El despertador suena a las 5 de la mañana, pero no importa: hemos descansado ocho horitas de un tirón.
Es domingo, 13 de julio , y empezamos a no saber en qué día vivimos. Son vacaciones.
Tras la ducha, el desayuno. En la oferta aparece el desayuno típico, que incluye el llamado gallopinto (arroz con frijolitos negros), del que huimos como la peste: comer esa bomba energética puede ser sinónimo de no pasar por un retrete en todo el circuito.
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