Uf… empieza la campaña para las elecciones autonómicas catalanas y, de entrada, ¡qué palo! ¿O no?
No nos engañemos. El inicio de cualquier liza electoral, en estos últimos años, conlleva un cierto cansancio, provocado por la lejanía que sentimos hacia los políticos.
Muchos de ellos nos han decepcionado. Para quienes nos sentimos de izquierdas (sí, no hay que sentir vergüenza del término; en estos tiempos, las derechas se enorgullecen de serlo), las decisiones tomadas por los líderes del gran partido de referencia, el PSOE, en el conjunto de todo el Estado, y el PSC, en Catalunya, nos han hecho salir a la calle, a manifestarnos en contra de unas medidas que sólo favorecen a los grandes (empresas, propietarios, bancos) y dejan de lado a los pequeños (emprendedores, trabajadores, pensionistas).
Y no quiero ni pensar qué pasará cuando lleguen al poder los partidos de la derecha, ya sea civilizada, como CiU, o descarada, como el PP. Grima me da.
Frente a todo ello, sigo pensando que la única formación que mira hacia el futuro, que tienen los pies en el suelo y que llama a las cosas por su nombre, es Iniciativa per Catalunya (e Izquierda Unida en el resto de España), la única formación política que tiene claro que la solución para los problemas de este país es la unión de los sectores de izquierda… porque la derecha ya está unida desde hace tiempo, o se unirá en una sola voz después de estas y de otras elecciones.
Pese a los errores que la coalición haya podido cometer durante su labor en el seno del tripartito catalán, es la actitud de ICV, que no olvida ni por un momento la solidaridad (hacia otros países, regiones y comunidades autónomas, hacia otros colectivos y minorías), la que me lleva a confiar en Joan Herrera.