Un muy reciente artículo de Diego Galán en el diario El País (consultable En Profundidad) sirve para recordarnos la eterna cruz de cualquier crítico de cine: ser criticado por aquéllos a quien critica.
Recuerdo haber sido mucho más «duro» en una etapa de mi vida previa al rodaje de mi primer y único cortometraje, titulado Quizás no sea demasiado tarde. Una vez comprobadas lo que cuesta hacer una película, uno tiende a sentirse «menos» crítico para con los otros autores.
Creo que es un error: se ha de ser crítico, con justicia… pero también se ha de ser autocrítico. Y en este saco entran colegas como mi apreciado Ramón de España.
Cuando el entrañable Santiago Segura desdeña a los críticos por sus opiniones hacia sus «Torrentes» se equivoca: nadie pone en tela de juicio su éxito, sino la calidad de su cine.
Como dice Galán: «Contra el pobre crítico, bueno o malo, que de todo hay en la viña, arremeten todos: los lectores que alguna vez les hicieron caso y salieron del cine defraudados, y naturalmente los directores y productores, siempre seguros de haber hecho un buen trabajo. «Nadie de niño ha soñado con ser crítico de cine», despotricaba Truffaut, que curiosamente había sido crítico duro antes que fraile.»
Quizá sea bueno recordar que el propio Galán fue rociado con un cubo de agua fría por Fernando Trueba (que justo antes que él también había sido crítico de cine en El País), a raíz de una crítica negativa hacia su documental Mientras el cuerpo aguante.
La crítica es un género periodístico de opinión a medio camino del artículo y la crónica.
Y como toda opinión, respetable, pero no necesariamente compartible.
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