Esta es una entrada menos cinéfila y más viajera. Para ello, dejadme que vuelva a usar algunas de las frases de mi admirado Cees Nooteboom en su libro ‘Venecia. El león, la ciudad y el agua’, editado por Siruela: “No quisiera obligar a mis lectores a nada, pero les propongo que consulten el plano (…) En el laberinto veneciano pueden partir de un punto cualquiera e intentar llegar sin plano al otro extremo [de la ciudad]. El mío es el final del distrito de Castello, donde se encuentra San Pietro, la antigua catedral de Venecia”.
En efecto, estos días, que está en marcha la Bienal de Arte de Venecia, no os cuesta nada acercaros a San Pietro di Castello, una pequeña joya, escondida en un extremo de la ciudad de los canales, allí donde se acaban los jardines de los que os hablaba el otro día. Si estáis en el Arsenal, sólo podéis hacerlo a través del Ponte de la Tana. Si no, tenéis que retroceder hasta ver la laguna y tomar la Riva di San Biasio, cruzar el puente para pasar a la Riva dei Sette Martiri y seguir.
Volvamos al escritor. ¿Por qué San Pietro? Él mismo se responde así: “La enorme basílica, que se alza en una pequeña isla llamada Isola di San Pietro, es para mí el lugar donde la ciudad termina, porque ahí se encuentra uno solo y puede contemplar la laguna sin ver la orilla de enfrente”.
Para llegar allí, a ese extremo de Venecia, a mí me gusta perderme, como Nooteboom, desde la amplia Via Garibaldi, toda una sucesión de tiendas, bares y restaurantes en la que desembocan un sinfín de callejuelas perpendiculares. Se dice que allí vivían los mejores contrabandistas de la laguna hasta hace unas décadas. Y también los militantes comunistas más puros. En una de ella se encuentra aún la humilde sede del Partido de la Refundación Comunista.
Al final de la avenida se inicia la Fondamenta y el Rio Santa Anna, donde suele atracar un barco que vende fruta. Sólo hay que seguir hasta el puente que atraviesa el canal y se pasa a la otra orilla, llamada Fondamenta San Gioachino. Se toma la calle de igual nombre y se siguen varias calles en sucesivos giros a derecha e izquierda, con nombres tan sonoros como Rielo, Ruga y San Zulian. Luego llega la Salizada Streta y la Larga Rosa, donde se tuerce a la derecha.
Os puede parecer que es un lío de calles, pero merece la pena, porque justo enfrente se alza el puente de madera y hierro que ofrece la mejor vista de la Basílica di San Pietro di Castello, con su bella cúpula y su magnífica fachada renacentista, de estilo palladiano: fue construida por Francesco Smeraldi en 1619, a partir de un proyecto previo de Andrea Palladio, de 1556.
El Campo San Pietro no es como las restantes plazas venecianas, que están bien pavimentadas. Su diseño imita el estilo de un jardín real, con hierba y caminos enlosados. Allí se eleva el alto, sólido y solitario campanile construido en 1482 por Mauro Codussi en piedra blanca de Istria. Y si os animáis a entrar en el templo, en su interior destacan obras de Luca Giordano y de Tintoretto.
Como veis, no he citado de momento ninguna película que utilice San Pietro como localización. Según mis amigos de ‘Il Davinotti’, sí que hay algunas producciones que al menos han pisado sus alrededores: filmes como ‘Mambo‘ (1954), de Robert Rossen, con la gran Silvana Mangano; ‘La cosa buffa‘ (1972), de Aldo Lado, y ‘Desnudo de mujer‘, (1981), de Nino Manfredi, incluyen algunas escenas rodadas en las cercanías, especialmente en el muelle y Ponte de Quintavalle.
En todo caso, disfrutad del paseo.
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