Juan Luis Cebrián, Pedro Sánchez y Antonio Caño, en un acto organizado por ‘El País’.

Días atrás, mi amigo Andreu Farràs, colega de ‘El Periódico‘ y administrador del blog ‘Paios‘, vio que había escrito un textito en Facebook en el que hacía referencia a que acababa de cancelar mi suscripción al diario El País, algo que miles de otros lectores estaban haciendo esos días, y me pidió que lo ampliara un poco más para darlo a conocer de forma más pública. Esto mismo que escribo aquí es lo que publiqué allí.

Hacía tiempo que rumiaba dejar de comprar el diario ‘El País‘, hacía mucho tiempo que lo quería hacer, y al final me he decidido: he cancelado mi suscripción.

No ha sido una decisión fácil: he sido lector de ese periódico desde su nacimiento, cuando aún vivía en el País Vasco y ‘El País’ ofrecía una visión diferente de la actualidad, en los años aún negros del inmediato posfranquismo.

Para muchos aspirantes a periodistas, como yo lo era en aquel momento, ‘El País’ era un referente, el diario en el que nos hubiera gustado trabajar. Durante años, ser fichado por ellos era un sueño recurrente. Y si el periodista en cuestión, como era mi caso, se sentía orientado hacia la izquierda, más aún.

Luego, cada uno encuentra su lugar en el mundo periodístico. En mi caso, en ‘El Periódico‘, donde, como en todos los sitios, cuecen habas.

Pero la cuestión es otra. Como lector habitual, como suscriptor, yo seguía leyendo ‘El País’. Empecé a tener dudas cuando se produjo el primer despido masivo de periodistas y colaboradores críticos hacia los cambios que se estaban produciendo dentro de la redacción.
Allí dentro había buenos amigos y excelentes periodistas a los que perdía, pero seguí comprando el diario. En otras partes seguí leyendo a Maruja Torres y a Enric González, por citar solo dos nombres. Hace un par de años me pasé al formato digital, a través de Kiosko y Más (en un ‘pack’ con la revista ‘Cinemanía‘, por cierto). Las ofertas de este tipo abundan, no son muy caras y resultan cómodas.

Pero la progresiva deriva conservadora del diario me estaba poniendo de los nervios hacía ya tiempo. Lo de los ‘papeles de Panamá‘ y la reacción furibunda del grupo Prisa hacia quienes informaron de la posible relación de Juan Luis Cebrián con el tema (como la prohibición a sus periodistas de colaborar con La Sexta) ya me pareció que era pasarse de castaño oscuro.

El posicionamiento posterior de ‘El País’ y la SER hacia las izquierdas del PSOE y los ataques directos a Pedro Sánchez (en ‘Salvar al PSOE’, por ejemplo, y que obligaría a un comentario posterior de Lola Galán, defensora del lector), así como la actitud hacia el exsecretario general del PSOE (con cuyas ideas no comulgo, por cierto), ha sido la excusa perfecta para dejar definitivamente de comprar el diario de Cebrián.

Y mira que lo siento, porque sigo siendo lector de otras partes muy interesantes de ese periódico, donde aún queda buena gente, grandes profesionales y algunos amigos. Eso sí, los editoriales de su director, Antonio Caño (¡que se disculpó por carta con los suscriptores!), los va a leer Rita, la bailaora. Editoriales tan poco decentes como la respuesta a las denuncias de Sánchez, y titulado ‘Opiniones y presiones‘.

¿Y cómo voy a hacer para leer a los colegas que sí me interesan? Pues porque resulta que nuestros periódicos son gratuitos en internet. Lo que el lector paga cada mañana en el quiosco en papel o en digital, lo puede encontrar gratis en la web del mismo diario la noche anterior. Se supone que alguien (¿quizá la publicidad?) lo está pagando. La ventaja es que leo solo lo que quiero. El medio, el diario, la radio o la tele, ha dejado de interesar en su conjunto. Ahora picoteo de aquí y de allá. Ahora bien, si mi actitud es la general, poco futuro les auguro. Veremos.