El blog del periodista Txerra Cirbian

Mes: mayo 2020

Lobsang Rampa, ¿lama reencarnado o ‘fake’ literario?

Esta mañana, mientras intentaba ordenar mi biblioteca por enésima vez, he descubierto algún libro repetido. No son muchos, la verdad.
‘El tercer ojo’, de T. Lobsang Rampa, es uno de ellos. Le hago una foto y se lo comento a mi esposa.

-Mira, tengo este libro de Lobsang Rampa, comprado en 1979, y el mismo, de 1999.

-¿Quién es ese señor?

-¿No sabes quién es Lobsang Rampa? Imposible… Si fue el tipo más famoso en los años 70 a la hora de divulgar historias de espiritualidad budista escribiendo una serie de novelas en las que se hacía pasar por un lama tibetano huido a occidente tras la invasión china del Tíbet.

-Ah. Vale.

La frase, dicha así, sin más interés, mientras vuelve la vista a las páginas del periódico, me da un poco de rabia y me obliga a buscar más información sobre el tema para defender su interés.

De repente veo que el prestigioso diario británico ‘The Guardian’ publicó hace una semana un artículo firmado por David Bramwell, y titulado ‘El lama tibetano que era realmente un fontanero de Devon’.

En resumen, lo que explica el reportaje y también otras fuentes es que ‘The Third Eye’ fue un libro publicado por Secker & Warburg por primera vez en noviembre de 1956, después de que el manuscrito fuera rechazado por otras editoriales que no se fiaban de quien decía ser un monje tibetano llamado Tuesday (‘martes’) Lobsang Rampa.
El famoso expedicionario austriaco Heinrich Harrer, autor de ‘Siete años en el Tíbet’ (1952) (adaptado al cine por Jean-Jacques Annaud y con Brad Pitt como protagonista), pagó a un detective para que investigara quién era Rampa y descubrió que se trataba de Cyril Henry Hoskin (1910-1981), el hijo de un fontanero británico de Plympton (Devonshire), que no llegó a acabar la escuela secundaria. La noticia se publicó en la prensa, pero en lugar de desmentirlo, cuando se le preguntó al interesado, Hoskin no negó ser Hoskin, pero explicó que su cuerpo había sido ocupado por el espíritu de un lama llamado precisamente Lobsang Rampa. Vamos, que se había reencarnado en él.

La familia del interesado asegura que el abuelo de Hoskins fue ingeniero jefe de las obras hidráulicas de Plympton, que sus padres tuvieron un negocio de electricidad y que él fue un niño débil, enfermo de tuberculosis. Por esta razón, dicen, no fue apto para el servicio militar y pasó mucho tiempo desempleado. Tenía ya más de 40 años cuando se ‘destapó’ como escritor.

¿Y de qué iba el libro? La historia, escrita en forma de autobiografía, comienza en el Tíbet durante el reinado del 13º Dalai Lama, cuando Rampa es un niño, hijo de un miembro del gobierno. A lo largo de las páginas, escribe de cómo crece, estudia y aprende tanto las bases del budismo como una serie de habilidades extrasensoriales, especialmente a partir de la ‘inserción’ de un tercer ojo en su frente, que le permite ver auras humanas y saber cómo son en realidad las personas con las que trata.

Es evidente que en esa época, después de la Segunda Guerra Mundial, las enseñanzas del budismo y su ideal pacifista empezaban a calar en occidente.

Al margen de la imagen folclórica de los monjes con túnicas de color azafrán y los cráneos rasurados, el budismo tiene unos 400 millones de fieles en todo el mundo, especialmente desde India y el sureste asiático hasta China y Japón. Una de sus ramas más conocidas es la del budismo tibetano, famosa gracias a la figura del Dalai Lama, que tanto predicamento tiene entre gente famosa, con el actor Richard Gere al frente.

Y parece más que probable que las enseñanzas de Siddharta Gautama, más conocido como Buda, influyeran en el primitivo cristianismo, dado que el nepalí vivió cuatro o cinco siglos antes que Jesucristo (y evito aquí cualquier elemento relativo a la divinidad del segundo).

Los años 50 y 60 fueron muy receptivos a las enseñanzas de las filosofías orientales, que calaron a fondo en el movimiento hippy, por ejemplo. En esa tesitura, ¿qué más daba que Rampa fuera un impostor o no, cuando lo que contaba era lo que la gente quería leer?

Hoy en día podríamos definirlo como literatura de autoficción y nos quedaríamos tan panchos. Y sus lectores, encantados, siguieron sus peripecias en varios libros más: ‘El médico de Lhasa’ (1959), ‘Historia de Rampa’ (1960), ‘La caverna de los antepasados’ (1963), ‘La túnica azafrán’ (1966) y ‘El ermitaño’ (1971). A estos se suman otros textos en los que Rampa mezclaba elementos religiosos, clarividencia y fenómenos paranormales. Hubo, uno, ‘Mi vida con el lama’ (1964), del que aseguró le había dictado telepáticamente su gata siamesa. En total, escribió 19 libros.

Pese al éxito popular, la prensa británica no dejó de acusarle de ser un farsante, lo que hizo que el escritor se mudara con su esposa, San Ra’ab, primero a Irlanda, luego a Uruguay y, a final de los años 1960, a Canadá, donde obtuvo la ciudadanía canadiense en 1973. Rampa murió en Calgary el 25 de enero de 1981. Tenía 70 años.

Tanto si fue un lama falso como si no, sus libros influyeron en animar a otras muchas personas a estudiar y divulgar de forma seria y apasionada el budismo tibetano, las filosofías orientales y otras formas de espiritualidad. Recuerdo una reciente charla con Francesc Miralles, uno de nuestros escritores más versados en el tema, en la que comentó: “Es que la gente quería creer en la existencia de Lobsang Rampa no de Henry Hoskin. Por eso le siguieron comprando libros”.

Quizá porque aún nos fascina el personaje ‘The Guardian’ publicó el artículo de David Bramwell y quizá por eso escribo yo estas líneas. Ah… Y casi 40 años después de su muerte, una web mantiene la llama viva del personaje ¡en 36 idiomas!: https://www.lobsangrampa.org/es/index.html

Con posterioridad a la publicación del artículo original, mi amigo Gabriel Jaraba, experto en el tema, me comentó un par de frases, que quisiera añadir. Son estas:

“Mientras Lobsang Rampa escribía sus imaginaciones, ya era sobradamente conocida la figura de Alexandra David-Neel, la gran viajera francesa que fue la pionera en el descubrimiento occidental del Tíbet, que aprendió lo más central y auténtico del budismo tibetano de fuentes originales, pues conoció al XIII Dalai Lama en el monasterio de Kalimpong, ¡en 1912! A su vez, un alemán, Ernst Lothar Hoffmann, recorriendo Asia desde Sri Lanka hasta Tibet, en los años 30, se convirtió en un lama auténtico, conocido como Lama Anagarika Govinda, por transmisión auténtica recibida de su maestro Tomo Geshe Rimpoché. Y en los años 50, el primer estadounidense en ser ordenado monje tibetano fue Bob Thurman, padre de la actriz Uma Thurman y prestigioso profesor de la universidad de Columbia, conocido como Robert A. Thurman, a quien he tenido el honor de conocer».

«Además, recomiendo vivamente la obra de Anagarika Govinda ‘El camino de las nubes blancas’, recientemente reeditada por Atalanta, que muestra los avatares de una búsqueda espiritual auténtica en pos del budismo tibetano”.

Sólo puedo agradecerle a Gabriel, una vez más, sus conocimientos y amabilidad.

‘Oh My Goig!’, una serie juvenil rompedora de Betevé

Con todo esto de la pandemia, se me había olvidado comentar por aquí el estreno de la cuarta temporada de una de esas series que molan a los más jóvenes y nos escandalizan a (algunos de) los más mayores.

Se trata de ‘Oh My Goig!’, de la productora Camille Zonca de Barcelona, que se emite en el canal Betevé de la capital catalana, pero que podéis ver en Youtube.

Aunque hay muy buenos ejemplos de este tipo de series (Netflix está llena y en PlayZ de RTVE está la excelente ‘Drama’), ‘Oh My Goig!’  «fue pionera en la tele pública a la hora de tratar la educación sexual para jóvenes y adolescentes con una mirada feminista, que combina ficción, contenido pedagógico y debates entre jóvenes», como explican sus responsables.

Entre otros premios, el Festival Zoom de Igualada les galardonó el año pasado. ¿Y de qué van los temas? Pues del poliamor, el embarazo no deseado, la violencia machista en la pareja, el mundo ‘queer’, la transfobia, la precariedad laboral o el fenómeno de las influencers.

A tener en cuenta, además, que sus creadores cuentan con el asesoramiento de psicólogos y terapeutas de entidades como el Casal Lambda, el BCN Checkpoint, la Fundació Althaia o el centro SPOTT de la Diputació de Barcelona.

Entre los más de 30 actores y actrices, destacan los jóvenes Ricard Balada, Jingjing Zhu, Berta Cascante, Enrique Martín, Iker Montero, Tania Tor, Laura Solé, Lara Oliete, Clara Moraleda, Soribah Cessay y los recién llegados Lídice Gura y Abdi Cherbou.

Aída Torrent ha dirigido buena parte de la serie, escrita por Pau Serracant y Camilo Villaverde.

En el canal de Youtube de Betevé tenéis todas las temporadas.

Los cameos de Alfred Hitchcock

Estos días mi admirado Alfred Hitchcock está siendo homenajeado por activa y por pasiva a raíz del 40º aniversario de su muerte, ya que el mago del suspense falleció el 29 de abril de 1980. Hasta nuestro amigo y crítico feroz Carlos Boyero le dedicó un amplio artículo en El País, titulado “Tan gordo, tan retorcido, tan genial”.

Pero buscando otras cosas que no fueran las tópicas referencias a sus conocidas manías o  a su legado, inmenso e indudable, he encontrado un vídeo en YouTube que muestra los ‘cameos’ (breves apariciones sin frase) que solía efectuar en sus películas. Y yo, que comparto fecha de aniversario con don Alfredo, prefiero recordarle más por estos destellos de humor. Este texto lo publiqué originalmente en Notodocine.

Se cuenta que, muy al inicio de su carrera, cuando las producciones eran tan baratas que no había dinero para pagar a la figuración, Hitchcock se colocó como tal en ‘The Lodger’ (1927), también conocida como ‘El enemigo de las rubias’. Aquí, aparecía de espaldas, en la redacción de un diario y mirando por el balcón.

Sin duda, al realizador le empezó a coger gustillo el asunto y a usarlo como una especie de firma cotidiana de sus filmes, algo que hizo ya habitualmente desde 1937 y con una única excepción: ‘La posada de Jamaica’ (1939). En total, aparece en 40 de sus películas, y en un par de ellas en forma de una fotografía dentro de cuadro: ‘Náufragos’ (1944) y ‘Crimen perfecto’ (1954).

Para no cansaros con la lista completa, algunas de las apariciones que más me gustan son estas:

>En ‘Blackmail’ (‘La muchacha de Londres’, 1929) va leyendo un libro en el metro cuando un crío le hunde el sombrero en la cara y él se levanta con el propósito de reñirle.

>En ‘Inocencia y juventud’ (1937), es un fotógrafo que intenta tomar una foto a la salida de un juicio con la cámara sobre su barriga, sin lograrlo.

>En ‘Alarma en el expreso’ (1938), se pasea vestido con un abrigo negro, fumando un cigarrillo, en la Estación Victoria.

>En ‘Rebeca’ (1940), está esperando ante una cabina a que George Sanders acaba de de hablar por teléfono, mientras les observa un policía.

>En ‘La sombra de una duda’ (1943), está jugando a cartas.

>En ‘El proceso Paradine’ (1947), se baja de un vagón de tren en la estación Cumberland con el estuche de un violonchelo en la mano.

>En ‘Extraños en un tren’ (1951), el instrumento es más grande: sube al tren del que desciende Farley Granger con el estuche de un contrabajo.

>En ‘La ventana indiscreta’ (1954), en el piso del pianista, dando cuerda a un reloj.

>En ‘Atrapa a un ladrón’ (1955), está sentado en el autobús al lado de Cary Grant.

>En ‘Vertigo’ (1958), vestido con traje gris, lleva una especie de cuerno en las manos.

>En ‘Con la muerte en los talones’ (1959), intenta coger el autobús, que se le escapa.

>En ‘Los pájaros’ (1963), sale de una tienda de animales con sus propios perros.

>En ‘Cortina rasgada’ (1966), sostiene un bebé sobre una rodilla, sentado en el vestíbulo del Hotel d’Angleterre, y lo cambia de una rodilla a la otra.

>En ‘Topaz’ (1969), está en el aeropuerto, donde le sientan en una silla de ruedas, de la que se levanta solo.

>En ‘Frenesí’ (1972), con un bombín en la cabeza, es uno de los curiosos que observa un cadáver en el río Támesis.

Aquí os he citado unas cuantas apariciones del genial director inglés, pero si queréis ver la lista completa, podéis encontrarla  en este enlace de la Wikipedia (en inglés), que además permite consultarla por años y también ver en qué minuto de la película ocurre.

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