amigos, de apoyar nuestro cine. Su esfuerzo precisa de nuestra constancia.

Venecia, un paseo de cine

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A raíz de la publicación de mi libro ‘Venecia de cine’, los colegas de Viajes National Geographic me pidieron un reportaje sobre la capital del Véneto, que publicaron en el número de noviembre de la revista.

Ahora la acaban de colgar en su web en abierto, donde la podéis consultar y disfrutar de las maravillosas imágenes de la ciudad de los canales que acompañan a mi texto y que lo hacen más atractivo. No saben cómo se lo agradezco.

Con su permiso, os dejo aquí también el texto íntegro, pero con alguna de mis propias fotos, para no restarles protagonismo.

Venecia, un paseo de cine

Escapada de fin de semana a la bella ciudad italiana de los canales

Decía Thomas Mann, autor de ‘Muerte en Venecia’, que a la ciudad de los canales hay que llegar por mar, que hacerlo de otra forma es como entrar por la puerta trasera de una casa. Ya no hay barcos de vapor como desde el que Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde, en el cine) descubre la ciudad entre la bruma. Existe, sin embargo, una forma más sencilla para hacer realidad los deseos del escritor: al salir del aeropuerto Marco Polo, es cuestión de abordar el Alilaguna, el ferry que cruza la laguna y permite vislumbrar el perfil de Venecia con los campanarios recortados en el horizonte.

Venecia es una de las ciudades más literarias del mundo, pero también una de las más cinéfilas. Por eso, si no se hace caso a Thomas Mann, se puede optar por el glamur de Hollywood y llegar en tren, como Katharine Hepburn en ‘Locuras de verano’, la película que David Lean dirigió hace justo 60 años y que puso de moda la ciudad como destino romántico.

Tanto si el viajero ya ha visitado otras veces Venecia como si no ha estado nunca, que no dude en imitar a aquella gran actriz: subir a un vaporetto de la línea 1 en la Ferrovia en dirección a San Marcos y, si puede, tomar asiento en la parte delantera de la barcaza, porque disfrutará del placer de deslizarse por la Historia, así en mayúsculas. Estamos en el Gran Canal, la principal arteria de la ciudad, que dibuja un enorme 2 (o una gran S invertida) a lo largo de casi cuatro kilómetros. A este espejo se asoman alrededor de medio centenar de palacios que enseñan sus mejores galas sobre fachadas góticas, barrocas, renacentistas y neoclásicas.

Durante el largo trayecto, el inconfundible autobús acuático pasa bajo tres de los cuatro grandes puentes que unen las dos orillas del canal: el de los Descalzos, el de Rialto y el de la Academia. El cuarto, el de la Constitución, el más moderno y polémico, fue construido por el arquitecto español Santiago Calatrava y enlaza la Piazzale Roma y la estación de tren.

Rialto es el puente más bonito y conocido de todos, y también uno de los ejes de la vida comercial veneciana. Punto de encuentro, de negocios y conspiraciones, es el lugar donde Al Pacino, en su papel del judío Shylock, recibe el escupitajo de Jeremy Irons, el aristocrático Antonio de ‘El mercader de Venecia’ (2004), en la última adaptación para el cine de la obra de Shakespeare. Rodada en pleno invierno por Michael Radford, los especialistas que eran arrojados desde el puente vestían trajes de neopreno bajo los ropajes medievales para aguantar las heladas aguas del Gran Canal.

El mercado de Rialto es una parada obligada. A primera hora de la mañana, los venecianos acuden a comprar pescado y marisco de la laguna, hortalizas de la isla de Sant’Erasmo y setas del Friuli. Las callejas situadas entre el puente y la Fondamenta Riva Olio, en especial el Campo de la Pescaria, acogen las multicolores paradas. El edificio de ladrillo visto y toldos rojos que alberga los puestos de pescado está coronado por una terracita desde la que Johnny Depp se lanza sobre los toldos de los puestos de fruta y verdura para huir de los matones que le persiguen en ‘The tourist’ (2010).

Depp y Angelina Jolie también llegaban en tren a Venecia, pero tras salir por la puerta de la estación de Santa Lucía, abordaban un taxi-motora que los dejaba junto al Danieli, el lujoso hotel situado a pocos metros de la plaza de San Marcos donde suelen alojarse todo tipo de celebridades. Dickens, Balzac, Proust y Wagner durmieron en sus habitaciones y, dicen, que aquí la escritora francesa George Sand vivió sus amores con Alfred de Musset. En todo caso, su espectacular vestíbulo y su restaurante, situado en la terraza y con una panorámica magnífica, merecen una visita.

Cuando el vaporetto llega a la altura de este hotel, tras sobrepasar la dársena del Palacio Ducal, descendemos de la barcaza. Al otro lado de la Piazzeta, después de pasar entre las columnas del León y San Teodoro, nos plantamos en la famosa plaza de San Marcos para admirar la Torre del Reloj y sus autómatas, la fachada bizantina de la Basílica y la Porta della Carta, la entrada principal del Palacio Ducal.

En los días de invierno este conjunto tiene un encanto especial gracias al fenómeno del acqua alta (de mediados de otoño hasta la primavera), cuando las aguas de la laguna inundan de forma pacífica pero inexorable las partes bajas de la ciudad. A primera hora de la mañana, la anegada plaza de San Marcos parece un espejo que refleja las arcadas de las Procuradurías, con las sillas y mesas de los cafés y las palomas revoloteando bajo el Campanile.

Después de haber dedicado todo un día a la Venecia esencial (Rialto, Gran Canal y plaza San Marcos), nos lanzamos a descubrir la otra Venecia, la de las placitas con iglesias y los palacios medio escondidos y asomados a canales angostos. El ‘sestiere’ del Castello, quizá el barrio de sabor más auténtico, se halla un par de paradas de vaporetto más adelante de la Piazzetta.

Cruzando el puente que une la Riva Cà di Dio con la Riva San Biagio, se llega frente a la bella entrada del Arsenal, el cuartel donde la actriz italiana Alida Valli buscaba a su amante Farley Granger en ‘Senso’ (1955), la primera película de Luchino Visconti ambientada en la ciudad, varios años antes de su ‘Muerte en Venecia’ (1972).

Para adentrarnos en el barrio hay que atravesar el puente de la Cadene y seguir la Via Giuseppe Garibaldi, flanqueada por comercios y tabernas tradicionales. Igual que Corto Maltés en la ‘Fábula Veneciana’ dibujada por Hugo Pratt en 1977, seguimos por la Fondamenta Santa Anna y cruzamos el largo puente de madera de Quintavalle para admirar la bonita y poco conocida Basílica de San Pietro di Castello.

El segundo día en Venecia recomiendo empezar frente a la Basílica de Santa Maria della Salute, a la entrada del Gran Canal. A finales de noviembre, precisamente durante la fiesta dedicada a la Virgen de la Salud, se instala un puente provisional para permitir un acceso más directo a la iglesia, dado que el de la Accademia queda algo lejos.

Justo al lado, la Punta della Dogana di Mare regala una increíble vista de la salida del Gran Canal, con la torre del Campanile y el Palacio Ducal emergiendo a la izquierda, y la Basílica de San Giorgio Maggiore al otro lado del amplio canal que separa Venecia de la isla de la Giudecca. Durante la Bienal de Arte –de mayo a finales de noviembre–, algún año en la Punta se han instalado obras, como la escultura del niño que coge una rana de Charles Ray, en 2013.

El museo que alberga la Colección Peggy Guggenheim, imprescindible para los amantes del arte moderno, está a pocos pasos de ahí. En su terraza, Woody Allen filmó escenas de ‘Todos dicen I love you’ (1996). Enamorado de la ciudad, el famoso director neoyorquino se casó en el Palazzo Cavalli, un edificio próximo a Rialto donde se celebran las bodas civiles de la ciudad.

Paseando cerca del Gran Canal por el mismo barrio de Dorsoduro, llegaremos al Campo de San Vio. Esta amplia plaza sirvió como decorado de la terraza de la ficticia Pensione Fiorini, donde se alojaba Katharine Hepburn en ‘Locuras de verano’; un poquito más adelante, en el Campo de San Barnaba, la actriz se caía a las aguas del canal mientras hacía una fotografía.

En esta misma plaza, en la película ‘Indiana Jones y la última cruzada’, Harrison Ford penetraba en la iglesia de San Barnaba en busca de pistas para localizar a su padre (Sean Connery) desaparecido. Unos minutos después salía a través de una alcantarilla situada en medio de la plaza ante la atónita mirada de los turistas. El templo, erigido hacia el siglo VIII, reconstruido en el XVIII y hoy desconsagrado, acoge una exposición permanente de Leonardo da Vinci.

Los callejones que desembocan en el Gran Canal conducen hasta uno de los palacios venecianos más bonitos, Ca’ Rezzonico, que alberga un museo de arte del siglo XVIII. En la orilla opuesta se alza el edificio de mármol blanco del palacio Grassi, el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad, que ocupa una parte del Campo San Samuele. Un tercer palacio imprescindible se halla en esta misma plaza: el de Malipiero, en cuyas salas Giacomo Casanova sedujo a decenas de damas.

De nuevo rumbo a Rialto, cruzamos plazas tan encantadoras como Santa Margherita, San Pantalon y San Tomà hasta salir al Campo San Polo. Este es el corazón del barrio donde vive el comisario Guido Brunetti, el personaje creado por la estadounidense Donna Leon, que reside en Venecia desde hace décadas. Cada mañana el policía sale de su casa y se dirige hasta el puente de Rialto, su lugar preferido para hacer un alto al mediodía y tomarse una copita de vino blanco acompañada de una tapa en algún bar o restaurante de la zona.

Pero Brunetti suele tomar el café al otro lado del puente de Rialto, en el Campo San Bartolomio. Su creadora vive por esa zona, en las cercanías del animado Campo Santa Maria Formosa, no muy lejos del conjunto arquitectónico de la Basílica dei Santi Giovanni e Paolo y la Scuola Grande di San Marco, que alberga el hospital de la ciudad.

Corto Maltés, otro personaje de ficción célebre, también está presente en esta zona. En la calle del Rio Terà dei Birri se encuentra la Casa de Corto Maltese, el museo dedicado al personaje de cómic creado por el dibujante italiano Hugo Pratt.

Estamos a pocas travesías del bonito barrio de Cannaregio, fragmentado por tres canales paralelos y lleno de rincones sugerentes. La plaza del Ghetto judío, la Fondamenta della Misericordia y el Campo de l’Abazia son mis preferidos, aunque muchos venecianos sugerirían seguir la calle de la Corte Vecchia hasta la iglesia de la Madonna dell’Orto, que aparece bellamente retratada en la película ‘Retorno a Brideshead’ (2008), basada en la novela de Evelyn Waugh de 1945. Un final de película para este paseo por la Venecia más literaria y cinematográfica.

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