Paseando, veo un poco más adelante un banco en el que hay una chica junto a un abuelo. Probablemente están esperando a alguien más… La chica acaricia la mano del anciano y, no sé por qué, pienso en mi abuelo, en las manos de mi abuelo. Cuando era un crío, recuerdo haber acariciado aquellas manos llenas de arrugas, en las que destacaban con claridad las venas oscuras.
Cuando llego a la altura del banco, veo que la chica es una joven suramericana. Paso por delante y pienso que no sé qué haríamos con nuestros ancianos si no estuvieran ellos para atenderles.
Quizá les ofrecen más cariño que nosotros mismos…