Acaban de llegar a mis manos un par de primeras novelas en catalán escritas por periodistas que me han llamado la atención.
La primera es Autòdrom, de Octavi Botana, programador cultural en la FNAC, que debuta con esta obra ilustrada por Isidre Monés y pulcramente editada por La Galera en su sello Narrativa Singular. La he empezado a ojear y ya me ha atrapado desde su insólito prefacio en positivo y en negativo. Empieza así:
«Esta historia no es cierta, pero todos los lugares que se describen en ella han existido / Esta historia es verdadera, pero los lugares que se describen en ella no han existido nunca».
Y una frase:
«Vivir es rellenar constantemente un recipiente agujereado».
La segunda es Les causes perdudes, de Xevi Sala, director adjunto del diario El Punt, que también debuta en la ficción con esta obra, centrada en un caso más actual, un maestro es el principal sospechoso de la desaparición de una alumna, pero con la marginación y la intolerancia de trasfondo.
En este caso, el interés se ha acrecentado cuando he visto que el libro es finalista del Premio Prudenci Bertrana de Novela.
Me ha gustado también su dedicatoria:
«A dos personas a las que hubiera agrado ver esta novela publicada: a mi padre, Benet, y a mi suegro, Xavier».
No sé si tendré tiempo de leerla antes de la invasión literaria que se avecina con Sant Jordi, pero lo intentaré.
Lo digo porque no hace mucho también empecé a leer Diari d’un progre desconcertat, de Iu Forn, pero como empecé a verme peligrosamente retratado en ella, la tengo aún en la mesilla de noche, esperando turno. Lo siento, Iu.
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