¿Qué se puede decir de Vicente Ferrer que no se haya dicho ya?
Es un hombre bueno, con una salud quebradiza en estos momentos.
El Periódico de Catalunya acaba de concederle el premio Catalán del Año, aunque se merece ser el Catalán del Siglo.
Yo tuve la oportunidad de conocerle en unas circunstancias también adversas para su salud…
Era el mes de octubre de 1995 y mi diario me envió a entrevistar a este hombre, entonces desconocido para mi, que se estaba recuperando de una operación en un centro sanitario de Barcelona.
Leí deprisa algunos apuntes biográficos –no existía entonces algo como Google ni la Wikipedia— que me facilitaron en el servicio de Documentación y tomé un taxi hasta el hospital.
Aquel anciano, físicamente débil pero fibroso y con un vigor moral a prueba de balas, me dejó asombrado: con su hablar pausado aseguraba que lo que más deseaba era recuperarse para volver a trabajar en una de las regiones más depauperadas de India. Aún hoy en día le recuerdo así: con una voluntad de hierro.
Podéis leer más cosas sobre Vicente en la Wikipedia, en la web de su Fundación y en la Fundación Príncipe de Asturias entre otros sitios.
Y aquí debajo os dejo el texto íntegro de aquella entrevista, que entonces titulé «Un misionero laico y combativo».
El exjesuita Vicente Ferrer tiene 75 años [era el año 1995]. Más de 40 los ha pasado en la India. Propone apadrinar a niños con una pequeña cantidad de dinero, que allí se multiplica. Tras sufrir [y solucionar] un problema cardiaco, ahora descansará unos días en Calella.
— ¿Qué le ha pasado para estar hospitalizado en Barcelona?
— He tenido unos problemillas. Cuando llegué a España tuve un pequeño problema cardiaco. Ha sido providencial, porque así me han cuidado para que pueda volver pronto a trabajar.
— ¿Pero ya está pensando en volver a la India?
— Como toda enfermedad, esto es algo secundario.
— Usted fue jesuita (1950 a 1969) y lo dejó para involucrarse en los problemas sociales.
— Todos los hombres tienen una vocación original a hacer el bien a los demás. El sacerdocio es la profesión que escoge, por excelencia, ser un hermano de los demás. Yo quise ese sacerdocio original y descubrí que antes que la vocación litúrgica, tenía una vocación humanística.
— Eso parece muy próximo al socialismo o al comunismo.
— No. Ellos se aproximan a nosotros. Sus principios contienen todos estos valores de hermandad. Aunque si el cristianismo como el budismo, por amor, no han conseguido hermanar a la humanidad, el comunismo, por la fuerza, tampoco. Por eso, hemos de volver a lo primero.
— ¿Cómo se ve a Occidente desde la India?
— Con una visión global, y nos horrorizamos, claro. Como si estuviéramos delante de un precipicio. La gente tiene la gran responsabilidad de salvar la Tierra y de salvarse a sí misma.
— ¿Por qué propone apadrinar a niños indios?
— Es quizá la forma más práctica de obtener recursos. Permite planificar a largo plazo en educación, sanidad, agricultura. Eso nos ha empujado a crear la fundación.
— ¿Y sólo con 2.000 pesetas al mes por persona les vale?
— El mejor médico de nuestra área cobra unas 20.000 pesetas al mes. Por eso, el bien que se hace allí con 2.000 pesetas es mucho mayor que el que podrías hacer aquí con ese dinero. Ahora tenemos 20.000 alumnos. La educación produce unos resultados que no se pueden medir con dinero, porque cambias la vida de las personas. Para los intocables la única oportunidad de salir de la discriminación es, al menos, saber leer y escribir.
— Aún parece usted un jesuita.
— Cuando se ha vivido y reflexionado, terminas por ser una persona contemplativa en la acción. Hay algo que procede de mi paso por la Compañía de Jesús: la excelencia en el trabajo; lo que para otros hubiera sido mucho, para mí es poco.
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