Hace un par de días, hablaba con un colega sobre la obligación de los periodistas de las televisiones y radios públicas de respetar unos determinados tiempos en los bloques de información electoral.
Desde hace tiempo, sindicatos y colegios de periodistas piden a los partidos políticos que se nos deje hacer nuestro trabajo, que no se nos instrumentalice ni se nos convierta en meros transmisores de sus mensajes, con unos minutajes pautados por los resultados de las últimas elecciones.
En un momento de la conversación, comenté:
–¿Y si simplemente nos negáramos?
— ¿A qué?
— A informar de sus actos…
— ¿Cómo?
— Que los políticos hagan lo que quieran. Nosotros nos declaramos en huelga o declaramos que lo que nos piden va en contra de nuestra ética y nuestra conciencia. No acudiremos a sus actos electorales ni a sus ruedas de prensa. Y entonces ¿quién se enteraría de lo que hacen, si los periodistas no estuvieran allí?