Fueron sólo unos segundos de angustia tonta.
¿Dónde había dejado las llaves del coche? Busqué y rebusqué en todos los bolsillos posibles y en todos los rincones de la mochila, y las llaves seguían sin aparecer.
Empecé a sudar frío y pensé que las había dejado en la puerta o en el contacto del coche.
Aún me acuerdo haberme ido de vacaciones en una ocasión y haber dejado la puerta de mi casa abierta de par en par. Menos mal que una vecina caritativa la cerró, no sin antes comprobar que no había ningún ladrón en casa.
Ya estaba a punto de salir corriendo hacia el párking cuando vi el papel. Era el resguardo de mi mecánico: había dejado el coche a revisión a primera hora y no fui consciente de ello hasta ese momento, hasta ese papel.
Necesito vacaciones.
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