He querido jugar con este palabro para unir mi pasión por el séptimo arte, el cine, y el cariño hacia mi hijo (filius, en latín). Debe haber un parentesco evidente con cinefilia.
Todo viene del excelente reportaje que Gregorio Belinchón dedica hoy a Puzzled love, la película que han rodado 13 alumnos de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya, de la que están surgiendo algunos de los mejores cineastas jóvenes de este país.
Más que un trabajo de fin de carrera, o un puñado de cortos enganchados con alfileres, es un largo irregular, pero lleno de mérito y de potencia creadora, muchísimo mejor que algunas películas comerciales que se estrenan en nuestras pantallas.
El artículo de El País, En las aulas de un nuevo cine, empieza así:
La escuela de Barcelona se confirma como la gran cantera de la industria española con el proyecto de fin de curso de 13 de sus alumnos. El filme participará en San Sebastián.
En la foto aparecen una parte de los jóvenes directores y también dos de los responsables de que se haya podido llevar a cabo este proyecto: Lluís Segura, profesor de dirección y alma mater de la idea, y mi hijo Aritz Cirbián, el director de producción que lo ha hecho posible.
Era su primer largo y, como en todo lo que hace, se ha dejado la piel para que estos chicos lleguen a ser la realidad que prometen sus imágenes.
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