Hace algunos años conocí Sant Salvador de les Espases gracias a un buen amigo periodista, Pere Mejías, padre del también colega Sergi Mejías, un hacha de la información motera. Pere fue una de las primeras personas que recibió un trasplante de corazón en Barcelona, en 1992. Unos meses más tarde, el gran Josep Maria Espinàs le entrevistaría en el programa ‘Personal e intransferible’ de la televisión autonómica catalana (podéis ver el vídeo en el ‘a la carta’ de TV-3). Por desgracia, Pere falleció hace 10 años, en octubre del 2009.

Pero volvamos a la excursión en sí. El nombre me atrajo desde el momento en que Pere me lo propuso: una ermita dedicada a un santo, de nombre Salvador, y con Espadas como apellido, tenía su gracia. Se encuentra en una escarpada cima, no muy alta (no llega a 500 metros), situada en el término de municipio de Esparreguera, pero accesible también desde Olesa de Montserrat, y frente por frente a las características montañas del santuario de la Moreneta y el célebre monasterio catalán.

Recordaba la ruta con cierta nostalgia y, hace unos días, decidimos repetir la excursión con mi esposa, que no conocía el lugar. Le había dado tanto la tabarra, que aceptó acompañarme. Teniendo en cuenta que la memoria falla y que los caminos cambian, sobre todo si han pasado más de 20 años de la caminata que yo recordaba con agrado, opté por llevarme un gps, ya viejillo, pero que funciona bien, y bajarme una ruta de Wikiloc, esa excelente página web donde los propios usuarios suben las caminatas que realizan y que puede consultarse de forma gratuita. Hay una aplicación para teléfonos móviles por menos de 10 euros al año, que te salva de un apuro.

Lo que sucede es que, a veces, no te bajas la ruta mejor (esta), sino la que te parece mejor (esta otra). Yo opté por la segunda, porque seguía otra anterior muy maja, y dimos un rodeo enorme, porque no me fijé que incluía otra pequeña cima, el Puig Cendrós, en una excursión circular. Fue majo, al final, pero añadimos un par de kilómetros más en ascenso a nuestras piernas, que ya no son tan jóvenes como cuando ascendí con Pere.

Salimos de un antiguo balneario, llamado la Puda (por sus aguas sulfurosas malolientes), situado a la altura del kilómetro 7 de la carretera C-55 de Olesa de Montserrat a Monistrol. Fuimos siguiendo el sendero y, siempre en ascenso, vimos con sorpresa cómo la ermita quedaba por debajo de nuestro nivel. Nos habíamos saltado un pequeño desvío, muy empinado, que nos hubiera llevado a Sant Salvador. Seguimos el camino que nos marcaba el gps y llegamos al Pla (llano) de Fideuer. Desde allí, iniciamos un ligero descenso por detrás del collado de Sant Bernart hasta llegar al collado de Bram y, desde aquí, a las escaleras talladas en piedra que ascienden hasta el pico donde se ubica la ermita.

La vista de las montañas de Montserrat, con el monasterio encajado entre ellas, es una postal magnífica. Merecía la pena el ascenso y disfrutar de la panorámica. El descenso, por el otro lado de la montaña, es más sencillo que la subida, pero tampoco es un camino de rosas. Hay que usar buen calzado de montaña, gorra y crema solar si sale un día caluroso, y llevar agua y algo para picar a la sombra de la ermita, porque los ocho y pico kilómetros de recorrido se convierten fácilmente en más de tres horas de caminata para gente mayor, como nosotros.