Mi amigo Jordi A. me ha echado en cara que mi anterior artículo parecía un parte de guerra. Y mi prima Sole me ha recordado que en estos días también ha habido momentos muy agradables.
Me quedo con este último episodio, que podría parecer de ficción, pero no lo es.
Seguro que todos habéis pensado que los típicos encuentros casuales de las películas son pura imaginación de los guionistas. Pues este que os relato, es real.
De vez en cuando, mi chica y yo nos vamos dando un paseo por la Gran Via de Barcelona hasta desembocar en la renovada plaza de Las Arenas, junto a la plaza de España.
La semana pasada, horas antes del primero de los dos chaparrones que han inundado la capital catalana, al llegar junto a uno de los restaurantes del centro comercial, vimos a dos parejas que se acercaban y nos miraban con cierta curiosidad. Además, sonreían.
De entrada, pensé que les debía chocar que un cincuentón con canas fuera abrazado a su pareja.
Pero no: eran mis primas Soledad y Encarnación, con sus respectivos maridos. Hacía años que no las veía y, casualidades gratas de la vida, habían venido unos días de vacaciones a Barcelona. Se alojaban en un hotel cercano, pero no es fácil encontrarse con alguien en una ciudad de millón y medio de habitantes y miles de turistas.
Fue un instante lleno de emoción y de cariño, con un buen rato de explicaciones mutuas y una cita para cenar juntos al cabo de un par de días, que prolongó el momento.
En mis días de juventud, alejarse de la familia era casi una obligación. En la actualidad, reencontrarse con ella es un feliz síntoma de cordura.
jajajajaj verídico … doy fé de ello.
Me ha encantado leerlo y lo mejor de tu relato, sin ninguna duda: «en la actualidad reencontrarse con la familia es un feliz síntoma de cordura». Me alegra mucho saber que estás de nuevo en nuestras vidas …Un fuerte abrazo.